Concierto AC/DC en el Bilbao Exhibition Center


Una partida de dardos en Las Ruedas. A la derecha, el Metal World y la jaula de Babylon.

La calle del rock

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Carlos Benito


Los aficionados a los sonidos durillos tienen aquí su ‘milla de oro’, o del metal que prefieran


Iturribide es una calle con personalidad múltiple, repartida entre varias identidades que tienen como único rasgo común la afición al beber. Por su parte baja pululan los últimos txikiteros, supervivientes de una tradición casi extinta que tiene su reserva en ese tramo y en la cercana calle Somera. También es un «núcleo mundial del kinito», tal como la definen en Internet, e incluso hay quienes afirman que ese juego de grandes trasegadores se inventó aquí mismo, en alguno de sus bares oscuros con grandes mesas de madera. Y, las noches de fiesta, las hordas del botellón se adueñan de la vía pública dispuestas a exprimir hasta la última gota el contenido de sus bolsas del súper.


Pero, más allá de txikiteros, kiniteros y botelloneros, Iturribide es sobre todo la calle del rock o, más bien, de una forma de entender el rock que siempre ha sido muy bilbaína: una apuesta irreductible –otros dirían inmovilista– por esa madeja de estilos que tienen su origen en el rock duro, sin que importen modas ni innovaciones. Dicho rápido y un poco mal, se trata de una calle muy heavy. Y, para los asistentes al concierto de AC/DC, equivaldría a un paraíso si no fuese porque su trazado en cuesta obliga a hacer un poco de ejercicio entre trago y trago.


Porque haremos el recorrido desde abajo, como debe ser, con parada en cinco bares de referencia que nos saldrán al paso a medida que avanzamos. Los dos primeros son casi recién llegados a esta veterana comunidad y se apuntan a la tendencia actual de pinchar videoclips y no sólo audio. El Kebrantakuellos difícilmente pasará desapercibido, y no sólo por su temible nombre: es fácil encontrarse ante su puerta a llamativos seguidores del metal gótico, con su negrura indumentaria y su blancura facial, aunque el aficionado a sonidos más tradicionales no debe huir despavorido, ya todo tipo. Un poco más adelante, el Baby­lon suele concentrar a una parroquia bastante joven a base de eclecticismo: en nuestro trabajo de campo para este reportaje, escuchamos de una tacada a Iron Maiden, Napalm Death, In Flames y Obús, nada más y nada menos. Ah, el bar tiene bola de espejos y una jaula metálica donde desbarrar como si se protagonizase un videoclip de los 80.


Iturribide arriba, el foco de interés pasa a la mano de los impares. El Zerua es uno de esos acogedores bares de toda la vida que, sin perder su esencia, han ido acumulando mil objetos relacionados con la música. También es el único local que ha regalado entradas para AC/DC a todo el que se tomaba una cerveza: eran fotocopias por un solo lado, pero servían para hacerse la ilusión. Las Ruedas, con sus murales rockeros y sus envidiables baldas de vinilos, es seguramente el local más mítico de la calle, y también el más afín a ese rollo pre-heavy en el que se puede enmarcar a la banda australiana: en nuestra visita, sonaron Hendrix, Leño y Burning. Un poco más arriba, donde la calle empieza a empinarse de verdad, el amplio Metal World es un imprescindible centro de información, como la cabina de control de la escena metalera. Y se nos olvida lo mejor: Iturribide también es la calle del futbolín, el deporte heavy por excelencia, y en estos tres últimos locales le sacan chispas.


Para comer
En Iturribide, el mítico Melilla y Fez (en la foto) sirve exquisitos pintxos morunos y potentes tortillas. A la vuelta de la esquina, en María Muñoz, se puede reponer fuerzas con las hamburguesas y los bocatas del Muga o con los castizos tigres del Baster.


Para comprar
Los dos comercios indispensables para los seguidores del rock duro están a un paso: en Arise (Somera, 45) hasta el metalero más exigente hallará ropa y discos de su gusto. En la paralela Artecalle están la división de instrumentos de Arise (en el número 2) y Gothic Zone (en el 25), especializada en todo tipo de material gótico, pero con miras bastante más amplias de lo que indica su nombre.