Concierto AC/DC en el Bilbao Exhibition Center


Bon Scott. AC/DC.

¿Todos de acuerdo?

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Óscar Cubillo


Para lucirse en la cola


Para hacerse el chulo en la cola del BEC, debidamente vestidos con chupas vaqueras raídas y vaqueros prietos de ‘marconi’, lo primero que hay que hacer si departimos con, por ejemplo un catalán, es asegurar, aunque sea mentira, que uno siempre, desde el primer día, comprendió y dio el visto bueno a la sustitución del difunto Bon Scott por el bueno de Brian Johnson, quien ya lleva 29 años en la alineación. Además, el truco de subirse a hombros a Angus Young se lo copió Scott a Johnson, quien lo hizo con su guitarrista en 1973 durante una gira australiana de su banda anterior, Geordie.

Y ya puestos a jalear, no hay que pararse en barras a la hora de halagar las figuras fieles y flacas del hacha rítmica Malcolm Young (el hermanísimo, con un lustro de alcoholismo superado) y Cliff Williams (el bajista vibrante), las estrellas del rock más disimuladas del mundo. Y es obligatorio compartir con el interlocutor la raíz blues de AC/DC. El hard rock y el heavy metal nacen del blues negro y la fórmula boogie woogie de los australes no hace sino acelerar tal ritmo y sajarlo con punteos que a veces parecen de Buddy Guy. Para certificar tal apreciación viene bien aportar esa infalible declaración de Angus Young: «Para mí, una novedad discográfica es el último álbum de John Lee Hooker». No, no es ninguna declaración de inmovilismo, como achacarían los prejuiciosos, los mismos que tan fácil tienen tachar de machistas a los viriles antípodas, pero ese espinoso argumento se puede desbaratar acudiendo al doble sentido sexual del blues, evidente en temas suyos tipo ‘She’s Got Balls’. Ejem...

Por supuesto, un fan nunca les llamará ‘eisidisi’, reconocerá resignado que los grupos tributo tipo The Bon Scott Band no les hacen justicia y acudirá con el listado del concierto memorizado, aunque aún se apabullará con los cañonazos finales. Sí, verlo en DVD en casa está guay, pero pasa como en los toros: por la tele no se huele la plaza.