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AULA DE CULTURA VIRTUAL

FRANCO Y LOS BORBONES
D. Xavier Casals
Historiador
Bilbao, 16 de enero de 2006

Finalmente, Carlos Hugo -viendo que cada vez tenía menos posibilidades- se sitúa fuera del tablero de juego, y empieza a ser el príncipe rojo al liderar un carlismo autogestionario.

Con la boda de 1972, las cosas se trastocan, y don Juan Carlos tiene muy claro que el cambio de rumbo puede suceder. En su biografía de don Juan, Ansón dice y transcribe literalmente que don Juan Carlos dijo a sus íntimos la frase siguiente: "Dicen que dos tetas pueden más que dos carretas. Veremos cuánto pueden seis tetas", en alusión a doña Carmen, a su hija y a su nieta. Hubo encuestas, consultas y grandes presiones. Ricardo de la Cierva (poco sospechoso de antifranquista) dice literalmente que doña Carmen Polo "se volvió loca"; hubo grandes maniobras; se empezó a dar a Alfonso de Borbón Dampierre el título de príncipe; Salvador Dalí pintó un cuadro que retrataba a María del Carmen Martínez-Bordiú y se titulaba Princesa María del Carmen; aparecieron pintadas en favor de una reina española... Incluso se alude a un incidente muy sonoro en el Pazo de Meirás. Durante un buffet, parece ser que el marqués de Villaverde pidió en voz alta un whisky para el príncipe, y don Juan Carlos intervino diciendo que él no quería whisky. Entonces, el marqués de Villaverde dijo que no, que era para el príncipe don Alfonso, momento en el que Franco atajó para decir que el príncipe ya estaba servido, y que sirviera al duque (es decir, a Alfonso de Borbón Dampierre, duque de Cádiz).

Llegamos así a la primera enfermedad de Franco, que sella el final del "dampierrismo" cuando don Juan Carlos ciñe el uniforme de mando supremo de las fuerzas armadas y aparece públicamente como jefe de Estado interino. Ahora bien, como si se tratara de una película de intriga, llegamos al 20 de noviembre de 1976. La leyenda y el rumor popular sostienen que se hizo prolongar la vida de Franco para que, coincidiendo su muerte con la de José Antonio, se creara un mito conjunto. Sucedió así, desde luego, pero también un 20 de noviembre murió el anarquista Durruti.

¿Intervino el marqués de Villaverde para prolongar la vida de Franco? Las especulaciones básicamente indican lo siguiente. Hay seis días (del 20 al 26 de noviembre) durante los que los destinos de España pudieron cambiar. Avanza la hipótesis máxima el escritor José Luis de Villalonga en su Entrevista al rey; explica qué sueños o fantasías albergaba el marqués de Villaverde al prolongar la agonía de Franco. Había un elemento fundamental: el 26 de noviembre vencía el plazo por el cual Alejandro Rodríguez de Valcárcel, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, dejaba el cargo. Sin embargo, si el 26 de noviembre un Franco moribundo hubiera renovado ese cargo a Rodríguez de Valcárcel, se abrían las posibilidades de vuelta atrás: manipular la sucesión de Franco y restaurar a Alfonso de Borbón Dampierre en el trono. Debo indicar, sin embargo, que esta hipótesis parece básicamente imposible, si bien pudo ser una fantasía del marqués de Villaverde (fantasías y realidades no tienen nada que ver).

Lo que sí había era el más que complicado juego siguiente. Si el cargo de Rodríguez de Valcárcel hubiera quedado prorrogado por un mandato de seis años más, habría sido prácticamente imposible mover a Arias (a quien le quedaban tres o cuatro años de cargo) -y a pesar de que fue difícil: como todo el mundo sabe, Arias no quería dimitir y hubo que echarle-. Si, fallecido Franco, se hubieran mantenido uno y otro en sus cargos respectivos, la transición tal como la conocemos probablemente no habría existido. Estas maniobras para favorecer y alargar la agonía de Franco tenían un objetivo muy concreto y pragmático, de poder; no hablamos de quimeras mitológicas, sino del control de los aparatos del Estado para favorecer una determinada situación.

También hay que decir que, cuando Alfonso de Borbón Dampierre jugó su última gran baza en la partida sucesoria (casarse con la nieta de Franco), perdió en ella el mismo poder que codiciaba. Alfonso de Borbón creyó que, al hacerlo, reunía mucho poder para volver hacia atrás (incluso quiso que en su boda interviniera el Consejo de Estado y se pronunciara sobre ella porque así sería un candidato oficial al trono). Sin embargo, creo que a Franco no le gustaba volverse atrás en nada ni reconocer que estaba equivocado. Por tanto, si inicialmente le hubiera costado dar marcha atrás (quitar a don Juan Carlos y poner a Alfonso, su primo hermano), todavía le habría costado más retroceder para poner a don Alfonso de Borbón Dampierre, estando como estaba casado con su nieta; la decisión se habría percibido no sólo como una equivocación, sino también como un acto de nepotismo. Para mí, la boda de su nieto complicó las cosas a Franco

Entramos, finalmente, en un terreno de especulación: ¿engañó Franco a Alfonso XIII? ¿Engañó Franco a don Juan? Considero que no. Franco no lo hizo con Alfonso XIII porque jamás le prometió que lo situaría en el trono. Tampoco engañó a don Juan, porque éste rompió la baraja al buscar atajos para llegar al trono, por lo que estimo que las cosas quedaron rotas.

¿Don Juan Carlos traicionó a Franco? Tampoco lo creo. Franco intuía, a partir de algunos elementos que he ido recogiendo, que el futuro sería incierto. Así, en su testamento vital no se constriñe ni se limita el modo de actuar de don Juan Carlos; simplemente se le pide que respete o conserve la unidad de España, sin que haya ninguna otra demanda. Es más, un general estadounidense ha declarado que en 1971 Nixon le envía a España con un encargo francamente complicado: preguntar a Franco qué cree que pasará después de su muerte. Gracias a ese encuentro se sabe que Franco creía que España avanzaría en el camino que Estados Unidos, Francia o Inglaterra esperaban; habría democracia, pornografía, etc., pero no pasaría nada más allá por un elemento que lo impedirá. Ese elemento, contrariamente a lo que cabría esperar siendo Franco un militar, no era el ejército, sino la clase media.

Franco no era un demócrata convencido ni deseaba que su régimen derivara en democracia, pero había creado un régimen de poder personal. Sabía que "franquismo" indicaba un régimen de poder personal intransferible. Incluso la extrema derecha demostraba ser consciente de ello al acuñar aquel lema de "¡Franco resucita, España te necesita!". Sólo Franco podía restaurar el franquismo.

A pesar de ello, Franco sorprende porque era un personaje mucho más flexible de lo que suponen sus seguidores más berroqueños, y con más visión de futuro de lo que el antifranquismo le atribuye. Por ejemplo, cuando Miguel Primo de Rivera (nieto del dictador y sobrino de José Antonio) habla con Franco y le dice que hay que realizar una apertura, Franco le responderá que eso deben hacerlo los jóvenes. Incluso hay alguna conversación con don Juan Carlos que se recoge -pero obviamente no se puede verificar por motivos obvios- en la que don Juan Carlos, al indicarle que había que realizar esa apertura, recibió esta contestación de Franco: "Yo he hecho una guerra y la he ganado; si yo le gano a usted la batalla de la democracia, ¿qué le va a quedar?".

El Franco de los últimos años es alguien que no está esperando la democracia. Es también un señor muy ausente y muy cansado. Hay una confesión de Franco a Vicente Pozuelo que me sorprendió. Vicente Pozuelo era su médico personal -después de que hubieran echado a Vicente Gil "Vicentón" y, como recompensa, le hubieran dado un televisor en color por cuarenta años de servicio-. "Mire usted", le dijo Franco a Pozuelo, "yo quisiera ser un monje cartujo y cultivar mi huerta". Cuando el mando supremo del país está ambicionando retirarse a cultivar un huerto como un monje cartujo, es fácil entender el tipo de intrigas, tensiones, luchas y navajeo de aquellos días, con un Franco cada vez más ausente y una familia que cada vez mandaba más.

Por consiguiente, creo que Franco sabía que el futuro sería incierto, que sería imposible que el franquismo continuara sin él. En el fondo, Franco fue un rey de hecho, pero no de derecho. En mi opinión, al existir antes del franquismo Alfonso XIII (con el breve paréntesis de la República) y ser él mismo (Franco) sucedido por un rey que escogió, intentó dejar claro que él había sido, en realidad, un rey. Asimismo, veía -supongo que con inquietud o asombro- que en las filas del régimen había surgido una generación de "aperturistas".

Finalmente, hay que tener claro, primero, que don Juan Carlos pudo liderar la transición porque reunía una serie de lealtades transversales: la lealtad de los franquistas, la legitimidad democrática, la legitimidad carlista (muchos carlistas desertaron del campo carlista para ir al juanista y al juancarlista) e, incluso, los aplausos de los republicanos (Josep Tarralledas, por ejemplo).

En segundo lugar, quiero resaltar que, después de haber realizado una reflexión sobre un siglo de Borbones en España, considero que en España no hay monárquicos, sino juancarlistas. Hubo en su momento franquistas y después desaparecieron (después de la muerte de Franco, la extrema derecha sólo obtuvo un diputado durante una legislatura). Igualmente, no hubo monárquicos con Alfonso XIII, sino alfonsinos, y otro tanto sucedió con don Juan (los juanistas). Es decir, en España no hay tradición monárquica -algo que siempre se afirma-, sino adhesión al titular de la corona. En este sentido, creo que el background acumulado por don Juan Carlos difícilmente se puede traspasar de modo mecánico al príncipe Felipe. Veremos si hay felipismo y qué características tendrá, pero la herencia biológica no implica la herencia política.

Con el 23 de febrero de 1981 se cerró un proceso histórico de larga duración. En él, hemos visto, primero, que a principios del siglo XX rigió Alfonso XIII, un rey soldado, un monarca que mandaba sobre los ejércitos. Fue sucedido por Franco -a quien yo he llamado "soldado rey"-, que tomó el mando de la nación. A Franco le sucedió don Juan Carlos como rey soldado, pero el 23 de febrero de 1981 este rey soldado utilizó sus poderes para frenar a los pretorianos. Ahí se cerró un ciclo de historia, sin que con esto sea mi pretensión ni magnificar a unos ni descalificar a otros.




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