FRANCO Y LOS
BORBONES
D. Xavier Casals
Historiador
Bilbao, 16 de enero de 2006
Todo ello
tuvo su punto culminante en 1848, cuando en una entrevista entre Franco
y don Juan a bordo de El Azor se decide que el príncipe Juan
Carlos venga a estudiar a España. En realidad se inaugura una
nueva etapa. Franco ha hecho aprobar la Ley de Sucesión en
1947, en virtud de la cual crea una monarquía a su medida;
él se convierte en un regente con el derecho a nombrar como
futuro rey a aquel varón mayor de treinta años y de
religión católica que siga los principios del movimiento.
Y, si una vez lo ha nombrado, no le gusta, se reserva el derecho a
cambiarlo.
Así las cosas -y
como dijo José María Pemán-, Franco quiere que
el príncipe venga a estudiar a España, pero también
quiere estudiar al príncipe. Y rápidamente se establecerá
una relación de simpatía de Franco hacia el joven príncipe.
Sin embargo, las cosas se complicarán nuevamente, sobre todo
en los años cincuenta. Franco tiene un único candidato
(el príncipe Juan Carlos), y don Juan está cada vez
más arrinconado; no obstante, con su Ley de Sucesión
orquesta un verdadero baile de pretendientes. Pronto se va a complicar
la sucesión a la corona, porque volverán las aspiraciones
carlistas del príncipe regente don Javier de Borbón
Parma y su hijo Carlos Hugo.
Carlos Hugo de Borbón
Parma se proclama en Montejurra príncipe de Asturias; a su
vez, don Jaime, el hermano mayor vivo de don Juan (el mayor de todos
era Alfonso de Borbón, muerto a causa de su hemofilia) reclama
sus derechos dinásticos, a los que su padre Alfonso XIII le
hizo renunciar en 1935, dada su sordomudez. Durante la II República,
Alfonso XIII lo había presionado duramente, y parece ser que
los monárquicos le prepararon una encerrona, puesto que, utilizando
su sordomudez, le prometieron seguridad vitalicia a cambio de la renuncia
a sus derechos. Sin embargo, a principios de los años cincuenta,
don Jaime es una persona sola y desgraciada; su matrimonio con una
aristócrata italiana (Enmanuela de Borbón Dampierre)
se ha roto; lleva una vida tormentosa, arrastra siempre problemas
de dinero y sus dos hijos se encuentran en un internado suizo, al
margen, parece ser, del padre y de la madre. En este contexto, don
Jaime interviene en la lucha por la corona.
Franco aprovecha esta baza
y en 1954 hace que venga Alfonso de Borbón Dampierre a estudiar
a España. Franco tenía un candidato en el príncipe
Juan Carlos; ahora bien, por si su padre le influía o si por
miedo a saltarse el orden dinástico se negaba, quería
tener otra baza en Alfonso de Borbón Dampierre, su primo hermano.
A la vez, no hay que olvidar la presencia de los carlistas, quienes
con don Carlos Hugo optaban por la corona.
Así las cosas, en
1956 se produce un hecho luctuoso y muy importante: se trata del accidente
en el que muere el hermano pequeño de don Juan Carlos (Alfonsito).
Como todo el mundo recordará, don Juan Carlos está manipulando
una pistola que se dispara accidentalmente, y la bala mata a su hermano.
Al margen de constituir una tragedia familiar, en aquel momento complicó
mucho las cosas a don Juan. En efecto, de estar vivo Alfonsito, si
don Juan Carlos hubiera aceptado suceder a Franco y don Juan le hubiera
desautorizado, todavía habría guardado una baza en su
hijo pequeño. No obstante, al fallecer, don Juan se queda prácticamente
sin recursos ante Franco.
Don Juan Carlos se irá
afianzando como el candidato de Franco. Un hecho definitivo fue su
boda con doña Sofía en 1962. En esos momentos, la princesa
Sofía sintoniza plenamente con Franco y con su familia, en
especial con doña Carmen, persona muy influyente en Franco.
La boda sirvió de gran propaganda para don Juan Carlos; sin
embargo, cada vez que don Juan aparecía en las imágenes
de la boda, éste era eclipsado (se le ponía un florero
o una cortina), hasta el punto de que don Juan, con mucho motivo,
diría que aquélla era la boda "del huerfanito",
ya que el padre no aparecía por ninguna parte. En definitiva,
hacia 1962, y al casarse con doña Sofía, don Juan Carlos
había conseguido prácticamente convertirse en el candidato
in pectore a rey.
¿Qué enseñanzas
daba Franco a don Juan Carlos? Lo más sorprendente al estudiar
este asunto es que Franco no lo constriñó. Con Franco
imperaban más los silencios que los grandes discursos; además,
Franco tenía muy claro que don Juan Carlos no podría
ejercer el mismo tipo de gobierno. Así, por ejemplo, cuando
don Juan Carlos le manifestaba su deseo de asistir a un consejo de
ministros, Franco le contestaba que para qué quería
asistir si ya sabía que no podría gobernar como él.
Igualmente, cuando don Juan Carlos cometía errores al hacer
declaraciones problemáticas o en el exterior, Franco se limitaba
a expresar su preferencia: un príncipe mudo antes que un príncipe
tartamudo. Franco tenía tan clara la importancia del mando
que, una vez, en una de las sentencias que más me impresionaron,
dijo lo siguiente a un don Juan Carlos inquieto que se dirigió
a él: "Alteza, no se preocupe: el poder tiene recursos
para todo".
De todos modos, y aunque
don Juan Carlos se irá afianzando de 1962 a 1969, también
le saldrán obstáculos al paso. En concreto, habrá
otra boda real, la de Carlos Hugo de Borbón Parma, el príncipe
carlista, con la princesa Irene de Holanda, en lo que constituirá
una auténtica guerra del corazón y política.
La prensa europea titulará: "¿Cuál será
la reina?", junto con fotos de Irene de Holanda y doña
Sofía de Grecia. Además, el enlace creó problemas
protocolarios; por ejemplo, cuando ambas parejas asistían a
un acto público, ambos eran príncipes de Asturias, por
lo que había que ponerlos en el mismo rango.
Asimismo, en ambos casos
parece ser que el imperativo de la razón de Estado desempeñó
un importante papel, porque no estaba inicialmente previsto que doña
Sofía se casara con don Juan Carlos, ya que todas las quinielas
la emparentaban con un príncipe noruego, si bien, al parecer,
éste quería a una guapa chica del país. Finalmente,
doña Sofía se decantó por don Juan Carlos, quien,
a su vez, había salido de varios noviazgos, el más conocido
de los cuales era el mantenido con la princesa Gabriela de Saboya.
Al llegar 1969, don Juan Carlos se consolida como el sucesor de Franco
merced a dos hechos fundamentales. Por un lado, nace el príncipe
Felipe, con lo cual ya hay sucesor, y, por el otro, muere la reina
madre Victoria Eugenia. Al fallecer ésta, desaparecía
el último obstáculo para que Franco pudiera hacer un
salto dinástico sin que nadie lo desautorizara públicamente.
De este modo, Franco nombra en 1969 sucesor a don Juan Carlos. Sin
embargo, cuando ya parecía todo decidido, apareció un
nuevo obstáculo: la boda de Alfonso de Borbón Dampierre
con María del Carmen Martínez-Bordiú.
Hay que pensar que Franco
tenía un pretendiente claro (don Juan Carlos), pero daba juego
a todos. Por ejemplo, pocos días antes de la boda de doña
Sofía con don Juan Carlos, recibió al príncipe
Carlos Hugo de Borbón Parma, y no porque pensara que éste
tenía posibilidad reales de llegar al trono, sino para mostrar
que no había nada decidido y que no tenía prisa por
levantar la liebre sucesoria. En este sentido, y como ya he indicado,
los manejos de Franco con los clanes monárquicos y con las
familias políticas se parecen a la forma en la que debía
actuar en Marruecos con las tribus indígenas. Jugaba a dividirlas,
a comprar las voluntades de una o a enfrentarla con las otras, siempre
para permanecer en el centro del poder sin que le cuestionaran.
Los testimonios indican
que, en cierto modo, la boda de 1972 fue amañada. Hubo mucha
ilusión por parte del marqués de Villaverde y doña
Carmen Polo, y Alfonso de Borbón era ambicioso y se había
ido situando en el entorno del movimiento, amparado por el ministro
Solís Ruiz y Mariano Calviño. Simplificando podemos
decir que Alfonso de Borbón, en 1972, era un "príncipe
azul" en razón no de su sangre, sino de su coloración
ideológica (quizá el más afín al movimiento
y al régimen), mientras que don Juan Carlos estaba situado
en los aledaños del Opus Dei, Carrero o los tecnócratas.