YO Y TU, OBJETOS
DE LUJO
Claves para entender la sociedad de nuestro tiempo
Dr. D. Vicente Verdú
Escritor y periodista
Bilbao, 30 de enero de 2006
En segundo
lugar, este proceso ha sido posible por dos razones: el desarrollo
tecnológico -que ha permitido producir bienes más baratos
para que los consuma más gente- y el avance de los medios de
comunicación de masas en todo el mundo. En una fase de un consumo
maduro en el que somos conscientes de que la publicidad engaña,
nos hemos hecho muy escépticos frente a él y, de paso,
frente a todas las instituciones. Actualmente, cualquier institución
está desacreditada (la política, la justicia, la universidad,
etc.), y el ciudadano se ha hecho descreído, escéptico,
cínico e infiel. Aunque todavía quedan chicos a los
que les gusta que se les vea con una insignia o un logotipo, nos estamos
desprendiendo de esta actitud, porque sabemos que eso es una fidelización
que nos subordina, y tratamos de ser nosotros mismos -si bien, consecuentemente,
el capitalismo ha comprendido este fenómeno personalizando
sus productos-.
Inmersos en esta etapa
de consumo -en España llevamos, por lo menos, cuarenta años-,
hemos adquirido conciencia de unos derechos que han venido a sustituir
a los derechos ciudadanos de la revolución francesa. El sujeto
consumidor ha adquirido la idea de ciudadano como sujeto de derechos
y deberes -o como ciudadano que paga impuestos y que tiene derecho
a exigir- en el ejercicio del consumo: pide calidad por el precio
que paga. Y, coherentemente, si aprende a pedirla por la lata de sardinas
que adquiere, acaba pidiendo calidad por la clase de sanidad que recibe,
la justicia que se le administra o la democracia que sostiene con
su voto.
Por tanto, una vez que
el proceso ha madurado, se ha creado una nueva conciencia crítica
totalmente contraria al aborregamiento -al que, se suponía,
iba a conducirnos el consumo-. Asimismo, los medios de comunicación
de masas y, en especial, la televisión -que se imaginaba como
alienadora- han propiciado que nos hagamos cargo de un mundo lleno
de injusticias, desigualdades, explotaciones, pobreza y miseria, de
manera que todas las grandes marcas están necesitadas de hacerse
querer, para lo que se presentan como humanitarias (instituciones
con sentido de la caridad). Igualmente, el conocimiento del mundo
a través de los medios de comunicación de masas ha hecho
adquirir conciencia de las condiciones del mundo y no poder vivir
ajeno a ellas.
El resultado es que estas
grandes empresas han introducido el nexo entre compra y ayuda, que
no se hacía automáticamente, de manera que toda esa
mala conciencia que se siente cuando se compra una cosa cara o superflua
se lava obteniendo la promesa de que una parte de esa compra es limosna.
El resultado es sorprendente.
No se esperaba que el consumidor -que era manipulado, conducido, etc.-
se convirtiera en un ser crítico que, cuando averiguaba que
Nike explota a los niños, no compra su producto, o lo ejercitara
desde el punto de vista político, como se ha visto con los
boicots que se han inventado para los productos catalanes. De esta
manera, el consumidor se revela, es decir, hace saber que existe y
que hay que contar con él.
Asimismo, la exigencia
de calidad se traslada a otros ámbitos. Tal como sucede cuando
probamos algo, no nos gusta y lo devolvemos, en política sucede
lo mismo. ¿Por qué votar a alguien para que se mantenga
cuatro años en el poder cuando está suspendido una y
otra vez en los sondeos? De este modo, incluso la duración
de la representación democrática en cuatro años,
algo que parecía muy sólido, puede ponerse en cuestión.
No digo nada escandaloso.
Según los analistas, el futuro de la política es doble:
su desaparición o disolución en otras clases de organización
social que ya no se podrían llamar "políticas",
o su transformación de la idea de polis (ciudad) a la idea
de domus (casa). Es decir, atender a la gente dependiente en aspectos
concretos: conciliar el trabajo con la familia, lograr que los niños
aprendan de verdad inglés o tener en cuenta que no se es nadie
-o se es menos- si no se tiene un ordenador, todo ello en un intento
por favorecer condiciones de vida para el desarrollo personal. En
realidad, se trata de una reproducción de la socialdemocracia
en niveles más personalizados -como hace, por su parte, la
producción empresarial en general-.
Al hilo de estos cambios
que describo, también me parece capital lo que está
sucediendo con respecto al nuevo conocimiento en superficie, que siempre
tuvo mala prensa, puesto que la idea buena era la profundidad. El
libro más vendido en Estados Unidos hace dos años se
llamaba Blink (literalmente, "golpe de vista"), que ha sido
traducido en España como Inteligencia intuitiva. Habla de la
clase de conocimiento basado en el golpe de vista, que tiene que ver
con la pantalla, con el mundo audiovisual, con el hipertexto, con
las sociedades abigarradas, mixtificadas y llenas de detalles. Esa
clase de conocimiento en superficie, que habíamos despreciado,
es ahora el más útil e indispensable para sobrevivir
y comprender. El conocimiento en profundidad nos atasca, ralentiza
y lentifica en este mundo tan variado, por lo que nos deja rezagados.
El otro conocimiento se muestra acorde con la velocidad de las cosas
y la variedad del mundo.
Este conocimiento -al que
creo que no se le ha prestado la debida atención- tendría
que empezar a considerarse para elaborar los nuevos planes de enseñanza
y de estudios, pensando en qué clase de mundo está esperando
a los chicos que he descrito más arriba. Hace pocos días
me contaba una psicóloga que los tests generales de inteligencia,
cuyos cien puntos diagnosticaban una inteligencia normal, están
considerando esos mismos cien puntos como inteligencia por debajo
de la normalidad. Por lo común, los chicos están dando
resultados de 117, 118, 121 ó 122 en comprensión, desciframiento,
interpretación o asociación; todo ello les resulta ahora
más familiar porque desde pequeñitos reciben gran cantidad
de estímulos y entran en gran cantidad de intrigas, algo a
lo que, naturalmente, nosotros no podíamos acceder porque jugábamos
a las bolas, las trompas o el escondite. Esa clase diferente de ejercicio
está cincelando otra nueva cabeza y una nueva relación
con el mundo y los demás.