<<<ANTERIOR / SIIGUIENTE>>>
Para estos casos hay un criterio de actuación mínimo: máxima visibilidad y programación continua. Es decir, el resto desaparece, y se pasa a una programación en la que todo aquello que va ocurriendo sobre la marcha se tiene que contar y poner en escena. Por tanto, se abre un tiempo en el que ese acontecimiento se convierte y es muy importante subrayarlo para entender lo que ocurre a partir de la primera hora del 11 de marzo en un plató de televisión.
¿Qué sucedió con ocasión del 11 de septiembre? Ocurrió algo singular que todos recordamos: en las primeras horas de aquel atentado, el presidente de Estados Unidos, George Bush, conoce la noticia del atentado contra las Torres Gemelas en una escuela de primaria de Florida. Después de unos primeros minutos de titubeo, el equipo de seguridad de la Casa Blanca se lleva al presidente a una base situada en el interior del país. Durante unas horas estará desaparecido, y nadie sabrá dónde se encuentra.
Sin embargo, mientras todo esto sucede, las televisiones han convertido la zona accesible de Nueva York donde se ha cometido el atentado en un plató de televisión. Hay un personaje cuya carrera estaba en su fase declinante que esa mañana se convierte en la gran estrella política. De repente renace y se transforma en una referencia no solamente para los neoyorquinos, sino también para todos los norteamericanos y el resto del mundo. Me estoy refiriendo al alcalde Rudolph Giuliani. Lo único que hace Giuliani es ocupar un plató de televisión construido por todas las cadenas de televisión que, en ese momento, están ofreciendo información continua sobre todo lo que sucede.
Quizá esta forma de concebir un plató de televisión choca a veces con la concepción interna que se tiene de la información en la televisión. Recuerdo que a las tres y once minutos de aquella tarde, cuando llevábamos ya un cuarto de hora con la noticia de las Torres Gemelas y ya intuíamos que iba para largo, el editor jefe del telediario se vuelve hacia mí y me pregunta: "¿Hasta cuándo vamos a estar con esto de las Torres?". Le respondí que, en casos así, el telediario que se ha preparado con todo el saber profesional durante toda la mañana ha sido "asesinado" junto a las miles de personas que han muerto. En ese momento, al público no le interesa otra cosa, todos están pendientes de qué está sucediendo y necesitan una explicación sobre la barbaridad que se ha cometido.
Por tanto, convertido ese lugar en un plató de televisión, podemos concluir que quien no está en la televisión en ese momento no comunica. En aquella fatídica ocasión lo hizo Giuliani en detrimento del presidente Bush. Asimismo, desde el otro lado de la pantalla, cuando uno asiste a un acontecimiento de este tipo lo que espera es que alguien tome las riendas de la comunicación y comparezca; y de él se esperan mando, dirección, refugio y seguridad.
Sirva este preámbulo para analizar algunos de los errores que cometió el Gobierno español en el 11 de marzo. El primero y más claro fue la no presencia del presidente José María Aznar en la Estación de Atocha. Fue algo que nos preguntamos todos durante aquella mañana. En cambio, habían acudido Rodrigo Rato, Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz Gallardón o Ángel Acebes, que hizo la primera declaración sobre el atentado; en ella no habló de autoría, sino que subrayó que lo prioritario era la atención a las víctimas y a sus familiares.
Sin embargo, el Gobierno convoca un gabinete de crisis. En concreto, recibo una llamada sobre las diez de la mañana en la que se me dice, como es habitual, que se envíe una cámara al Palacio de la Moncloa para tomar imágenes de la reunión del Gabinete de crisis. Así se hizo; el cámara acudió, tomó esas imágenes, regresó a Torre España y, cuando nos llegaron, las distribuimos a todas las televisiones, para que cada una hiciera el uso que creyera necesario.