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AULA DE CULTURA VIRTUAL

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Transcripción de la conferencia del filósofo y escritos Eugenio Trías el 6 de mayo de 2002


En ese sentido, Nietzsche habla de un cuestionamiento de los más altos valores, sean éstos el valor de la verdad, el del bien o el valor de Dios en el sentido de objeto y personificación de nuestras orientaciones por la vía de la religión, por la vía de nuestra relación con lo sagrado, o incluso en el campo de la estética, en relación con la belleza y lo sublime o sus posibles contrarios. Y yo me atrevería a decir que este cuestionamiento tiene que ser asumido; es evidente que en los retos de la filosofía actuales dicho cuestionamiento debe estar incorporado e integrado, no se puede pensar en términos filosóficos (y todos poseemos de algún modo el ejercicio posible de la inteligencia, ya que al fin y al cabo la filosofía no es sino la expresión y ejercicio de esa inteligencia que se muestra como posibilidad encarnada en cada uno de nosotros) sin que religión, teología, estética, teoría del arte, ciencias, ética en sus distintos modos de orientación respecto de la verdad o filosofía en relación con el conocimiento y la verdad asuman este cuestionamiento. Y deben hacerlo mediante una entrega incondicional, por lo que yo diría que el postmodernismo es un estado de cosas que requiere una respuesta, una reorientación, en definitiva, de nuestros modos, de nuestros hábitos y también de nuestras formas de entender la filosofía, la inteligencia expresada con palabras y en la escritura, a lo que yo llamo razón.

Por otra parte, muchas veces, ahí donde existe la contradicción, el peligro, crecen también la incitación y la salvación. Es decir, ahí donde encontramos hechos contradictorios como pueden serlo las diversas formas culturales frente al marco ecuménico en que vivimos crece el reto. ¿Qué ocurre? Que existe una condición que tal vez ni siquiera sea equiparable con lo que nosotros entendemos por hombre. Y a lo mejor el gran problema del futuro no sea distinguir a éste del animal, gran tema que ha preocupado a toda antropología desde el principio, o lo viviente en las formas que reconocemos de lo inteligente en las formas que también nos son familiares; quizá todo consista en mostrar cómo esa inteligencia se hace viva en su relación con el ser vivo, con el animal pero también con la máquina. Recuerden a este respecto esa estupenda película premonitoria que yo siempre uso como paradigma de una condición fronteriza que no tiene por qué ser semejante a la que nosotros reconocemos. Me refiero a la película Blade runner; en concreto, a los replicantes. Lo hermoso de dicha película es que precisamente nos muestra la iniciación de estos personajes en esta condición; así, el personaje femenino de pronto elabora una memoria afectiva y el personaje masculino se pregunta quién es su progenitor, con lo que arrastra consigo a todas las grandes preguntas metafísicas a la manera calderoniana. Y esta iniciación les conduce a un final particularmente trágico y violento que nos muestra hasta qué punto esta condición quizá no es necesariamente equiparable con las formas que podemos reconocer. No obstante, en mi opinión, como tal condición debe ser analizada, descrita y mostrada en su extraordinaria peculiaridad no ya para considerarla superior a otras formas, sino para trazar la diferencia, mostrar lo que tiene de específico.

Quién puede decirnos que las cosas no son al revés, que no es verdad que el hombre, como decía Nietzsche, es un animal que ha enloquecido, un animal neurótico. Sí, efectivamente, puede ser posible, porque vive, vivimos, en la enfermedad. Desde que sabemos de nuestra condición mortal, por la que nuestra relación con los muertos está en el centro de todas nuestras preocupaciones, podemos decir que no pisamos terreno firme; por tanto, quizá lo único que pedimos es una cierta forma de cura y de salud. Pues bien, en este sentido, la filosofía puede contribuir como una elucidación de aspectos que también tienen sus modos y maneras en la creación artística o en las formas de religión más ilustradas -y yo siempre he abogado por esto, como hice ver en una conferencia dada en el Aula hace algunos años-; es decir, de una religión que requiere nuestra inteligencia y la reta, de una religión que se ejerce y se plantea cuando da lugar a fomentarse desde la más plena y consciente libertad. A mí sólo me queda señalarles, para concluir, que los expuestos son únicamente algunos de los retos de la filosofía en la ciudad que somos, en esa ciudad que encarnamos. Entonces, nuestro gran reto es pensar precisamente en esa condición que nos define, con todos sus claroscuros, con la dialéctica entre lo humano y lo inhumano; entre lo humano que a veces es demasiado humano y lo inhumano que planea sobre nuestra existencia como una sombra que nos asedia, siempre próxima a nosotros y que se manifiesta de muy distintas formas.


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