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AULA DE CULTURA VIRTUAL

La Fundación Grupo Correo está desarrollando este año un interesante programa de conferencias cuyas transcripciones ofrecemos en El Correo Digital.

LOS RETOS DE LA FILOSOFÍA

D. Eugenio Trías

Filósofo y escritor. Premio de Periodismo El Correo 2001

Bilbao, 6 de Mayo de 2002

 

Ante todo, antes de comenzar la conferencia, quisiera expresar mi satisfacción por poder estar de nuevo aquí. Es la tercera vez que participo en este extraordinario foro que hoy me convoca para charlar con ustedes de un tema diferente a los que he tratado en las anteriores ocasiones. Efectivamente, si la primera vez que visité el Aula fue para hablarles de arte en referencia con una gran composición emblemática de nuestra época, perteneciente a Marcel Duchamp, y la segunda hablé, en cambio, de religión porque acababa de sacar un libro titulado Pensar la religión, a continuación voy a tratar sobre un tema que tiene que ver con un artículo que publiqué en EL Correo, "La voluntad cívica", y por el que precisamente me han concedido el Premio de Periodismo del año 2001 -aprovecho, entonces, para hacerle llegar al Diario mi agradecimiento y decirle que es todo un honor para mí el que me lo hayan otorgado-. Efectivamente, en los próximos minutos desgranaré en cierta manera la esencia de dicho artículo, cuya redacción me la inspiró el hecho de estar rodeado de amigos tan buenos como los que tengo aquí, en Euskadi. Amigos que practican esa voluntad cívica al saber expresar y realizar su vocación, su profesión, con plena conciencia y lucidez ante circunstancias que no siempre son las deseables y a las que se sobreponen justamente a través del ejercicio de dicha voluntad.

En realidad, fue este asunto central el que me condujo al tema que voy a exponer, el tema de la ciudad, por eso lo he reseñado. La verdad es que el tema de la ciudad forma parte, en cierta manera, de la tradición en la que se inscribe mi propia vocación, mi profesión, la de filósofo, ya que parece evocar lo que yo llamaría "la carta magna de la Filosofía", esto es, su momento inaugural, fundacional, que no es otro que ese grandísimo texto que ha sido objeto de polémica, de discusiones, de una enorme controversia, en definitiva, porque lejos de ser impecable sí es absolutamente grandioso: La república, de Platón. Dicho texto no es sino una reflexión sobre el concepto de ciudad, entendiendo que ésta no es algo abstracto, ni siquiera localizable (no es Atenas, como tampoco es Bilbao o Barcelona), sino algo en plena compenetración con lo que somos. Y precisamente esta idea, la de correlacionar nuestra propia condición con el concepto de ciudad, es uno de los aspectos más atractivos de este gran diálogo -porque de un diálogo se trata-. De hecho, al principio del mismo, Sócrates señala que en el fondo somos ciudad, y todo el diálogo circula en torno a esta brillantísima idea. Es decir, quizá para adentrarnos en nuestra propia condición, en todas las complejidades de las diversas formas anímicas que en nuestra condición están presentes, para hacer referencia al núcleo constitutivo de nuestra propia identidad (lo que en griego se expresaba con el término alma), deberíamos reflexionar sobre la propia ciudad. ¿Por qué? Porque nuestra condición se identifica con el ámbito cívico en el cual se expresa y del que participa, por lo que la ciudad, quizá de una forma aumentada, acaba expresando, entonces, aquello que somos.

La verdad es que éste que nos ocupa es un gran asunto que a mí me lleva preocupando varios años, desde que escribí el libro El artista y la ciudad, a mediados de los 70, hasta el último que he publicado, titulado Ciudad sobre ciudad, que no deja de ser un intento de formalizar mis distintas incursiones en la filosofía. Incursiones bastante diversas, por cierto, porque a pesar de que tengo un concepto unitario de la filosofía, siempre han apuntado al diálogo con la religión, con el arte, con la estética, con el concepto de verdad, y por tanto con la elaboración de las formas de conocimiento que son propias del pensamiento filosófico, o con la idea de razón que se desprende a este respecto y su uso práctico, es decir, con el ámbito de la razón práctica, con el ámbito donde nuestra libertad se pone a prueba. Así, podríamos decir que me han importado los problemas de la verdad, del bien, -y entonces también el de la libertad-, el de la belleza (que en cierta manera tiene que ver con el arte y la creación, con la poiesis) y el de Dios o lo sagrado, que es el gran tema de toda filosofía de la religión. Por tanto, si he escogido como título de esta conferencia "Los retos de la filosofía", es porque entiendo que precisamente dichos conceptos conforman las cuatro circunscripciones principales en las que reside dicho ámbito. Y no es que sean las únicas, ya que existe una necesaria confrontación con la ciencia y con la técnica, así como con el ámbito de la organización política; no obstante, estos cuatro ámbitos son, sin duda, los más relevantes.

Entonces, se podría asegurar que lo propio de toda filosofía es -y explico un poco lo anterior- elaborar las formas críticas todavía posibles de la razón que califico de fronteriza y el concepto de límite, que de alguna manera determina y ordena mi propia orientación; el uso práctico de esa razón, que sería una posible ética y que he tratado de desarrollar en ensayos como el que titulé Ética y condición humana, y el diálogo absolutamente necesario con las formas del arte y de la estética que nos son propias y en las que también debemos encontrar nuestra propia identidad, nuestras propias formas de expresión, sin olvidarnos, eso sí, de nuestro entorno, puesto que la filosofía siempre debe dar respuesta al contexto histórico en el que se halla. Es decir, que la filosofía es, en cierta manera, la figura que la inteligencia se forma. Una inteligencia que por otro lado no es abstracta, ya que va antecedida por las emociones, por las pasiones, por los afectos. Una inteligencia pasional, por tanto, como ya decía Aristóteles, pero que al tiempo intenta dar respuesta al contexto histórico en el que se encarna.


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