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Nuestro héroe expuso la posición de su coalición al respecto de esta manera:
Los militantes de Herri Batasuna no es que seamos partidarios del aborto, pero no podemos ignorar que cada año abortan en Euskadi más de tres mil mujeres, en unas condiciones de salubridad tan infrahumanas que peligra no sólo la vida de la madre, sino también la de la criatura.
Es, en cuarto lugar, un lenguaje paliativo, eufemístico, cuya función no es describir la realidad, sino, precisamente, velarla, edulcorarla, y que tiende a cargar en lo adjetivo lo que le perdona al sustantivo.
El 29 de agosto de 2000 se produjo en Zumárraga el asesinato del concejal popular Manuel Indiano a manos de ETA. El lehendakari convocó a los medios de comunicación esa misma mañana y dijo con solemnidad:
Quiero dirigirme a ETA de manera contundente: éste no es el camino.
En los primeros años ochenta, durante la legislatura en la que Carlos Garaikoetxea fue presidente del Gobierno Vasco, recuerdo unas declaraciones del lehendakari que oí en la radio, tras el asesinato, creo que de un guardia civil, en las que dijo lo siguiente:
Es hora de que exijamos a ETA que dejen de persistir en su nefasta ceguera.
Una vez más se carga la mano en el calificativo "nefasta", pero se abre de manera incomprensible con el sustantivo "ceguera". Cabe pensar que no hay ceguera ni errores. Los asesinos matan aposta y desdichadamente hacen gala de buena puntería la mayor parte de las veces.
Es el mismo lenguaje que ha llevado a las instituciones gobernadas por nuestros nacionalistas a colocar esas proclamas "antiterroristas" o así que aún hoy figuran en las fachadas de ayuntamientos y diputaciones: "Bakea behar dugu" (Necesitamos la paz).
"Cuanto más horrible es la situación, tanto mayores son nuestras ganas de buscar resquicios para la paz", dijo Arzalluz a finales de 1997. Nunca un dirigente democrático había cantado la gallina de manera tan clara. La recuperación de las libertades tendría que requerir otro leguaje más épico, quizá los versos de Neruda para celebrar la caída del dictador Pérez Jiménez en Venezuela:
Se rompieron los muros del tirano
y desató su majestad el pueblo.
Aquí no aspiramos a tanto. Lejos de nosotros la tentación de abrir de par en par las puertas de la paz o recorrer de treinta en fondo las alamedas de la convivencia democrática. Lo nuestro es algo más menesteroso, necesitamos la paz, buscamos un resquicio. Ésta es la clave del error: que los terroristas no van a cejar en su tarea de sembrar el horror con el fin de que a quienes así se expresan, les aumenten las ganas de buscar resquicios, redoblen sus esfuerzos, persistan en sus ofrecimientos.
En el País Vasco se usa este lenguaje paliativo al hablar de la violencia desde hace bastante tiempo. Hoy todo el mundo incurre alguna vez en él, pero es justo reivindicar el copyright.
Hace ya unos cuantos años leí la noticia de un suceso en las páginas de un periódico que hoy es soberanista. Daba cuenta de un atraco perpetrado, creo recordar, por tres individuos en una caja de ahorros en Balmaseda. El suelto contaba que los atracadores entraron en el establecimiento con las caras cubiertas y provistos de escopetas de cañones recortados, con las que amenazaron a los trabajadores y a la escasa clientela. "A continuación", explicaba el seráfico redactor, "los encapuchados se dieron a la fuga con un botín de 300.000 pesetas, sin hacer uso de la violencia en ningún momento".
El sábado, 10 de abril, sábado santo por más señas, oí un boletín informativo de la radio pública vasca que daba cuenta del penúltimo episodio de la guerra de Iraq, la crisis de los rehenes. Alcancé a oír que las milicias chiíes habían secuestrado a varios ciudadanos japoneses e italianos para solicitar la retirada de las tropas aliadas del territorio iraquí. "Solicitar", dijo textualmente. El resto de la cita es aproximado, porque iba conduciendo y no podía, como es fácil comprender, tomar nota en aquel momento.
Es también, en quinto lugar, un lenguaje impasible, al que no afecta el contraste con la realidad. Cuando ETA declaró el 16 de septiembre de 1998 lo que convinimos en llamar "la tregua", el entonces ministro del Interior calificó de "tregua-trampa" el alto el fuego. La expresión le valió las descalificaciones de todos los portavoces del nacionalismo, que le acusaban de no haberse enterado de la gestación de la tregua, algo que ellos mismos le habían ocultado con gran empeño. La propia ETA admitía en la serie de Gara citada arriba que Mayor Oreja tenía razón, que su declaración de tregua no era parte de un proceso de paz, sino de soberanía:
Euskadi Ta Askatasuna entiende que el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, sí efectuó una lectura correcta de la misma al acuñar el concepto de "tregua-trampa".
¡Por supuesto! Era "un instrumento dirigido contra los gobiernos francés y español!" y, en la misma medida, "una trampa para la estrategia de sumisión a España que habían desarrollado hasta entonces PNV y EA".
A pesar de esta información, que parece relevante, los nacionalistas siguen reprochando hoy a Mayor Oreja su razonable definición de la tregua de ETA como trampa.
En sexto lugar, otra de sus características más relevantes es que se trata un lenguaje victimista y, en consecuencia, narcisista. El 11 de marzo, un día que tendremos pegado para siempre en la memoria, el lehendakari hizo una declaración institucional para comentar el terrible atentado que se había perpetrado un par de horas antes en Madrid. Entre otras cosas, dijo lo siguiente: "No son vascos de ninguna manera quienes cometen estas atrocidades; son simplemente alimañas, simplemente asesinos". Ibarretxe acertó en la primera parte de la propuesta: no eran terroristas vascos, sino fundamentalistas islámicos. Pero acertó sin querer, porque al decir esto él creía que eran de ETA. O sea, vascos, aunque la correspondencia entre los términos "vasco" y "terrorista" no es, evidente y afortunadamente, biunívoca.