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AULA DE CULTURA VIRTUAL

MUJER Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Dña. Rosa Villacastín
Periodista

Vitoria, 4 de marzo de 2004

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¿Por qué matan los hombres? Cuando se analizan las historias que hay detrás de cada episodio de violencia, una se da cuenta de que en la mayoría de los casos es gente que se encuentra inmersa en un proceso de separación. El hombre no ha asumido todavía el papel de la mujer en la sociedad española (tampoco en la noruega, que está mucho más adelantada y donde se producen los mismos asesinatos). Ahora bien: ¿por qué? No lo acepta porque son años, siglos incluso, de cultura machista según la cual se creían que la mujer era de su propiedad, y eso todavía se sigue notando, por ejemplo, en los medios de comunicación. Vuelvo al escenario que yo más conozco: ¿por qué creéis que la mujer sale tan maltratada, con una imagen tan deteriorada, en los medios de comunicación? Porque están gobernados por hombres. Cualquier mujer que tuviera mando en las televisiones entendería que es repugnante ofrecer esa idea de la mujer, pero, en realidad, es la idea que muchos hombres tienen de las mujeres.

Por eso es necesario que las mujeres tomemos el mando, siempre que reunamos méritos para ello. Yo en este punto no quiero ser discriminatoria, como han hecho ellos durante muchos siglo. La mujer que tenga méritos, que llegue. Pero.... ¡hay tantas que tienen méritos! En los medios de comunicación, las mujeres somos mayoría, pero creo que en toda España sólo hay una mujer que dirija un periódico. No hay ningún periódico de Madrid que tenga una mujer directiva. Tampoco ninguna emisora de radio. No servimos para desempeñar el poder, pero sí para hacer posible que todo ese engranaje funcione. Cuando en todas las redacciones somos mayoría, lo mismo que las presentadoras, las cronistas parlamentarias o las mujeres opinadoras, ¿por qué no alcanzamos el poder? Ésa es una valla que tenemos que ir derribando poco a poco, y que yo espero que las generaciones más jóvenes lo hagan.

Del mismo modo, también cambiará la vida en pareja. Hoy es dificilísimo que un hombre colabore en las labores de la casa, y las mujeres de mi generación nos hemos estado quejando siempre de esa poca participación del hombre en la casa. No obstante, yo estoy segura de que los jóvenes ya empiezan a verlo de otra forma. Yo, por ejemplo, nunca había visto tanto joven preocupado por la paternidad.

Sin embargo, nos siguen exigiendo que seamos las primeras en la universidad y en el trabajo, que mantengamos la casa perfecta, que los niños vayan al colegio y nos preocupemos de llevarlos y de preguntar a los profesores cómo van. Además, tenemos que traerlos a casa y poner una sonrisa de kilómetro cuando el señor llega, para demostrar que estamos encantadas de tenerlo en casa. Ésa es la realidad, y es razonable que haya muchas mujeres que tiren la toalla. Es normal: nadie nos ha preparado para cargar sobre las espaldas el trabajo, con la competitividad que hay en él (sólo las que trabajan fuera de casa saben lo duro que es eso) más todo lo que hay en casa (la intendencia, los niños y el marido). Y además, hay que ser una número diez en la cama, porque si no se marcha con otra.

Pues bien, todo esto es lo que nos exigen a las mujeres de hoy día. ¿Y qué nos queda a las mujeres de cincuenta? Como he dicho, a esa edad debemos pararnos y decir: "Este es mi momento. A partir de ahora soy yo la única que lleva las riendas de mi vida". Es el momento de hacer lo que una quiera: te has dedicado a tus hijos y has sido una sacrificada. Ahora es el momento de dedicarte a lo que realmente hayas querido hacer y no hayas podido. Unas mujeres no han tenido medios para ello, otras no han tenido la oportunidad, otras han optado por ser amas de casa y dedicarse a sus hijos –algo que a mí me parece válido siempre que se haya hecho libremente, igual que la mujer que libremente ha querido ser médica o empresaria–.

Los cincuenta son el momento para todo ello. Sin embargo, para que lo consigamos, la mentalidad de las mujeres tiene que cambiar tanto o más que la del hombre. Si las mujeres seguimos siendo enemigas de la mujer –y esto no es un tópico–, por ese camino nunca vamos a conseguir aunar esfuerzos y llegar a lo que tengamos que llegar, sea el éxito o el fracaso. Digo esto porque lo que para mí es éxito para otra persona puede ser un fracaso. Yo, por ejemplo, pertenezco a una generación de periodistas a las que es verdad que nos ha ido muy bien, aunque sacrificando parcelas de nuestra vida personal. Unas lo hemos hecho encantadas, mientras que otras no. Hay mujeres que hemos renunciado a la maternidad porque hemos pensando que nuestro camino era otro, y lo hemos hecho. Unas estamos encantadas, pero otras han dado marcha atrás y han adoptado hijos. Otras, en cambio, tienen hijos pasados los cincuenta.

Yo creo que las mujeres políticas son las que más pueden y tienen que hacer en esta dirección. Ellas son las que más exigentes tienen que mostrarse con los hombres de sus propios partidos. Ya ha desaparecido la mujer florero –se ha demostrado que no era nada eficaz–, pero todavía queda la sensación de que los que marcan las normas son los hombres. Mientras que en la vida familiar, política o laboral los hombres y las mujeres no caminemos juntos, no lograremos absolutamente nada, porque nos seguirán viendo con esos ojos que no son ojos de mujer, como dice Terenci Moix en una frase preciosa. ¿Por qué las mujeres tenemos que mirar atrás cuando tenemos la posibilidad de mirar hacia delante? Hay que olvidarse de todo lo que ha pasado, para todo no tenemos que ir con acritud. Tenemos que ir hacia delante en todo, en las cosas que podemos conseguir, en todo lo que nos queda por dar y en todo lo que todavía tenemos que aprender. Por ejemplo, de los hombres tenemos que aprender algo importantísimo, que es la solidaridad entre ellos, y cómo se apoyan entre sí muchísimo más que nosotras.

Además, tenemos que ser muy exigentes con todo. Vuelvo al mundo de la televisión: ¿por qué no protestamos cuando salen esas imágenes de señoras que no representan ningún ejemplo? ¿Por qué no nos revelamos alguna vez? También debemos revelarnos contra esa otra imagen de la mujer perfecta. Ni siquiera las modelos tiene unas medidas 90-60-90. Si no hay ninguna que mida eso, vamos a mostrarnos como realmente somos y, sobre todo, vamos a ser solidarias con todas las mujeres, sean guapas o no. Otro tanto sucede con algo tan representativo como las reglas sobre sucesión en el trono que rigen la monarquía. Yo creo que ha llegado la hora de que se modifique la Constitución. En definitiva, cada uno desde su pequeña parcela de poder puede hacer que todo esto evolucione.

En mi libro hablo de todos estos asuntos: los cambios en la familia, la manera en la que la belleza nos condiciona, cómo ha cambiado la mujer en todos estos años o cómo, por ejemplo, la píldora ha supuesto la mayor revolución (la píldora nos permitió tener los hijos cuando y como queríamos, que era el gran estigma de la mujer, y decidir el número de hijos).

En definitiva, en ese ecuador de nuestra vida, yendo a los médicos y con un tratamiento adecuado, las mujeres de nuestras generación, que hemos pasado mucho, tenemos muchos años por delante para que, utilizando la cultura y la preparación, consigamos ampliar nuestros horizontes y construir una sociedad mejor y menos zafia. Hoy ha muerto Lázaro Carreter. No hay nada, por ejemplo, más tremendo que el lenguaje soez que se está utilizando en algunos programas de televisión donde todo es insulto y donde no se dicen tres palabras seguidas sin dar patadas al diccionario. Debemos ser más exigentes, porque a todos nos interesa que lo que se vea tenga dignidad y, especialmente, que esas imágenes no condicionen a la gente que viene detrás de nosotros.

Para lograrlo, es indiscutible que los medios de comunicación tenemos que colaborar: la sociedad, y en especial las mujeres, deben ser exigentes con nosotros; y desde luego, nosotros debemos serlo con ella.

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