HOMBRES Y MUJERES:
CONDENADOS A ENTENDERSE
Dña. Rosa Villacastín
Periodista
Lunes, 29 de mayo de
2006
Los cambios
en la sociedad han sido veloces. Pienso en los tiempos en los que
una mujer no podía comprar una casa o abrir una cuenta corriente
si no era con la firma de su marido, o los años de luto que
había que guardar por la muerte del padre o de un hermano.
Hoy día no extraña ver una mujer en la vida política,
y de hecho María Teresa de la Vega ha sido elegida por los
ciudadanos como la mejor política. Por eso, en el libro incluyo
el ejemplo del príncipe Felipe, que acompañó
a su esposa al paritorio. Esto era muy difícil que sucediera
en la generación anterior, lo mismo que ir a recoger las notas
del hijo al colegio, tarea que -se suponía- correspondía
a la madre.
También me interesa
mucho la imagen de la mujer en televisión. Ni en los peores
tiempos se ha dado una imagen tan denigrada de la mujer como en la
televisión actual en televisión. Toda la que triunfa
en ese medio lo hace por confesar que se ha acostado con alguien;
nadie saca a una mujer por sus méritos (investigadora, médica,
etc.).
Quiero llamar la atención
sobre el hecho de que esta forma de actuar no es gratuita, porque
la imagen que los niños y niñas copiarán será
precisamente ésa, hasta el punto de que, hace unos días,
unos amigos fuimos a comer a casa de una amiga que tiene una hija
de ocho años. Le preguntamos qué quería ser de
mayor y respondió algo sorprendente: "Puta, como las de
la tele".
Por consiguiente, debemos
ser muy exigentes con la televisión, porque ésta no
cambiará hasta que el espectador no exija que cambie. Mientras
los programas que todos sabemos sigan existiendo, la gente joven querrá
imitar los comportamientos reflejados en ellos. Y otro tanto sucede
con los programas políticos, donde cada vez es más frecuente
que participen personas de diferentes partidos, porque los directivos
buscan que se enzarcen en peleas que, como se sabe, tienen mucha mayor
audiencia.
Casos como el de la muerte
de Rocío Jurado ponen de manifiesto lo que digo. Público,
televisión y periodistas han ido formando una bola que ha ido
creciendo hasta conseguir que hubiera personas que se han sentado
a las puertas de su casa en una silla de playa para ver quién
entraba en la casa. Un hecho como éste nos debe hacer reflexionar
sobre por qué somos tan insensibles ante ciertas cosas y, a
la par, tan receptivos ante otras.
¿Qué atractivo
encierran las conductas que se ven en programas como Gran Hermano
o La Casa de tu Vida? ¿Y qué consecuencias pueden tener
en niños y adolescentes todavía no formadas?
El interés en los
famosos reside ahora en ser personas que no hacen nada, algo que antes
no sucedía, ya que, por lo menos, el cantante salía
en televisión por ser cantante, etc. Por ejemplo, mi entrevista
a Antonio Gala tuvo una audiencia bajísima porque tenía,
a la misma hora de emisión y en otra cadena, a Mar Flores.
Igualmente curioso es el tratamiento que se da a la corrupción.
La de Marbella se ha estado denunciando desde hace diez años
por parte de la prensa del corazón, pero no de la política,
que ha pasado de puntillas.
En definitiva, un medio
tan maravilloso como la televisión está siendo degenerado
por todos. Y este fenómeno resulta especialmente grave en lo
que atañe a la imagen que se da de la mujer en ciertos programas
que todos conocemos.