a


AULA DE CULTURA VIRTUAL

ANTERIOR / SIGUIENTE

Transcripción de la conferencia "El juego de la memoria: luna lunera" de la escritora Rosa Regás 2

Con lo que yo creía que era el secreto de la confección de un relato literario, escribí también mi segunda novela, Azul. Como ya había escrito la anterior en primera persona del singular, es decir, me había puesto en la piel de esta mujer porque era consciente de mi falta de experiencia -a los 20 años, uno se puede equivocar y tiene toda la vida para rectificar, pero, a la edad en la que yo empecé, ya queda menos tiempo para hacerlo, y un primer golpe no se puede dar muy maló, dije ´no seas ambiciosa, empieza por el principio'. Así que comencé una novela realmente fácil desde el punto de vista de su redacción. Consistía en tener la capacidad, y esto me costó poco, de ponerme en la mente de esta muchacha y escribir su historia. Ya era mi segundo libro, y pensé ´bueno, a estas alturas debo de saber un poquito'. Además, como siempre he pensado que la literatura es un trabajo de artesanía en el que no hacen falta las grandes inspiraciones sino la obsesión ócuestión fundamental: si uno no se obsesiona, la ficción no existeó, pensé ´puedo ir un poquito más allá'.

Por eso se me ocurrió escribir la historia de una mujer vista, esta vez, por los ojos de un hombre, más jóven que ella, que se ha enamorado de la protagonista y que sigue fascinado incluso cuando, al cabo del tiempo, ya ha pasado el amor. De hecho, y volviédome a referir a lo de tirar del hilo, esta narración vino empezando también por un pequeño detalle: en un lugar donde yo estaba, en una isla al sur de Turquía, había una mujer que se paseaba por unas ruinas envuelta en harapos. Era una señora a la que se le había ido un poco la mente, y, entonces óesas cosas me fascinanó, empecé a inventar la historia de esta mujer, de los bombardeos de la época, de la Segunda Guerra Mundial, etc. Yo estaba en esta isla, a propósito del asunto, porque un amigo nos había invitado a realizar un viaje en barco a tres o cuatro personas. Era un hombre muy rico, así que pensé ´la única cosa que yo le puedo regalar es un cuento' -porque a un hombre muy rico no le puedes regalar nada de particular, nada que no pueda comprar; lo que no tiene es porque no lo quiere tener-.Con tal objetivo, la historia se convirtió en una historia cada vez más amplia, hasta salir Azul.

Fue cuando me puse a escribir la tercera novela cuando me dí cuenta de que, en este caso, mi fórmula "mágica" de escritura no servía. No tenía que tirar del hilo porque la historia la tenía completamente entera en mi cabeza; sin embargo, esta vez me faltaba el tono, la voz, por decirlo de alguna manera. Este elemento caracterizador de una novela es lo que solemos llamar el estilo o la estructura del libro; una cosa es contar una historia en primera persona, ´yo nací en el año ..., y poco a poco fui creciendo, y vino mi padre, y vino mi madre', etc, etc, y otra cosa es hacer jugar a los personajes de tal manera que sean ellos los que hablen. Yo pensé que esta historia mía era tan brutal, aunque muy bonita, y ocurría en una época tan dolorosa -ocurre en la postguerra; de hecho, relata las consecuencias que la Guerra Civil tiene en una familia burguesa de Barcelona en la que la primera generación no se salva en absoluto y sólo se salva la segunda generación de niños, como les contaré luego, tal vez solamente por la fantasía o por la poesía-, que no podía contarla como si fuera un cuento, porque habría quedado como una caricatura.

Estuve por lo menos dos o tres años intentando buscar la voz que tenía que narrar dicha historia, y finalmente, un día, la encontré. Lo recuerdo perfectamente: era un día durante el que yo había estado escribiendo y escribiendo, y guardando, porque antes escribíamos, cogíamos el papel y lo tirábamos, pero, ahora, con el ordenador, todo se va guardando. Ya tenía cantidades y cantidades de páginas que yo creía que no servían absolutamente para nada óincluso pensé en un momento determinado ´le doy al borrar y borro todo'-, pero las guardé, y un día, de pronto, viendo jugar a unos niños, vi que uno de ellos se acercaba a su madre y le contaba una pelea que había tenido con otro niño. La contaba sin dar consideraciones de tipo moral; no explicaba lo que estaba bien, lo que estaba mal, contaba simplemente lo que había ocurrido en la medida en la que le había afectado a él. Entonces, yo, que estaba escuchando atentamente, pensé ´claro, ésta es la voz que necesito'. Como en esta historia hay un viejo, un abuelo que tiene 5 hijos, y luego están los cuatro nietos, vi inmediatamente que éstos serían los que contarían la historia del momento presente, es decir, de los años 40. Y la contarían con esa mirada plácida que tienen los niños, esa mirada inocente con la que ellos no juzgan, con la que solamente dicen ´mi padre ópongamos por casoóme dio un bofetón que me hizo daño aquí' y no juzgan si éste, o el abuelo, o la madre, o el maestro, o quien fuera, ha hecho bien o mal.

Así, me pareció que tenía una parte de la dichosa voz, pero ¿cómo contar una historia mucho más amplia? Quería contar la historia de toda la familia, la historia del abuelo; de cómo el abuelo había llegado a la ciudad, cómo estaba en ella, por qué era un hombre rico y por qué se había hecho rico. Claro está, esto no lo podían saber los niños, por lo que debía buscar la segunda voz. Y apareció. No era otra que la voz coral de las mujeres de la cocina de esta casa, sita en una de las calles del barrio antiguo de Barcelona; una casa señorial, complicada y oscura en la que hay dos o tres cocinas juntas, como ocurría antes, donde hay una mujer que plancha como se planchaba antaño, con las planchas de vapor, otras que cosen, otras que preparan la colada, otra que está preparando las croquetas, la que está picando la carne, etc. Estas mujeres forman una especie de coro que habla entre sus miembros de lo que pasa en dicha casa, de lo que había pasado también, a través de rumores, de las confidencias de alguna persona que ha estado presente en alguna de las escenas que ocurren y de otra que ha estado más tiempo y cuenta lo que sabe. De esta manera, relatan su versión de lo que ha ocurrido en la Guerra Civil sin comprometerse, cada una con su visión, según le ha ido en la vida. Los niños, por su parte, desde detrás de la puerta, escuchan con el objeto de saber cuál es su propia historia.

Nacieron tres o cuatro años antes de la guerra y, durante los años de combate, fueron mandados a Francia y a Holanda, por lo que, a su vuelta, sin saber hablar ni catalán ni castellano, se encuentran en una casa desconocida, con un abuelo que no reconocen y unos padres cuya presencia la memoria no alcanza a recordar. Como los mayores se acuerdan un poco más y describen los hechos, preguntan a estas mujeres de la cocina. Ellas van contándose sus cosas, e incluso cuando los pequeños ya están acostados y las oyen hablar, se acercan a la puerta, la abren para escuchar lo que dicen; así, poco a poco, van reconstruyendo su propia vida, sabiendo, en último término, quiénes son. En fin, que, como digo, yo no tuve que tirar del hilo porque la historia la tenía muy clara, tenía muy claro todo lo que iba a ocurrir. Sólo me faltaba el pensar qué hacer con estos niños, porque, tal como estaba contada la historia, podía parecer que no tenían salida en un ambiente tan sumamente opresivo y cruel que únicamente les permitía ver a su madre una vez al mes en un tribunal tutelar de menores, sin poderle dar ni siquiera un beso por aquellas cosas que pasaban en la postguerra: la madre y el padre eran rojos, estaban separados, etc, etc.

La cuestión es que me fui dando cuenta de que uno de los niños, el mayor, es el que paga más las consecuencias porque es el que, de alguna manera, se entera de todo esto. Este niño tiene una fantasía cuando oye a una mujer que, en el tercer piso, por el patio de luces, siempre canta ´Luna lunera, cascabelera, ve y dile a mi amorcito, por Dios, que me quiera'. A través de esta canción, hace ver a los menores, y así acaban pensándolo ellos óaunque no lo muestren tan claramente como yo lo digoó, que la única salida para ellos es ésta que va a parar al cielo, la que simboliza alegría, libertad; es decir, el significado de esta canción que oyen por las mañanas los días que están en casa de su abuelo, reside en su papel redentor dentro del ambiente opresivo en el que viven. Así acaba la historia, con una somera referencia a esta posibilidad de salvación de estos niños faltos de amor, de cariño y de atención a través de un hecho patente: ellos cuatro forman una piña muy grande que les permite suplir el amor materno y paterno de la familia que nunca tuvieron.

Ésta es, en resumen, la historia de Luna lunera que yo les quería contar. Pero quería decirles también que, aunque yo siempre les digo a los periodistas que hay muy poco de autobiográfico, en realidad, aquí, a ustedes, me gusta decirles que sí, que hay mucho de mí, sobre todo por entrar en una cierta complicidad con el público al que estoy hablando. A pesar de esta confesión, valga aclarar lo siguiente: una novela no es una autobiografía, unas memorias; la concepción de un mundo literario es algo que trasciende lo real aunque se base en ello, como ocurre en este caso, de tal manera que el editor, si tiene unas mínimas dotes de creación de dicho mundo, es muy capaz de no reconocerse ni en él ni en el universo propio del que éste ha surgido.

Dice Pedro Salinas en una frase que me gusta mucho recordar: ´no hay que confundir al poeta o novelista con el vecino de enfrente', lo cual quiere decir que una cosa es que alguien nos cuente su historia y otra muy distinta, que nosotros la fabulemos, creemos un mundo absolutamente independiente, con autonomía, cuyos personajes, aun siendo reales, no sean reconocibles por el propio autor. Esto es lo que me pasa: yo no me reconozco en los personajes que he creado, nunca se me ocurre pensar en uno como la representación del otro. Quiero pensar que ésta es una garantía de que la novela, por lo menos, sale del reportaje y de las memorias para intentar adentrarse en el mundo de la literatura, que, en último término, es lo que de verdad me interesa.

ANTERIOR / SIGUIENTE

Enviar la noticia a un amigo

subir




info@diario-elcorreo.es

Pintor Losada 7
Teléfono: +34 1 944870100 / Fax: +34 1944870100
48004BILBAO