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La globalización que se ha desarrollado en el mundo es el resultado de una interacción financiera, económica, política y cultural que se está produciendo por el abaratamiento de los transportes, por el desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación que han adoptado las empresas y por el triunfo del capitalismo. Esta situación está generando muchísima riqueza, lo que intrínsecamente es muy bueno, pero el problema es que no todos los habitantes de la Tierra están beneficiándose de ella. Esta globalización está desplazando a muchísimas personas, grupos y naciones, y siempre son las naciones del sur las que están sufriendo las consecuencias negativas. Pondré a continuación algunos ejemplos que estamos viendo y viviendo diariamente. Los padres de una de las niñas que tenemos en Ankur son aborígenes del norte de la India. En la India hay 67 millones de aborígenes, que son los auténticos indios que nunca se mezclaron con ninguna invasión. Llevan en sus bosques una vida preciosa. La naturaleza les da lo que necesitan, porque en la India, que puede considerarse la cuna de la verdadera ecología, subsiste una concepción del mundo en virtud de la cual la naturaleza sólo se usa en tanto se necesite. Pues bien, esa familia nos decía que tenía sus campos al lado de un río. ¿Qué ocurrió el año pasado? Tenemos un gobierno neoliberal fundamentalista que ha dejado las puertas totalmente abiertas a la entrada de multinacionales, y una compañía ha privatizado 21 kilómetros de ese río. En consecuencia, los agricultores que viven a los dos lados del río no pueden cultivar sus campos porque no tienen agua, por lo que se morirán de hambre. Citaré otros ejemplos. En Assam hay unas minas de bauxita que fueron vendidas a Australia en lo que constituyó todo un escándalo el año pasado. Las mujeres se abrazaban a los árboles cuando iban a cortarlos porque era su hábitat y en él habían vivido sus antepasados desde hacía miles de años. Para extraer la bauxita desplazaron a miles de aborígenes. Por su parte, Coca-Cola tiene una gran planta en Kerala que está utilizando cada día un millón de litros de agua. ¿Qué ha sucedido? A los dos años, todos los pozos de los alrededores, incluso los de poblados cercanos, se han secado, y la gente ha tenido que desplazarse. Otro caso interesante es el de la compañía estadounidense Monsanto, que desplegó en octubre-noviembre de 2002 una intensa campaña de publicidad sobre las semillas transgénicas que diseña. Como consecuencia de esta excelente propaganda en los anuncios de televisión, en el estado de Madhya Pradesh los campesinos se lanzaron convencidos a la compra de esta semilla y solicitaron a los bancos la concesión de préstamos porque son pobres. Se sembraron 200.000 hectáreas de esta semilla. Cuando se pusieron a recoger la cosecha en 2003, había unas panochas enormes; sin embargo, cuando los campesinos fueron a verlas, descubrieron que estaban vacías. No había ningún grano. En la combinación genética se había producido un desequilibrio y no se logró la polinización. No hubo cosecha, pero la compañía Monsanto no se hizo cargo. Después ocurrió algo parecido a lo que sucedió con el gas en Bhopal: ante la desesperación, han llegado a suicidarse más de trescientos agricultores que no podían pagar los préstamos.
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