MIEDO: CÓMO VENCERLO
Dña. Pilar Jericó
Bilbao, 13 de marzo de 2006
- El miedo
a la pérdida de poder es quizá el menos reconocido.
En un estudio que se hizo con 185 directores generales, solamente
un 6% reconocía padecer este miedo. Sin embargo todos sabemos
cómo nos gusta influir en terceros y mantener nuestra parcela
de poder.
Cuando hablamos del poder distinguimos varios tipos: el poder que
da la jerarquía (soy tu jefe en el escalafón de la empresa),
el poder del experto (domino un tema), el poder de tener algo que
el otro quiere (yo tengo esta información y te la doy cuando
quiera), el poder de la influencia (soy la secretaria del director
general y le hago llegar la información como quiero), el poder
de la opinión (yo te otorgo poder para influirme con tus opiniones).
- El
miedo a no llegar a final de mes es el más extendido. Este
temor únicamente respeta a los jóvenes que viven en
casa de sus padres sin responsabilidades pero...pon una hipoteca en
tu vida y conocerás este miedo.
- El
miedo al cambio es el padre de los demás miedos porque detrás
de él se desarrolla cualquiera de los otros cuatro. Una fusión,
una reestructuración, etc, suponen que sintamos miedo a no
ser acogidos por el grupo, a fracasar en los objetivos marcados, a
perder nuestro puesto en la jerarquía o a perder el trabajo.
Cualquiera de ellos tiene
la capacidad de paralizarnos y únicamente nosotros podemos
lograr conquistarlo.
¿Cómo
podemos conquistar el miedo?
Existen varios pasos para conseguir que el miedo no nos paralice:
1. Aceptar que tenemos
miedo. Sabemos que todos lo padecemos y no es un síntoma de
debilidad reconocerlo.
2. Identificar cuál
es nuestro miedo. A veces no es fácil reconocerlo. En ese caso
lo mejor es centrarnos en la otra cara de la moneda: ¿cuál
es nuestra motivación?: ¿estar integrados en el grupo?
¿ganar mucho dinero? ¿alcanzar unos objetivos?. En función
lo que nos motive tendremos miedo a perderlo. Por ejemplo, si nos
encanta formar parte de un grupo homogéneo de personas, probablemente
nuestro mayor miedo será al rechazo.
3. Mirar al miedo a la
cara y hacerlo concreto. Nuestro peor enemigo siempre es nuestra propia
cabeza. Nosotros somos capaces de imaginar cosas mucho peores que
la realidad. Por eso son tan peligrosos los miedos ambiguos. Cuando
un jefe te dice: "haz esto o atente a las consecuencias",
probablemente pensemos en unas consecuencias mucho más dramáticas
que las que luego realmente sucederán.
Por tanto, lo mejor es que ante una amenaza pongamos sobre el papel
las posibles consecuencias. Por ejemplo, si me quedo sin trabajo,
¿cuántos meses de paro me corresponden? ¿tengo
dinero ahorrado? ¿tengo contactos? ¿cuál es mi
empleabilidad?, etc.
En definitiva, para superar
los miedos lo mejor es centrarnos en nuestra motivación trascendente,
aquella que nos empuja a seguir adelante a pesar de los riesgos.
Victor Frankl fue un psiquiatra judío que pasó la segunda
guerra mundial en varios campos de exterminio, entre ellos Auswitz.
Según él, no se salvaron de aquel infierno los más
fuertes, ni los más cultos, ni los mejor preparados, sino aquellos
que tenían una motivación más allá de
su propia vida: "cuando salga escribiré un libro",
"cuando salga veré a mis hijos", "cuando salga
contaré esto al mundo".
Como decía Nelson Mandela:
"No es valiente
quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo"