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PICASSO Y LAS
MUJERES
Dña. Paula Izquierdo
Escritora
Bilbao, 19 de enero de 2004
Hace pocas semanas leí una reflexión
de César Aira a propósito del pintor chileno Adolfo
Couve: "La presencia del genio en una obra rescata los defectos,
rarezas e injusticias del hombre que los creó". Esta
afirmación puede ser válida para aquellas personas
que admiran una obra desde fuera, pero quizá no sirva
para los seres que sufrieron en sus carnes los defectos, las
rarezas y las injusticias del genio. Picasso es uno de los genios
más deslumbrantes del siglo XX, pero la personalidad controvertida
que hay detrás de este genio y el tipo de relaciones sentimentales
que mantuvo con las distintas mujeres que le acompañaron
a lo largo de su longeva vida son cuando menos inquietantes.
El ensayo Picasso y las mujeres se adentra en la psicología
del pintor malagueño para entender al hombre que creaba
a sus mujeres a través de su arte, para después,
convirtiendo el pincel en un arma mortal, irlas destruyendo.
Fueron muchas las mujeres que quedaron marcadas para siempre
por el carácter imprevisible, unas veces cruel otras tierno,
del pintor. Pero ¿qué misterioso magnetismo hizo
que tantas mujeres se volvieran locas por él, aceptaran
su tiranía, sus cambios de humor, su desprecio e incluso
su hostigamiento físico y mental? No hay una única
respuesta para justificar que se dejaran humillar y denigrar
de tal manera. ¿Eran masoquistas? ¿Estaban tan
ciegamente enamoradas que hasta el desprecio lo entendían
como una forma de amor? ¿La fama del pintor, el éxito
en vida de Picasso motivó el que aceptaran este alto coste
por estar al lado del genio?
Picasso afirmó en una ocasión: "Pinto igual
que otros escriben su biografía. Los cuadros terminados
son las páginas de mi diario". Así lo constata
este diario íntimo de un hombre que nunca fue capaz de
estar solo.
Picasso ha sido objeto de multitud de biografías, páginas
y páginas analizando su arte, desvelando detalles de su
vida, reconstruyendo sus pasos en la tierra. Quizá sea
el personaje del que más se ha escrito. Muchos de estos
biógrafos fueron amigos íntimos del pintor, otros
se acercaron a él como estudiosos o historiadores de arte,
casi todos admiraron la fuerza y la genialidad de este hombre.
Picasso vivió noventa y dos años, de modo que tuvo
el privilegio aunque también la desdicha de mirar el torturado
siglo pasado desde su albores. El siglo XX me atrevería
a decir que es el siglo de este genio del arte, pero también
tirano, gran vividor, verdugo y víctima, amante infatigable
de las mujeres, de la pintura y de la vida. Picasso lo fue todo:
misógino, príapo, minotauro, arlequín, artista,
irresistible, embriagador, magnético y sobre todo experimentador:
si algo determina la personalidad de Picasso es su afán
ilimitado por experimentar, no sólo con la pintura, sino
también con el ser humano. Sobre todo si éste tenía
forma de mujer.
Podía convertirse en un romántico insaciable cuando
se enamoraba de una mujer, pero tal era su necesidad de seducir
que, incluso cuando más enamorado estaba de una mujer,
no podía limitarse a ella, sino que seguía buscando
el reconocimiento en brazos de otras. En el fondo, este comportamiento
denota, además de una gran inseguridad en sí mismo,
un miedo casi patológico a atarse demasiado a una sola
mujer. Quizá por esta razón a veces, aun en épocas
de bienestar, se comportaba con su pareja cruelmente, utilizando
la brutalidad como fórmula para combatir a aquello que
amaba.
Stassinopoulus, autora del libro Picasso. Creador y destructor,
considera que "a Picasso los seres humanos individuales
no le interesaban mucho a menos que pudieran serle útiles
intelectualmente, socialmente, sexualmente, financieramente o
afectivamente". Es posible que en el caso de Picasso esta
forma de estar en el mundo fuera llevada hasta sus últimas
consecuencias, pero ¿se puede criticar a alguien por hacer
abiertamente lo que la mayoría de los seres humanos hacemos,
sobre todo si los demás están dispuestos a ser
utilizados?
Todas las mujeres, en un primer momento, produjeron en él
un entusiasmo creativo, casi febril. Las pintó compulsivamente
aunque, como en una ocasión confesó, cuando se
acostumbraba a los rasgos de una mujer le resultaba difícil
domar la mano para expresar las facciones de la nueva amante.
A través de los rostros de sus mujeres se lee el estadio
por el que pasaba la relación. Generalmente las fisonomías
femeninas se desfiguraban distorsionándose, incluso se
rompían, a medida que la relación se prolongaba,
y, por tanto, comenzaba a agotarse el amor.
Todas sus amantes o mujeres fueron objeto de su arte, de su búsqueda
permanente, y a través de sus retratos podemos conocer
los sentimientos que éstas le inspiraban, en qué
estado de ánimo se encontraba, cuán feliz o desgraciado
le hacían o se sentía él a su lado. Cuando
la relación se iba deteriorando la imagen pictórica
de la amante se desfiguraba, se transformaba, dejaban de ser
dignas de ser miradas con asombro para ser vistas con estupor,
cuando no con cierta sensación de dolor, de malestar atormentado
y, por fin, de repugnancia. Pero ¿qué sucedía
antes? ¿Qué se gastaba antes: la imagen en el lienzo
o en la realidad?
Picasso, el pintor por excelencia del siglo XX. Hombre con una
fuerte y controvertida personalidad, no supo vivir solo. Son
muchas las mujeres que lo acompañaron a lo largo de su
vida. Pero ¿qué significan las mujeres para Picasso?
¿Qué lugar ocupan en su pensamiento, en su capacidad
creativa, en su arte? ¿Cómo influyen en su vida?
¿Qué tipo de relaciones afectivas y sexuales puede
establecer un hombre que desde que era un niño se siente
distinto, marginal?
A lo largo de su longeva vida conoció, se entusiasmó
hasta el éxtasis y convivió con distintas mujeres.
Si algo determina su existencia son precisamente las relaciones
que mantuvo con ellas. Desde su madre, hasta la joven fotógrafa
Dora Maar, pasando por una bailarina rusa, Olga Koklova, la poetisa
Geneviève Laporte, la bella y perezosa Fernande Olivier
o la mujer que vivió con él hasta el final de sus
días, Jaqueline. Todas ellas, hasta un total de trece,
se imbrican en la existencia del artista y en su obra de forma
irremediable. La historia del pintor malagueño, cuya supremacía
es indiscutible, es la historia de todas estas mujeres que le
acompañaron, en distintas etapas de su vida. Que le odiaron
o le dieron hijos, le abofetearon o le adoraron como a un Dios.
¿Tenían algo en común estas mujeres? ¿Es
cierto que cada mujer que conoció le afectó de
tal manera que supuso un cambio de estilo en su pintura? ¿Llegó
a amarlas?
A lo largo de estas líneas se trata de dar respuesta a
estas y otras preguntas relacionadas con las mujeres que conoció,
amó y aborreció. Todas ellas figuran en sus biografías,
aparecen sus nombres y algunos de los hechos que marcaron la
vida del pintor, pero son tomadas como meras comparsas. El objetivo
de este ensayo es cederles, por una vez, el protagonismo.
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