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ANOREXIA-BULIMIA. ¿CÓMO NACEN, SE DESARROLLAN Y...?
D. Ángel Padierna Acero
Médico del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Galdakao
13 de octubre de 2003
Soy consciente de que el título de esta conferencia puede resultar bastante ambiguo, por lo que querría comenzar la charla explicando por qué es éste y no otro el elegido. En primer lugar, surge de una frase oída al azar. Una madre de una paciente le comentaba a otra persona con la que había coincidido en la sala de espera de la consulta que a su hija "le había salido" la anorexia, como a quien le sale un grano. Esto hizo que me preguntara por algo que nosotros, los médicos, nunca solemos notar, ya que, para cuando tratamos a los enfermos, ese "grano" hace tiempo que ha salido: el origen de esta enfermedad. Pues bien, éste es el asunto en torno al cual pretende girar esta conferencia. Es decir, intentaré hablarles sobre cómo surge la anorexia, reflexionar sobre si es algo que sucede de repente o es un proceso que, para cuando lo notamos tanto los médicos como posiblemente también los padres, ya lleva camino andado. En definitiva, procuraré hablarles sobre cuáles son los primeros síntomas de reconocimiento de estos trastornos. Porque, para cuando la chavala no come, o va al baño a todo correr después de hacerlo, posiblemente ya ha pasado un tiempo desde que empezó a mostrar los primeros síntomas reales. Y también sobre qué cosas pueden facilitar que una persona comience a sufrir estos trastornos alimenticios con la esperanza de que esto pueda servir en un futuro hoy día, desgraciadamente, lo que conocemos no nos sirve para solucionar este problema para remediarlos, para poder hablar realmente de eso que se llama prevención. La verdad es que actualmente no podemos ser muy optimistas al respecto. Las piezas del "puzzle" que nos muestra cómo surge un trastorno de este tipo, cuál es su origen, están bastantes incompletas.
Pero la finalidad de mi charla no acaba aquí, porque hay otro aspecto que también nos preocupa y del que tampoco es que sepamos mucho: cómo cuidar al cuidador. Con ocasión de la reciente celebración del día del Alzheimer, se ha comentado extensamente la labor desempeñada por los cuidadores de enfermos crónicos que sufren este padecimiento degenerativo. Pues bien, exactamente la mitad de los casos de trastornos alimenticios duran mucho tiempo. Con esto, quiero que quede claro que no se trata de la tontería de un año o unos meses, sino de problemas que se convertirán en crónicos, por lo que el familiar se convierte en cuidador de una persona que sufre un proceso realmente complejo tanto para ella misma como para aquél. Así que éste es otro punto relevante de la conferencia, y es por todo ello que va dirigida especialmente a los familiares, profesores e incluso amigos de quienes sufren estos problemas.
Por supuesto que en este asunto, como en todo, existen ciertos mitos comunes que me gustaría ir aclarando a lo largo de la charla, porque, a pesar de tener todos ellos una base real, se exageran hasta el punto de simplificar el tema. Por ejemplo ése según el cual la anorexia y la bulimia suceden por comer demasiado o demasiado poco, cuando en realidad esto no es ni mucho menos tan sencillo, qué duda cabe, puesto que detrás de esta enfermedad existe la necesidad, por parte de quien la sufre, de arreglar otra serie de problemas. O ese otro según el cual los padres son la causa de los trastornos de la alimentación de los hijos, cuando los estudios realizados al respecto no demuestran relación directa. Cierto es que no se puede afirmar que los familiares de una persona bulímica o anoréxica sean distintos de los de una persona depresiva, pero siempre hay algo en lo que los segundos pueden haber contribuido, sin querer, con más fuerza. O ese otro mito que asegura que toda persona que realiza todas las comidas no puede tener un trastorno de alimentación, cuando ya sabemos todos, más o menos, que puede hacer todas las comidas y luego vomitarlas. Y ojo, porque es sumamente importante conocer este matiz para poder detectar el problema. Dense cuenta de que si bien percibimos enseguida la anorexia, ya que el enfermo muestra síntomas externos en unos pocos meses, comienza a adelgazar, no sucede lo mismo con la bulimia. Hace poco hemos conocido el caso de una persona que lleva cinco años sufriendo trastornos alimenticios y que, en ese tiempo, había creado un hábito secreto y cronometrado para no comer. Por cierto que, en relación con esto último, hay otro mito muy extendido sobre todo entre las mujeres, como es el de usar diuréticos y laxantes que ayudan a perder peso, no solamente agua.
Además, se dice que un enfermo de este tipo nunca se recupera completamente, del mismo modo que un alcohólico recuperado siempre será un alcohólico. Ante ello, yo respondo que se curan del todo si entendemos por curarse que ya se lo coman todo, aunque eso no lo hace nadie. Como tampoco nadie puede afirmar que no le preocupa para nada su peso. Es decir, no debemos pedirles a estas personas, por mucha más obsesión que hayan tenido con este asunto, que sean mejores, por decirlo de alguna forma, que todos nosotros, porque somos los primeros a los que nos preocupan estos aspectos. Entonces, no hay que ser tan exigentes. Sobre todo porque se puede afirmar con tranquilidad que en torno a un 50, 60 ó 70% de estos enfermos se recuperan o mejoran en algún grado. No en vano, aunque las personas con anorexia suelen ser llamativamente delgadas, no todas llegan al punto de aquellas hermanas inglesas que salían en la prensa luciendo un aspecto realmente cadavérico. Afortunadamente, así está una minoría, puesto que la gran mayoría están delgadas de un modo que incluso consideramos bonito. Porque al final, no nos engañemos, todos tenemos adquirido el ideal de ese modelo de delgadez; hasta los médicos, cuando comentan a las madres que van a la consulta con las hijas, que ya están ciertamente delgadas e incluso han perdido la menstruación, que las ven muy bien. Esa manera de despachar sin más al paciente es el mejor síntoma de que también nosotros vivimos en esta sociedad y llevamos aprehendido ese mismo modelo o ideal de delgadez.
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