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AULA DE CULTURA VIRTUAL

ESTO FUE LA GUERRA

Dña. Mercedes Gallego
14 de mayo de 2003



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En cuanto a la toma de Bagdad, muchos han sido los que me han preguntado acerca de qué pienso yo que sucedió realmente y por qué resultó tan fácil. Pues bien, en mi opinión, el gobierno estadounidense estaba esperando desde el principio el desmoronamiento del Régimen -así, como se lo cuento-. Todos sabían que necesitaban un ejército no sólo bien alimentado, como decía, sino también adecuadamente pagado para que defendiese a ese país (ésta es, nuevamente, la mentalidad de la profesionalidad americana). Es decir, ellos no contaban con que un iraquí con apenas uniforme y zapatos, y que ganaba cuatro duros mal contados, pudiera jugarse la vida para defender un régimen como el de Sadam Hussein. Supongo que les infravaloraron, y desde luego nunca tuvieron en cuenta que tal vez la gente hubiese preferido ser ella misma quien se librara de Hussein a que viniese un ejército extranjero a liberarles. Y esto se confirma cuando el general John Kelly, de la Primera División de Marines, nos dice, al segundo día de la guerra, que su primera sorpresa fue que los soldados iraquíes lucharan, ya que ellos realmente contaban con que iban a tener rendimientos masivos nada más empezar la batalla. No sé si alguno de ustedes recuerdan o siquiera conocen aquel episodio en el que al principio, incluso antes de que empezase la guerra, había soldados británicos en la frontera haciendo prácticas de tiro y de pronto apareció sobre un cerro un montón de iraquíes con banderas blancas, decididos a rendirse. Tuvieron que mandarlos de vuelta y decirles que aún no había comenzado la contienda, por lo que no se podían rendir. ¿Qué sucede? Que esto, sumado a la experiencia anterior, con las rendiciones masivas del año 1991 y lo bien que supuestamente les habían tratado entonces a los prisioneros de guerra, les hacía pensar que la batalla iba a ser mucho más fácil de lo que fue. Porque si tres semanas puede parecer un periodo muy corto para una guerra, si pensamos en el desequilibrio de armas que tenían unos y otros, dedicarse todo ese tiempo a recorrer 500 kilómetros implica que hubo una resistencia bastante seria y más bien suicida, puesto que, en sus condiciones, los iraquíes nunca hubieran tenido armas ni medios suficientes para vencer al ejercito estadounidense.

En mi opinión, los iraquíes sobreviven por los faroles del Régimen, entre otras cosas, que durante toda la guerra insiste en que los americanos no avanzan, en que van a caer a sus pies y en que se lo van a poner muy difícil si llegan a las puertas de Bagdad. Es más, llegan hasta allí y siguen negando que estén tan cerca, y toman el aeropuerto y aseguran que están muy lejos de él. Claro que hay un momento en que este farol ya no se puede mantener en pie y los mandos salen huyendo. Entonces, a partir de ahí, el soldado de a pie se quita las botas, las tira en el camino y se va a su casa. Ésta es la verdadera toma de Bagdad, algo que, por otra parte, los americanos no esperaban, en mi opinión, ya que a medida que se mentalizaban de que la resistencia era mayor de lo que ellos creían también esperaban que el Régimen les tuviese preparada una auténtica carnicería a la entrada de Bagdad. Efectivamente, creen que las armas químicas van a ser disparadas en ese momento, que los iraquíes van a estar esperándoles escudados en cada casa y que aquello va a ser un verdadero baño de sangre. Por eso, uno de los mayores momentos de nerviosismo durante la guerra sucede precisamente a las puertas de la ciudad, y es justo entonces cuando también llegan los peores incidentes. Sucede, incluso, que la situación va empeorando notoriamente, ya que si al principio los americanos veían con buenos ojos los saqueos de las casas (cuando éstos sólo se producían en los hogares de los miembros del Régimen y en edificios oficiales, por supuesto) porque entendían que eso era una forma de manifestarse contra Hussein y los suyos, esto acaba escapándoseles de las manos. Pero ¿cómo pararlo cuando se ha aceptado?

En cuanto a mi experiencia personal, debo decirles que a mí esta guerra se me hizo muy larga y muy dura. Supongo que yo también iba con la idea de que podía ser una guerra de tres días, y de hecho mi billete de vuelta estaba cerrado para el 5 de abril, aproximadamente, justo un mes después de mi marcha. Por tanto, los días anteriores a que venciese el billete fueron uno de los peores, porque es cuando te pasa por la mente que tienes un billete de avión abierto, que va a salir de Kuwait próximamente, y es cuando realmente te planteas si te quedas o te vas. Finalmente, optas por lo primero, un poco por orgullo, un poco por dignidad profesional y más adelante porque ya no te queda más remedio, porque hay un momento de no retorno, porque no puedes quedarte en mitad del desierto por tu cuenta pero tampoco puedes pedir que te lleven de vuelta, ya que el resto está allí para luchar, te guste o no. No obstante, personalmente, la guerra me ha enseñado de una forma muy dura muchas cosas que ojalá no se tuvieran que aprender así. Desde luego, me ha ayudado a distinguir entre lo importante, lo necesario de las cosas pequeñas, y lo superfluo. Tanto es así que yo paso ahora por delante de un escaparate, por ejemplo, y el hecho de quedarme mirando ropa me deja atontada, porque pienso que no tiene ninguna importancia después de haber sido capaz de pasarme un mes entero vestida con la misma. Y la luz eléctrica es otra de las pequeñas cosas que he aprendido a valorar. Allí, se iba el sol a las seis de la tarde, y no podíamos encender ni una linterna porque podía vernos el enemigo. Los soldados ni siquiera podían fumar por la noche, ya que cualquier luz en la oscuridad puede ser detectada a mucha distancia y puede dar lugar a un ataque. Así que no se pueden hacer una idea de lo difícil que resultaba moverse si para entonces no tenía preparado mi saco de dormir y las cuatro cosas que pudiera necesitar durante la noche. Por supuesto que ya no las iba a encontrar. Simplemente no hay luz y no puedes moverte a empujones, tropezando unos con otros.



 

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