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AULA DE CULTURA VIRTUAL

LOS INTELECTUALES ESPAÑOLES, A LA FECHA

Dr. D. José Carlos Mainer
Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Zaragoza
Premio de Periodismo El Correo 2004

Bilbao, 25 de abril de 2005


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Volvamos a la vaga y amplia definición que he presentado. Más o menos, los intelectuales son hombres o mujeres con un peso específico en el mundo cultural que actúan a partir de una supuesta independencia de criterio y de una fidelidad a su propio pensamiento (el intelectual tiene que ser sincero). Toman una posición política que, en principio, suele tener como fundamentación no un asunto abstracto, sino un problema concreto. El intelectual suele actuar en la proximidad de los acontecimientos y, a partir de las posibilidades que su prestigio le da, interviene dando opinión y pretendiendo que la compartan sus conciudadanos para que, en definitiva, creen o se articule una corriente de opinión favorable a algo.

Sin embargo, esta idea de intelectual plantea no pocas dudas y observaciones. En primer lugar, no deja de ser curioso que la palabra "intelectual", que por supuesto tiene singular, se emplee más en plural. "Los intelectuales" es una expresión que en el fondo suena mucho más, porque entendemos que no es un intelectual sólo, sino varios. En este sentido, es bueno darse cuenta de que la manifestación más clara de la actuación intelectual se produce a través del manifiesto, que recoge varias firmas a través de un pronunciamiento de tipo general, el cual muchas veces adopta la forma de un anuncio inserto en un periódico, a ser posible en la edición dominical, con una lista de firmas debidamente agrupadas por profesiones.

La segunda cuestión es quiénes son intelectuales y qué hace falta para ser un intelectual. Acabo de enunciar una serie de rasgos sólidos. Un intelectual es un escritor con obra más o menos conocida, o un pintor, un escultor o un músico –posiblemente también en la medida en que tienen una cierta proyección pública que va más allá de su mera práctica diaria–. En principio, además, un intelectual es un profesional liberal. Ahora bien, ¿son intelectuales, por ejemplo, los artistas de cine, es decir, personas que trabajan como actores de cine o de teatro? ¿Y los cantantes?

En definitiva, ¿dónde empieza el rango de intelectual? ¿Y hasta qué punto podemos ajustarlo? Una crítica que se ha formulado tradicionalmente contra los intelectuales es que las listas de intelectuales basculan demasiado del lado de lo que podríamos llamar "lo emocional". A principios de siglo se criticaban en España los manifiestos intelectuales porque se ponía en entredicho que un escritor o un novelista fuera un intelectual. Quizá les convenía más la palabra "sensitivo" que "intelectual", porque los verdaderos "intelectuales" tendrían que ser los matemáticos puros, los geómetras, los físicos... Por cierto, ¿un médico es un intelectual? En el fondo –y como tantas otras veces ocurre– la noción de intelectual parte de sobreentendidos.

Sigamos adelante. En tercer lugar, el intelectual tiene un peso específico, decía yo, en la esfera cultural. Esto significa que, para que existan intelectuales, la esfera cultural debe tener una cierta autonomía, debe existir. Los intelectuales no tendrían ningún peso sociológico ni convencerían a nadie si el prestigio de lo cultural –mayor o menor, y en nuestro país quizá no demasiado grande– no existiera.

En cuarto lugar, los intelectuales tampoco podrían existir si un país no conociera por lo menos un cierto grado de libertad. Digo "un cierto grado de libertad" porque, efectivamente, la actuación intelectual se puede ejercer muy bien y sin riesgo en sociedades abiertas como la nuestra, pero en una sociedad absolutamente cerrada es muy difícil que se ejerza, o para hacerlo hay que recurrir, como en tiempos del franquismo, a procedimientos de diverso tipo.

En efecto, los que desdichadamente vivimos el franquismo en España o los que hemos visto y hemos conocido el final de las dictaduras de inspiración comunista en Europa Central sabemos perfectamente de las dificultades de esa actuación intelectual. Ahora bien, en este segundo caso es preferible hablar de "dificultad" y no de "imposibilidad absoluta", porque, por ejemplo, en lo que entonces era Checoslovaquia o Polonia llegaron a tener una cierta efectividad las actuaciones y las posiciones adoptadas por los intelectuales o personas asociadas a ellos.



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