En 1964, cuando ya empezaba a ser una visita habitual entre nosotros regresaba muy a menudo a España después de un exilio que le había mantenido fuera desde 1939, Francisco Ayala publicó un pequeño folleto que apareció en Argentina bajo el título de España a la fecha, y que me hizo el honor de enviarme a mí, que por aquel entonces había empezado a escribir.
Dicha obra era un libro singular. En la mayoría de la producción de aquellos exiliados se apreciaba una dificultad para volver a entrar en contacto con el país que habían dejado atrás, como si una suma de rencores o de desinformaciones condujera a posiciones de desencuentro muy explicables. Por el contrario, Francisco Ayala era y afortunadamente sigue siendo en su 99 aniversario un caso único de escritor que ha sabido en cada momento "estar a la fecha".
El libro, que por supuesto no se publicó en España, era un espléndido análisis de lo que ocurría en el país. Ayala encontraba que en España, a la hora de 1964, todo se estaba normalizando desde un punto de vista sociológico. Era un país inevitablemente avocado a integrarse con el resto de los países europeos y no parecía haber ni sombra de los conflictos y enfrentamientos que el país tenía pendientes en 1936, por lo que lo único que sobraba era aquella estructura política arcaizante y absurda que era el franquismo.
Ayala es un intelectual que siempre ha dicho cosas extraordinariamente sensatas sobre el mundo de los intelectuales. Años antes, en 1944, tras desembarcar no hacía mucho en Argentina y abandonar lo que era su profesión habitual como catedrático de Derecho Político (estaba enfrascado en temas más bien sociológicos), publicó un libro importante, Razón del mundo. El título era y sigue siendo una de las piezas más importantes sobre el problema de los intelectuales, y coincidía con bastantes visiones que se estaban escribiendo en aquel momento sobre el tema.
Ante, por un lado, la expectativa inminente de la derrota del nazismo (en 1944 era evidente que los aliados iban a ganar la guerra) y, por el otro, la necesidad de articular unas nuevas formas de Estado y de liberalismo por la inevitable recuperación de la normalidad en los tiempos de posguerra, se preguntaba Ayala qué debía ser un intelectual. Razón del mundo venía a decir algo que ya en 1927 había advertido un francés en un libro cuyo llamativo título se ha citado muchísimo: La traición de los clérigos.
El título de Julien Benda no aludía a los sacerdotes, sino a la idea que en la terminología medieval se tenía de los clerici, es decir, de las personas de escritura y de razonamiento, hombres que habían recibido estudios y que actuaban como un nivel social de organización. Por supuesto, muchos de ellos estaban ordenados, pero otros eran simples funcionarios curiales.