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AULA DE CULTURA VIRTUAL

Transcripción conferencia Mario Vargas Llosa 2

Lo que más me sorprendió en esta historia fue lo ocurrido con dicha conspiración. Esta conspiración nació en el seno del régimen, muchos de los conjurados habían sido colaboradores estrechos de Trujillo y alguno de ellos había hecho toda su carrera a la sombra del dictador. La conjura estaba tan cuidadosamente preparada, contaba con complicidades tan importantes, que parecía difícil que pudiera fracasar; participaba en ella, por ejemplo, el segundo hombre del régimen, en teoría, el general José René Román Fernández, que era el Jefe de las Fuerzas Armadas, el ministro de Defensa y, además, sobrino político de Trujillo, pues estaba casado con la hija de una de sus hermanas; participaba de la conspiración, igualmente, Estados Unidos. Este país había protegido a Trujillo y el dictador le había sido un servidor muy diligente, pero esta relación se había estropeado en los últimos años de la Dictadura, Trujillo se volvió un mandatario realmente impresentable, un estorbo para Estados Unidos, sobre todo, a partir de la elección de Kennedy, que inauguró una nueva manera de hacer política con América Latina, más de apoyo a regímenes democráticos que a dictaduras militares, como había ocurrido con las administraciones norteamericanas anteriores, que veían en las segundas la mejor defensa contra el comunismo -eran los años de la guerra fría-. De tal manera que todo esto estropeó las relaciones entre Estados Unidos y Trujillo; Estados Unidos, discretamente, comenzó a brindar su apoyo a los opositores y, en este caso, auspició la conspiración directamente a través de la gente de la C.I.A. en Ciudad Trujillo, con la que los conspiradores tuvieron muy estrecha relación. Estaba todo preparado para que, por una parte, un comando asesinara a Trujillo y, por otra parte, inmediatamente después del asesinato, hubiera un golpe de Estado dirigido por el Jefe de las Fuerzas Armadas y los oficiales que estaban en complicidad con él para la instalación de una junta cívico-militar -en la que iban a figurar prominentes figuras dominicanas, algunos hombres del régimen- que iba a ser inmediatamente reconocida por el gobierno de Estados Unidos y, automáticamente, por los países latinoamericanos, una junta que convocaría elecciones; éste era el modelo para la transición hacia la democracia de la República Dominicana. Lo que a mí me fascinó fue que la primera parte de la conjura se llevó a cabo -un comando de siete personas asesina al dictador la noche del 30 de mayo, cuando viajaba a su hacienda en la ciudad de San Cristobal- pero la segunda parte se frustra , y ¿por qué se frustra?, se frustra porque muchos de los conspiradores, empezando por el principal, el Jefe de las Fuerzas Armadas, el ministro de Defensa, quedaron paralizados por una especie de miedo religioso frente a aquello que habían hecho: matar al generalísimo. No eran hombres cobardes, ni muchísimo menos -no lo era, desde luego, el general René Román Fernández, que, en los meses que siguieron, demostró, bajo tortura, un gran coraje-, pero eran gentes que estaban, en cierta forma, colonizadas espiritual, psíquicamente, por el dictador. La dictadura había penetrado en su intimidad y los avasallaba y esclavizaba, precisamente, desde su propia intimidad. Sólo eso explica que actuaran como actuó el general Román Fernández, quien trató de borrar las huellas de su complicidad persiguiendo y mandando asesinar a ciertos compañeros de conspiración en un intento absolutamente fútil y absurdo, porque era evidente que dicha complicidad iba a quedar en evidencia y que las consecuencias iban a ser las que fueron, de una crueldad indescriptible. Este hecho a mí me intrigó extraordinariamente: cómo pudo la dictadura llegar a ser tan acabada, tan total, que se infiltró en la consciencia y en la subconsciencia incluso de gentes que odiaban a Trujillo y que querían hacer lo posible y lo imposible para acabar con él. Mi idea de la novela nace así, escribir una historia que explicara, de esa manera tan vívida como lo hace la literatura, ese mecanismo de sujeción que se establece entre el dictador y una sociedad en las dictaduras totalizadoras, esas dictaduras que no sólo no se contentan con controlar las conductas de los ciudadanos, sino que también controlan sus consciencias y hasta se filtran en sus sueños. Eso fue la Dictadura de Trujillo, una dictadura militar que llegó a ese control casi absoluto de la sociedad al que llegan sólo las dictaduras totalitarias, esas dictaduras que quieren, justamente, modelar a una sociedad de acuerdo a un determinado esquema y, para ello, controlan absolutamente todas las actividades del ciudadano desde la cuna hasta la tumba.

La Dictadura de Trujillo no fue una dictadura ideológica, él utilizaba ciertos eslogans, pero eran meras coartadas para la justificación del poder personal. Tenía, sí, una idea de la que estuvo convencido y que de alguna manera elemental llegó a realizar; su idea era que él había sacado a la República Dominicana del primitivismo, de la barbarie, y que había convertido a ese país en un país moderno. Algo de eso ocurrió en esos 31 años de gobierno, pero desde luego que hubiera podido ocurrir de una manera mucho más eficaz y mucho menos cruel sin la sangre y los muertos que invirtió el generalísimo en modernizar a su país.

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