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José Luis García Delgado, Rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo |
Por otra parte, desearía que no fuera sólo una mirada estrictamente retrospectiva, sino que, como cuando se hace bien la Historia, también sirviera para conocer mejor nuestro pasado, para estar en mejores condiciones de entrever por dónde pueden ir las cosas, o por lo menos para sopesar las capacidades que se poseen en este caso; las capacidades del conjunto económico de la sociedad española para afrontar los nuevos problemas, los nuevos retos, las nuevas circunstancias futuras. Así, la memoria es pasado pero también futuro, es el recuento pero también proyecto. Ortega, en una metáfora un poco prosaica para ser suya aunque llena de sutileza literaria, dijo en alguna ocasión: 'la memoria es la carrerilla que se toma para dar un brinco sobre el futuro'. Ojalá este ejercicio retrospectivo nos permita contar con algún elemento adicional a los ya disponibles.
Pero además, y para finalizar con las advertencias previas, quiero dejar claro que la aquí obligada simplificación de este tema -sería inviable llegar al meollo de cada uno de los pasajes- en ningún caso supondrá tergiversación, falsificación o adulteración. Yo hablo con mucho respeto de este país nuestro, y, desde luego, me gustaría ser fiel a los hechos; ´ni vejámenes ni apologíasª, decía ese estupendo historiador, hoy poco leído, que es Melchor Fernández Almagro en sus escritos sobre el reinado de Alfonso XIII. Lo que hay que hacer es describir y mencionar los hechos a la luz de los estudios al respecto, sin apostillar. No pretendo otra cosa que no sea sugerir o incitar a la reflexión adicional por parte de todos y cada uno de ustedes.
Por dar comienzo al asunto que nos ocupa, podríamos indicar dos partes fundamentales del mismo:
En primer lugar, el siglo XX español, desde la perspectiva económica, ha sido provechoso -a lo mejor les parece excesivamente redondo el calificativo que escojo-, aunque con una quiebra importante en algún pasaje de su trayectoria. Para comprender el porqué de su fecundidad, deberemos atender, fundamentalmente, al crecimiento de la renta por habitante, que es el mejor indicador; incompleto, insuficiente, insatisfactorio pero el mejor para establecer comparaciones, tanto en relación con los objetivos que se han cumplido y consumado a lo largo del siglo como en lo que respecta a los obstáculos superados. El signo de quiebra, por su parte, se evidencia en que el perfil de nuestro siglo no ofrece una línea creciente continuada. Así pues, podremos hablar de modernización económica pero quebrada; no se trata de una línea continua, ascendente, sino de una trayectoria con algún que otro altibajo importante.
En segundo lugar, hay que señalar que el siglo XX ha sido un siglo aleccionador para España. Esta centuria nos deja, sin duda alguna, algunas lecciones importantes que nos pueden ser muy útiles para encarar los tiempos que vienen. De este matiz y del anteriormente comentado nos detendremos a hablar a continuación.
Por lo pronto, para comprobar lo de "provechoso", habrá que estudiar el indicador del que disponemos cuando se hacen análisis económicos a largo plazo y que, por cierto, ya he nombrado: el crecimiento de la renta por habitante en términos reales; en nuestro caso, en pesetas constantes y por habitante. Un indicador que, a decir verdad, es insatisfactorio, porque no toda la actividad social y creativa acaba computándose en una renta dividida por el número de habitantes, aunque no hay mejor opción -podría utilizarse el de la renta por trabajador, pero el número total de trabajadores es menos conocido que el de habitantes-.
Habrá que comparar éste con el propio curso de los acontecimientos en nuestro país antes del año 1900 para tener un elemento de referencia, así como con los países europeos, con los que, dicho sea de paso, merece la pena parangonarnos. España es un país grande del occidente europeo -yo siempre se lo digo a mis alumnos-, y lo es por Historia, por dimensión -Francia apenas nos saca unos kilómetros cuadrados- y por población -es el quinto país en este ámbito-; por lo tanto, si queremos no deslucir y encontrar cosas significativas, deberemos compararnos con Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, etc.
Además, hoy día podemos hablar de la renta por habitante como no podíamos hacerlo hace 15 ó 20 años. El mejor talento de los jóvenes historiadores económicos españoles se ha volcado, en los últimos años, en reconstruir las series de renta per cápita, trabajo muy poco lúcido y laborioso pero extraordinariamente útil. Una vez conseguidas estas series -que nos reconstruyen los últimos 150 años de vida española-, todo empieza a resolverse, porque, en definitiva, ¿qué es lo que ponen de manifiesto?: que el siglo XX en su conjunto, si obtenemos la media del crecimiento según la renta por habitante, ha sido notoriamente mejor, por lo pronto, que la segunda mitad del XIX de España. Y no digamos con respecto a la primera mitad, que es tremendamente compleja y en gran parte desaprovechada desde el punto de vista del crecimiento económico moderno y de las transformaciones sustanciales que lleva consigo dicho crecimiento. Tanto es así que incluso podríamos considerar que la segunda parte del XIX supone ya un gran avance desde el punto de vista del crecimiento económico. Con el comienzo de la industrialización, de las construcciones ferroviarias, de la densificación del tejido industrial, de la consolidación de esos núcleos industriales que van a caracterizar una buena parte de todo este proceso, con Cataluña y el País Vasco a la cabeza, la segunda mitad de dicho siglo es muy aceptable; es otro panorama, otro paisaje desde el punto de vista de la industrialización y del crecimiento económico moderno.
No obstante, en el siglo XX se ha crecido más del doble de esa última cincuentena. Si en el siglo XIX la renta per cápita anual creció en torno al 1% en términos reales, en el siglo XX ha crecido por encima del 2; ha crecido, ya computado el año 1999, en torno al 2,1. Es decir, hemos doblado la cantidad -por supuesto, estamos hablando de medias, ya trataremos después de trocear este perfil de conjunto-. Con esto, ya tenemos un primer boceto del asunto.
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