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AULA DE CULTURA VIRTUAL

'LA LISTA NEGRA
Los espías nazis en España
D. José María Irujo

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Por cierto que estos servicios de espionaje nazi tampoco dejaron de lado el campo de la cultura en la aquella década. De hecho, tuvieron colaboradores como el propio Johann Ther, un personaje para nosotros desconocido pero realmente importante en aquella época. Ther era uno de los principales productores del cine alemán, y se estableció en España también como espía camuflado. Según las notas que he consultado, vivía en un hotel cuyo nombre no se especifica pero que estaba en las proximidades del centro de Madrid, muy cerca del actual Congreso de los Diputados. Era íntimo amigo de Himmler, del jefe de la policía nazi, y de Goebbels, ministro de Propaganda. En 1937, el maquiavélico Goebbels escribió una nota que decía lo siguiente: &laquo;El Führer y canciller del Reich ha dispuesto que la actriz española Imperio Argentina debe ser ganada para el cine alemán []&raquo;. Es curioso cómo quedó fascinado Hitler con la figura de esta actriz y cómo la quiso y logró captar para su cine, sobre todo teniendo en cuenta que Imperio Argentina era gitana y que él llevaba a cabo una cruenta persecución de esta raza, llegando a matar a muchísimos de ellos. El caso es que Ther produjo algunas de las películas de aquella época, coproducciones con las productoras alemanas tales como Carmen la de Triana, La Canción de Aixa, Suspiros de España, Mariquita Terremoto, El Barbero de Sevilla, una biografía sobre el músico pamplonés Pablo Sarasate y un corto sobre la Legión Cóndor, sobre los pilotos alemanes que bombardearon Gernika. Posteriormente, este productor de cine alemán afincado en España colgó la cámara y se marchó a combatir con las tropas nazis en Francia durante la ocupación alemana de dicho país.

Otro personaje curioso de la época es Clarita Stauffer, quien tenía un perfil distinto al resto. Era la hija del principal director de la fábrica de cervezas Mahou en España, que llegó a nuestro país en 1890 precisamente para crear este negocio. En aquella época su familia no tenía nada que ver todavía con los servicios de espionaje, pero la Stauffer, que era realmente una persona muy activa según me han contado sus familiares, incluso varios de los sobrinos con los que hablé, quedó fascinada con Hitler y ayudó desde España a muchos de los agentes que pasaban por nuestro país. Tocaba el piano, esquiaba y era una gran nadadora; una persona sumamente activa, en definitiva, que estaba estrechamente relacionada con la Falange, hasta el punto de llegar a ocupar un cargo en este movimiento. Esta íntima amiga de Pilar Primo de Rivera tenía el enorme salón de su casa solariega en Madrid, según me contaba uno de sus sobrinos, lleno de centenares de botas, de abrigos y de camisas que daba a los soldados nazis que habían huido de la Francia ocupada cuando ésta fue liberada. Además, se encargaba de entregar documentación a los espías y ciudadanos alemanes necesitados que pasaban por Madrid en aquellos años, para luego ayudarles a pasar la frontera. Así, no extraña que los Aliados estuvieran absolutamente enloquecidos con sus actividades y que la denunciaran en cantidad de ocasiones, aunque nunca llegó a ser detenida puesto que tenía todo el apoyo de la Falange y fundamentalmente de su ya mencionada amiga, Pilar Primo de Rivera.

Las instituciones alemanas en España sirvieron de gran cobertura para el espionaje nazi en aquella época (los consulados también), y gozaron, por supuesto, de todas las ventajas. Desde el año 1939 existía un convenio entre el general español Martínez Anido y Himmler por el que cualquier alemán sospechoso de no apoyar a la causa nazi en nuestro país podía ser detenido y repatriado de inmediato sin ningún tipo de extradición ni de juicio preliminar. Esto facilitó el que los agentes de Paul Winzer, el jefe de la Gestapo en Madrid, persiguieran e investigaran constantemente a toda la colonia alemana buscando sospechosos o personas proclives a facilitar ayuda a los Aliados. Y tal hecho provocó que mucha de la gente que vivía en Madrid y en Barcelona les tuvieran auténtico temor a Winzer y a sus esbirros, que constantemente estaban echándoles anzuelos en las recepciones y fiestas para ver si había algún alemán que no estaba a favor de Hitler y detenerlo y extraditarlo inmediatamente. Incluso se llegó a crear una red que se llamaba la Red Ogro, presuntamente dirigida por un alemán que se apellidaba Hoffmann y que llegó a ser cónsul de Alemania en Málaga hasta hace muy pocos años, para secuestrar alemanes sospechosos de no apoyar a Hitler. Esta red la incluían alemanes que vivían en Madrid y algunos destacados falangistas, y aparece sobre ella muchísima documentación.

A los espías profesionales también habría que añadir el caso de centenares de agentes no profesionales, de personas que no pertenecían ni a las SS ni a la Gestapo pero que colaboraron con el régimen de Hitler porque fueron muy presionados. Muchos de ellos se encontraban en el País Vasco y en Andalucía, y eran empresarios muy emprendedores que vinieron aquí en los años 20 huyendo de la crisis en Alemania y que crearon empresas muy prósperas. Estas empresas trabajaron al servicio de la causa nazi facilitando minerales y abasteciendo así los barcos de la flota alemana durante la guerra. Algunos lo hicieron complacidos con sus ideas y otros muchos simplemente porque fueron tremendamente presionados y no les quedó más remedio que colaborar para no ser detenidos y repatriados a su país. Y entre estas redes de espías que, insisto, incluían nombres de cientos de personas, hubo también algunos criminales. Como por ejemplo George Henri Delfanne, un caso sintomático y muy importante que supuso una auténtica pesadilla para los miembros de la Resistencia en Francia. Según testimonios de centenares de personas, a manos de éste murieron más de 200 miembros de dicha Resistencia con las famosas torturas de la bañera, que llevaba a cabo en su despacho, en el centro de París. Delfanne era un agente al servicio de la Gestapo y un apasionado del arte, por lo que participó en el contrabando de las obras expoliadas en toda Europa por los nazis. Huyó pocos meses antes de la liberación de París. Permaneció unos meses en San Juan de Luz y luego cruzó la frontera y se refugió en San Sebastián. Vivía plácida y tranquilamente en un piso magnífico en el centro de la capital donostiarra, y allí se encontraba cuando tres policías franceses, uno de ellos de origen español, Antonio López, cuyos padres eran de Huesca y se habían exiliado a Francia, intentaron secuestrarlo en una misión realmente novelesca.



 

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