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En definitiva, la de la mujer es una mirada sesgada, lateral; es decir, no está en el centro. Además, por lo que hemos visto a lo largo de la Historia, cuando la mujer deviene centro, es otra cosa absolutamente distinta. Nuevamente invito a releer Macbeth, sobre todo los grandes parlamentos de la protagonista y su famoso "Unsex me now!", una expresión imposible de traducir satisfactoriamente. Lady Macbeth está diciendo, aproximadamente, "¡Quítenme el sexo!". No quiere tener el sexo femenino, porque, si lo tiene, no va a ser como quiere ser, no va a estar por el crimen ni por el poder. Shakespeare sabe que hay algo en la naturaleza femenina. Se trata dicho con un gran respeto de debilidad, de un toque particular arropado por la ética.
Por consiguiente, a comienzos del siglo XX nacen una nueva estética y una nueva ética. Este mundo más igualitario y más consciente de lo social tiene su mayor reto en lo que Freud describió como "el malestar en la cultura", expresión que dio origen al título de un libro póstumo, legado de Freud para nosotros. Uno de los pasajes que más me impactan de esta obra absolutamente extraordinaria es ese en el que se dice que no hay nada escrito ni en la Tierra ni en el universo que afirme que los seres humanos estamos hechos para ser felices, idea que Camus recoge también cuando Calígula afirma "Quiero la luna. Los hombres mueren y no son felices". En la actualidad estamos viviendo ese nuevo malestar en la cultura, cuyo síntoma más notable es el declive de la ética, el darwinismo social y, sobre todo, la falta de vergüenza, algo de lo cual se jacta hoy día buena parte de la sociedad, como si esta sociedad actual hubiera atendido a rajatabla la llamada del "prohibido prohibir".