Se quiera aceptar o no, el siglo XX es el siglo de la mujer. No en vano, Freud descubrió el inconsciente conversando con mujeres que querían hablar y no que se hablara de ellas. Pensemos, por ejemplo, en el todavía famosísimo caso Dora, una vienesa casi adolescente, de unos diecisiete años, que fue la primera persona a la que Freud sometió a un psicoanálisis. Pues bien, lo que al psiquiatra austriaco le preocupaba de una manera increíble era qué quería la mujer, si bien nunca pudo responder a cuestión tan complicada.
En efecto, la mujer, por cuanto sabemos, es la otredad absoluta, es otra hasta para sí misma, un enigma ya desde finales del siglo XIX. La pregunta de Freud, con todo, ya estaba formulada por los románticos. Si no hubiera sido así, ¿por qué Bécquer se habría preocupado tanto por la mujer, hasta el punto de cantar: "Yo soy ardiente, yo soy morena / yo soy el símbolo de la pasión"? Estos versos no son mera palabrería. El poeta sevillano se preguntaba, precisamente, por el enigma de la mujer.
Por consiguiente, este tipo de preguntas empieza a plantearse a partir del Romanticismo. La paridad que existe ahora en el gobierno es un signo muy nuevo. Durante la Transición española, por ejemplo, se llegó a decir que la cosa más importante que se había conseguido entonces era la igualdad de la mujer. En definitiva, las mujeres estamos luchando por todo ello desde finales del siglo XIX si bien, en otros lugares del mundo, lo hicieron desde finales del XVIII. Hay que subrayar el papel destacadísimo aunque no se acepte como norma y poco reconocido de la aportación de la mujer en las artes, en la cultura y en la política del siglo XX. La mujer es el empuje de todo ello, y está en la vanguardia, al frente y, a la vez, en muchos frentes (basta pensar en todas las librepensadoras masonas, anarquistas, comunistas, socialistas, etc. que hubo a finales del siglo XIX).
De todos modos, es preciso hacer una puntualización importante. Aunque resulte paradójico, la mujer no existe. Es decir, siguiendo la tesis del psicoanálisis freudiano, que después retoma Lacan, no se puede hablar de "la mujer". Esto significa que no se pueden hacer generalizaciones, sino que hay que tomar una por una a las mujeres, con sus diferencias. Además, esta afirmación nos lleva a pensar que, si la mujer no existe, debemos plantearnos qué eso a lo que llamamos "mujer", cómo sería esa posición subjetiva (que se podría denominar "femenina") y qué hay más allá de lo biológico. También nos conduce a pensar que lo que determina la posición sexuada de los seres humanos son elementos de tipo subjetivo, y que, por decirlo gráficamente y con mucha ironía, hay mujeres "de pelo en pecho" y mujeres que trabajan para civilizar, papel este que considero fundamental para la mujer en el mundo y en la cultura, entendida esta última como vínculo social.