DALÍ JOVEN; DALÍ
GENIAL
D. Ian Gibson. Hispanista
Bilbao, 31de Mayo de 2004
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Siempre he dicho que España es el país más complejo de Occidente.
Creo que España tiene un problema de identidad, aunque sé que mucha
gente me dirá justamente lo contrario, que no hay tal problema. Sin
embargo, todo el período de la Edad Media imprime a este país con
un tinte muy especial. Es incontestable que durante esos siglos hubo
en España muchas personas que hablaban hebreo y árabe, y que existía
una mezcolanza que desapareció después, tras una fecha que todos conocemos.
De este modo, creo que España es un país que tiene dificultades con
el problema del quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos,
por qué perdimos el imperio, etc.
Tal vez por esta razón haya tantos bichos raros que se llaman "hispanistas".
Sinceramente, creo que hay por delante un trabajo de siglos para entender
España. A los muchos siglos de mezcla cultural se le une después gran
cantidad de amnesias, desconciertos, temores subterráneos y no tan
subterráneos que han provocado inestabilidad política y una especie
de discontinuidad cultural interna (dificultad para estudiar fuera,
aprender idiomas, etc.) que ha dejado gran cantidad de huecos que
poco a poco se van rellenando con el trabajo de investigadores españoles
y de hispanistas ingleses o irlandeses, sin olvidar a los alemanes
o franceses, que son legión. Son miles y miles, y todos ellos están
contribuyendo a lo largo del mundo al conocimiento de ese fenómeno
denominado "España".
En este contexto, Dalí es para mí un fenómeno puramente hispánico.
Dalí es un gran genio hispánico que sintetiza en cierto modo algo
de lo que acabo de apuntar: la complejidad. Dalí es un hombre que
nace en Figueras y que empieza hablando catalán, porque su familia
es no sólo catalana, sino además catalanista. Dalí empieza hablando
primero catalán, y después es enviado en Figueras a un colegio de
curas franceses que se han establecido en el pueblo porque el gobierno
los ha echado del país. Y el padre de Dalí, a pesar de no gustarle
los curas porque se cree ateo aunque después se convierte al catolicismo
y de ser catalanista y férvidamente republicano y federalista, matricula
a Salvador Dalí en un colegio francés. La razón es sencilla: quiere
que su hijo aprenda francés. Y ya a los doce años, Salvador Dalí hablará
catalán, francés y castellano.
Por tanto, yo veo a Dalí como una especie de símbolo de la complejidad
de esta península y de este país. Dalí es un chico que a los doce
años maneja tres idiomas, lo que le facilita el contacto con Europa
(no hay que olvidar que Figueras, además, es una ciudad fronteriza).
Por ejemplo, la importancia de la lengua francesa se observa en su
relación con Gala, su mujer. En 1929, Dalí y Gala se conocen precisamente
en francés; y siempre hablarán en esa lengua, nunca en otro idioma.
Cuando en 1983, tres años antes de su muerte, salía de la memorable
entrevista en la que conocí a Dalí, mi biografiado me dijo más o menos
lo siguiente: "Hay que decir al mundo que Salvador Dalí era surrealista
antes de conocer a Gala". Como he dicho, él conoció a Gala en 1929,
en la playa de Cadaqués, en lo que constituyó un encuentro cósmico
que se produjo en aquel instante. Sin embargo, tres años antes, Dalí
había empezado a pintar cuadros surrealistas antes de conocer a André
Breton, Louis Aragon y al resto del grupo. Lo que me interesa subrayar
es que eso habría sido imposible sin Madrid.
Para el joven Dalí, el Dalí genial que yo creo que es el Dalí más
genial, la época de Madrid fue un momento estelar en su vida. Él
creía, cuando llegó a Madrid desde Figueras, que esa ciudad iba a
ser un desastre cultural comparada con Barcelona. Al margen del Museo
del Prado, con Velázquez, Goya, Mantegna y otros pintores que él admiraba,
Dalí creía que le esperaba un páramo cultural. Sin embargo, se encontró
con Ramón Gómez de la Serna y su tertulia del café Pombo; con la Residencia
de Estudiantes, que fue una aventura increíble; con Luis Buñuel y
Federico García Lorca; y con un personaje muy simpático y bastante
raro que se llama José Bello, cuyo centenario se celebró hace poco
en la Residencia de Estudiantes. José Bello fue amigo íntimo de Lorca,
Dalí y Buñuel, y con cien años conserva perfecta la memoria y habla
con total claridad sobre aquellos años. Gracias a Bello conservamos
la correspondencia entre ellos, porque él era un hombre que tenía
el don de la amistad, de la fidelidad amistosa, y conservó todos los
papeles que recibía de los tres genios.
La Residencia de Estudiantes fue fundamental para Dalí como lo fue
para Buñuel y García Lorca; sin aquel ambiente, no tendríamos la
obra de los tres tal como hoy la conocemos. Hay constantes alusiones
en sus obras a la Residencia de Estudiantes, a los días heroicos de
su encuentro y de sus estancias en Madrid.
El Dalí que llega a Madrid en 1922 es un revolucionario. Tiene dieciocho
años y quiere cambiar el mundo. Él se cree marxista. Es muy joven,
pero ha conocido a personas, empezando por su padre, que son bastante
subversivas y que quieren que España cambie. Además, Dalí conoce a
algunos chicos en Figueras que le hablan de Marx y de Lenin, y sigue
día a día la prensa aspecto éste muy importante porque tiene la
suerte de nacer en el seno de una familia donde se lee una prensa
variada. Lee la prensa catalana, porque obviamente hay varias publicaciones
en catalán, pero también lee el periódico madrileño más conocido del
momento (El Sol), un gran diario liberal que se distribuye en todo
el país.
La gran afición del joven Dalí por los periódicos tan distinta, por
otro lado, de la de los jóvenes actuales por la televisión se aprecia
en un texto suyo que recomiendo, que son sus diarios adolescentes.
Tenemos la fortuna de que la Fundación Dalí en Figueras haya localizado
los extraordinarios diarios adolescentes de Dalí, de cuando tenía
quince y dieciséis años. Los escribió en catalán, pero han sido traducidos
al español y están en las librerías. Yo creo que, para conocer a Dalí,
hay que empezar por estos diarios, donde vemos a un joven timidísimo
e insegurísimo comentando todo lo que ve a su alrededor: sus lecturas,
lo que está haciendo, lo que está pasando en política, lo que está
pasando en pintura... Se advierte en él una sed de conocimientos realmente
extraordinaria.
Salvador Dalí no fue, desde luego, ni un niño ni un adolescente normal.
Cuando llega a Madrid, los contemporáneos advierten sobre todo su
timidez. En la fiesta en la Residencia de Estudiantes que he mencionado
más arriba, Bello recordó que Dalí era un total ignorante. Cuando
llegó a Madrid, sabía de pintura, pero no sabía cruzar una calle,
comprar una barra de jabón, leer el reloj... Ahora bien, estos diarios
de los quince y dieciséis años muestran a un joven que se encuentra
totalmente en contacto con su época que es lo necesario leyendo
varios periódicos, practicando los tres idiomas que conocía y hablando
con su padre.
Este tercer aspecto, la figura de su padre, es también muy importante.
El padre de Dalí, de nombre también Salvador, fue un personaje extraordinario.
Notario de Figueras, fue el único notario de España capaz de echar
a un cliente a patadas, gritando en voz alta, y de seguir luchando
con él en la calle. Era un personaje famosísimo en Figueras. Encajaba
al milímetro en el estereotipo del hombre perfectamente normal que,
de repente, se vuelve por completo enloquecido. El padre de Dalí era
así. Y Dalí le admiraba, y quería ser como él.
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