Dr. D.
Gustavo Bueno, filósofo
Miércoles,
14 de diciembre de 2005
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La evolución del concepto de nación étnica da
origen a la nación histórica, que no debe confundirse
con algo tan coyuntural como las actuales nacionalidades históricas
de las que habla con rigor muy discutible la Constitución de
1978 en relación con las autonomías que antes de la
Guerra Civil estaban a punto de ser concedidas. Por el contrario,
nación histórica es la nación étnica (cultural
en su origen) compuesta de varias naciones étnicas a su vez
refundidas. Como ejemplo, tenemos la España del siglo XVI.
Las etnias se refunden, por medio de acuerdos entre reinos, etc.,
en una sociedad política que -he ahí la dificultad-
todavía no es una nación política. Es decir,
empleando terminología clásica, puede decirse que, aunque
materialmente es política, formalmente la nación histórica
todavía no lo es. La razón de ello es que nos encontramos
todavía en el Antiguo Régimen, donde la soberanía
proviene de la voluntad divina.
Es muy importante tener en cuenta esta diferencia porque, a veces,
ciertos historiadores proclaman esta tesis: España es la primera
nación de Europa donde apareció la idea de nación.
Ahora bien, esta idea de nación no es todavía la idea
de nación política, y así lo atestigua, por ejemplo,
El Quijote, cuando el bachiller Carrasco dice a don Quijote que es
"honor y espejo de la nación española". Tampoco
Luis XIV utiliza en este sentido la expresión "nación"
en el proceso de entrega de la corona de Carlos II a Felipe V, nieto
de aquél, citando ante la corte de Versalles el testamento
del rey difunto Carlos II. En este caso, la nación española
sólo recibe la corona, mientras que la soberanía, a
través del testamento, sigue procediendo de Carlos II.
La nación política comienza con la Revolución
Francesa y no procede de la nación étnica previa ni
tampoco de un pacto entre naciones étnicas, sino de la sangre
de la guillotina y de esa proclama revolucionaria de las tropas de
Kellerman en la batalla de Valmy, que gritan, en lugar de "Viva
el rey", "Viva la nación". Acusan a Luis XVI
de traición, y en su propio origen, la idea de nación
es republicana porque aparece sobre las ruinas del Antiguo Régimen,
es decir, del trono y del altar. Después llegarán la
Restauración, la monarquía constitucional (o repúblicas
coronadas, tanto como decir "círculos cuadrados")
e incluso esa frase tan cínica de Thiers: "El rey ya no
gobierna, sino que tan sólo reina".
Por consiguiente, la nación política supone una revolución
real construida sobre una racionalización muy similar a la
que pusieron en práctica las ciencias de la época (química,
biología, etc.), y que hemos llamado "holización".
La revolución que en biología supuso concebir los organismos
como compuestos de células -a diferencia de como hacían
Hipócrates o Aristóteles, para quienes eran conjuntos
compuestos de alma y cuerpo- se traslada al ámbito político.
En la Asamblea francesa de 1789 se proclamó la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, algo contradictorio, ya
que, en cuanto hombre, no se es ciudadano. La idea de nación
política necesita suponer que los ciudadanos son ciudadanos
dentro de una nación determinada, con fronteras, como la francesa.
Más tarde llegarían el sufragio universal, la reflexión
sobre los sujetos de la soberanía, etc.
Todo ello desembarcará en España con la Constitución
de 1812, para la cual -como he dicho- la soberanía reside en
la nación. Finalmente, en cuanto al debate entre nación
y democracia, no hay que olvidar que éste es un concepto formal,
y siempre referido a una nación concreta, puesto que, de lo
contrario, carece de valor.
Quedan por definir las naciones fraccionarias. Éstas no provienen
de las naciones étnicas directamente, sino de naciones étnicas
que se elevaron sobre el nivel de la antropología para pasar
a la historia dentro de la nación política España.
El asunto es preguntarse por qué razón empiezan tras
1898 los movimientos de repliegue, aversión y odio hacia España,
que es lo que caracteriza a los nacionalismos. Y el grave problema
es que una buena parte de las personas educadas en estos lugares siente
tanto esa idea de nación como los sentimientos de que se hace
acompañar.
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