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AULA DE CULTURA VIRTUAL

PINTURA Y PSIQUIATRÍA

D. José Guimón Ugartechea
Catedrático de Psiquiatría de la UPV

Bilbao, 13 de diciembre de 2004

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En Harvard se llevó a cabo una investigación con un enfoque totalmente distinto. Estudió toda la población de estudiantes, comprobó los que tenían depresión y después los sometió a un test de creatividad. Comparó patología con creatividad, no ya en pacientes detectados ni en artistas detectados, sino que empleó unas correlaciones estadísticas de distintos tipo. Comprobaron, de nuevo, la relación entre patología y creatividad.

Por consiguiente, existe indudablemente una herencia de la tendencia al arte y de las capacidades para ello, como se sabía que sucedía con la inteligencia y con otras características físicas. Ahora bien, ¿qué se hereda en el caso de la pintura? Existen hoy día datos de investigación que demuestran que el cerebro humano recibe la información visual de una manera particular, de modo que la forma, el color y el movimiento de una pintura o de un objeto llegan –cada una de ellas– a partes totalmente distintas del cerebro. Existen núcleos completamente distinguibles que revisten una importancia decisiva a la hora de relacionarnos con la pintura. No en vano, hay mucha gente que prefiere la forma sobre el color, y otra que antepone el movimiento sobre la forma o sobre aquél.

También se han descubierto patologías de esos centros. Hay personas que padecen acromatismo –no distinguen los colores– o que oyen coloreado –es decir, cuando oyen un sonido ven una luz, y cuando ven una luz ven un sonido–. Además, cuando se ha acudido a la población general, se ha visto que esa habilidad está mucho más repartida de lo que se pensaba; quizá el 30% de la población percibe una mezcla de sonido y color, lo que explica, por ejemplo, el famoso poema en el que Arthur Rimbaud relaciona las vocales con los colores. Seguramente, el genial poeta francés era una persona que padecía disestesia sin saberlo, porque en aquella época no estaría diagnosticada.

Por tanto, que haya personas más dotadas para lo cinético o para los colores explica muchísimo los intereses de algunos artistas por un tipo de expresión u otra, o explica mucho la reacción de los profanos cuando nos ponemos a contemplar un cuadro, porque acaso nos interesamos más por la forma o el color o el movimiento, según que nuestras respectivas zonas del cerebro estén más desarrolladas o no.

Ahora bien, la cuestión va más allá, porque se ha visto que las células que genéticamente se especializan en el color se desarrollan en el feto antes que las de la forma, pero no en todos los sujetos, y que hay personas que reconocen palabras o colores antes que formas. Por ejemplo, si uno coloca una palabra junto a un color y otra palabra junto a una forma, hay personas que la reconocen antes si está con un color que si está con una forma.

Todo esto significa que cada ser humano –y especialmente los artistas– tiene una reactividad muy diferente al color, a la forma y al movimiento. Se trata de disposiciones que explican en buena parte nuestra reacción ante las obras de arte y la productividad de algunos artistas que se interesan específicamente por un tipo de forma u otra.

Abordemos ahora el tercer grupo de preguntas, que gira en torno a la idea siguiente: ¿Es verdad que para pintar hay que estar loco? ¿Es cierto que, para ser un pintor creativo, hay que tener un cierto grado de locura? ¿Genio, pintura y locura están íntimamente unidos? La respuesta es que sí, que frecuentemente hay que ser "un poco distinto", anticonvencional, diferente de carácter o "especial". En ocasiones también se ha visto clarísimamente que hay más enfermos mentales entre los artistas pintores. Voy a distinguir entre cuatro grandes trastornos: el daño cerebral, los trastornos psicóticos, los trastornos depresivos y los que ahora se llaman "trastornos de la personalidad".



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