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AULA DE CULTURA VIRTUAL

 

TÚ ERES LA CAUSA DE TU BUENA SUERTE


D. Fernando Trías de Bes
Profesor de la Bussiness School ESADE
Autor del best-seller 'La Buena Suerte'


Bilbao, 22 de marzo de 2004


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La novena regla mantiene que, cuando ya se han creado todas las circunstancias, hay que tener paciencia y no abandonar. Es decir, para que la buena suerte llegue, confía. Sobre esta regla se pueden poner ejemplos muy curiosos.

El primero es el de la política de Kellogs, el fabricante de cereales. Cuando Kellogs entra en un país en el que la población no desayuna con cereales, lo que hace es invertir en publicidad, encargar anuncios que muestran cómo las familias desayunan con cereales. Desde luego, la gente no consume, y ellos pierden dinero porque van haciendo sus campañas de publicidad sin que las ventas den para soportar esas campañas. No obstante, siguen y siguen durante normalmente diez años. Se ponen diez de años de inversión para lograr cambiar los hábitos de una población que tiene que pasar a desayunar con cereales, que es como desayunan los estadounidenses, pero no como lo hacíamos hace unos años los europeos. El caso es que, cuando Kellogs logra cambiar esas costumbres, adquiere unas participaciones de mercado y unos niveles de venta extraordinarios, y normalmente permanece en el liderazgo durante un lapso de veinte a veinticinco años. Ahora bien, para eso han sido necesarios diez años de inversión sin abandonar.

Otro dato interesante nos lo proporciona la revista Forbes, donde leí unas entrevistas que mantuvieron con los principales millonarios americanos, a los que preguntaban cuántas veces se habían arruinado antes de hacerse millonarios. El número era sorprendente: antes de hacerse millonario, un millonario americano se arruina 3,75 veces. Es decir, lo pierden todo y vuelven a empezar 3,75 veces, aunque, eso sí, probablemente aprendiendo mucho de los errores.

Veamos otro caso. Poca gente sabe que el post-it se inventó en 1968 por un ingeniero que se llamaba Spencer Silver. Este persona pensó inicialmente que esa goma que pegaba mal, aplicada sobre papel, podía servir para crear carteles de publicidad. Se podrían colocar en las universidades, en los teatros, etc., y después poder retirarlos sin tener que poner cola detrás, algo que resultaba muy engorroso. Sin embargo, no le veían potencial, y él estuvo doce años hablando con otros ingenieros con el fin de ver para qué demonios podía servir el papelito con la cola que pegaba mal.

Finalmente, la idea se le ocurrió a un compañero que trabajaba en la empresa y que cantaba en la coral de su barrio. Resulta que esa persona marcaba con papelitos rotos los puntos de las canciones que tocaba cantar, como muchos hacemos a veces con los libros. Sin embargo, sucedió que, en mitad de una representación, mientras cantaba en la coral, se le cayeron todos los papelitos, y se volvió loco durante toda la misa buscando la canción que tocaba cantar. Entonces se acordó del papelito amarillo: aquello podía servir de puntos de libro. Así lo lanzaron inicialmente, y hoy día recibe muchas aplicaciones, hasta el punto de haberse convertido en uno de los máximos éxitos empresariales del siglo XX. Aun así, poca gente sabe que, durante doce años, hubo una persona preguntando dentro de su empresa a quién se le ocurría para qué podía servir aquel papelito amarillo que pegaba tan mal.

La décima y última regla afirma que crear buena suerte es preparar las circunstancias a la oportunidad. Ahora bien, la oportunidad no es cuestión de suerte o de azar, sino que la oportunidad siempre está ahí. Evidentemente, esto es demasiado discutible para que yo lo pueda demostrar. Yo no puedo demostrar que el azar no existe: puede que yo salga de aquí y me caiga una piedra encima. Uno no puede negar el azar –de hecho, el azar es parte de la vida–. El riesgo es vida. Si estuviera todo predeterminado, sería horroroso; si supiéramos lo que va a pasar mañana, no tendría sentido vivir. He aquí la gran paradoja de la vida: saber que el azar es lo que nos da la vida, pero al mismo tiempo no cometer el error de abandonarnos a él.

Sin embargo, lo que sí hay es muchísimas oportunidades. Recuerdo que en cierta ocasión le preguntaron a Gabriel García Márquez cómo era posible que a él le sucedieran tantas cosas asombrosas, y él respondió que le ocurría lo mismo que a todo el mundo, sólo que él aprovechaba las oportunidades que pasaban por delante de él. Hay una teoría americana muy implantada que es la teoría de la oportunidad. Generalmente se dice que, hablando de negocios, lo contrario de "oportunidad" es "amenaza", pero a nosotros nos gusta decir que lo contrario de oportunidad no es amenaza, sino inoportunidad, que es no hacer lo que conviene en el aquí y en el ahora. Realmente, las amenazas existen; pero lo que hay, y mucho, son inoportunidades.

Todas las ideas que he explicado hasta ahora pueden sintetizarse de esta forma: crear buena suerte consiste, únicamente, en crear circunstancias. Hay una fórmula que nos gusta mucho, y que dice que i x d = r. Es decir: imaginación por deseo igual a realidad. Absolutamente todo lo que hay a nuestro alrededor que sea material (un vaso, una botella, un reloj, un micrófono...) antes no estuvo, hubo un momento en el que no fue. Todo ha pasado por la imaginación y por el deseo de alguien. Por tanto, la creación de circunstancias es, al final, activar la imaginación y el deseo: entonces es cuando las oportunidades aparecen.

Terminaré haciendo una breve referencia a las desgracias. Las desgracias están ahí y no se pueden negar; la vida se compone de dolor y de sufrimiento, aparte de alegrías. Quizá el gran reto de vivir es averiguar la forma de integrar el dolor y la desgracia para que la vida valga la pena.

En este sentido, hay una historia que a mí me dejó conmovido. Es la historia de una chica norteamericana surfista de trece años. Iba para campeona de surf, pero hace dos meses un tiburón la derribó y la mordió. Le arrancó todo el brazo izquierdo. La chica consiguió volver a nado como buenamente pudo, y lograron salvarle la vida.

Solamente dos semanas después de ponerse en pie, lo primero que dijo fue esto: "Quiero volver a la tabla de surf". Y su padre le preguntó: "Pero ¿por qué?". Y ella respondió: "Porque me he dado cuenta de que lo que Dios me ha pedido en esta vida no es ser una campeona, sino demostrar a las mujeres que la superación es posible".

La mentalidad de esta chica es una mentalidad verdaderamente ganadora: se dio cuenta, en definitiva, de que ese terrible dolor y esa terrible pérdida deben ser el punto de partida para empezar a crear buena suerte.




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