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AULA DE CULTURA VIRTUAL

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Transcripción de la conferencia "Cristianismo y Tercer Milenio" de José Ignacio González Faus 4

Bien, pues, si a modo de resumen, teniendo en cuenta todo lo dicho, se puede decir que la situación del cristianismo ante la llegada del tercer milenio sugiere un cierto pesimismo, no es menos cierto que aquélla también presenta otra cara más amable, permite una cierta tranquilidad ópara no utilizar la palabra optimismo, quizá demasiado triunfaló. Es decir: la institución cristiana tiende a darnos a conocer su cara más oscura; no obstante, sus contenidos nos invitan a un cierto relajo de miras. De estos últimos, me voy a fijar en dos: uno, directamente cristiano; el otro, orientado a los peligros a los que está sometida nuestra cultura europea.

Así pues, uno de estos términos positivos es que, realmente, defensores de los pobres en la medida en que el mundo se descristianiza, van quedando muy pocos, sobre todo en lo que a grandes instituciones se refiere. Y esto me lo han dicho a mí incluso agnósticos como Ignacio Sotelo, que a veces pasa por aquí y reconoce que ´del tema, sólo puedo hablar con vosotros'. Esto quiere decir que todos vamos a lo nuestro; la lucha por la justicia, por los derechos de los otros, siempre es cuestión utilizada como derecho propio, cuando, verdaderamente, lo fundamental del tema de los derechos humanos es aquello que compete al prójimo, cosa que yo no sé si Europa va perdiendo. Algunos dirán que no y habrá muchas discusiones sobre el asunto, pero lo cierto es que óal menos, eso me gustaría poner de relieveó la tragedia de la modernidad europea es ésta. Ya señalaba en párrafos anteriores que la revolución francesa levantaba un grito de libertad, igualdad y fraternidad, profundamente cristiano, que ya se asomaba con la aparición de San Francisco de Asís y que precisamente el cristianismo de la época no aceptaba -hay que reconocerlo-. Incluso el mismísimo Papa Pío IX escribe contra esto. Pero ¿qué quiere decir?, pues que la modernidad levanta su bandera contra dicho cristianismo. Y, al levantarla, acaba desvirtuándose. Hoy en día, el grito de la revolución francesa ya no vale. Nos hemos quedado con una libertad, mas no entendida como Francisco de Asís lo hacía.

Ya no se trata de liberarme yo, no, sino de la libertad usada para hacer lo que dé la real gana. De esta manera, se va contra la igualdad y contra la fraternidad, conclusión terriblemente seria. Y yo me pregunto óy alguno más tambiénó si es que, sin Dios, esto tiene que pasar inevitablemente. Muchos dicen que no óalgún agnóstico me lo niegaó, a lo que siempre contesto: ´Mira, hay que distinguir el nivel de los fundamentos y el de los funcionamientos'. Hace poco, publicamos en Cristianismo y justicia un último cuaderno titulado "La igualdad, una meta pendiente del tercer milenio". El autor es el hijo de Alfonso Carlos Comil, muy conocido aquí también, en su época. Este chaval, con 26, 27 años, con una inteligencia bastante privilegiada, empieza a pensar sobre la igualdad y dice: ´Sin una mística religiosa es imposible fundamentar la igualdad' -leedlo; realmente vale mucho la penaó ¿Por qué?, porque, a esa modernidad nuestra de la libertad, la igualdad y la fraternidad, va muy unida la idea del progreso, idea que hemos reducido al plano tecnoeconómico. No cabe duda de que la técnica es una gran cosa; empero, a un progreso así, es probable que la igualdad le estorbe, ya que ésta implica pararse y recoger a los que se van quedando por el camino. Con respecto a este punto, me gusta mucho citar un texto de un novelista peruano, Arguedas, muy amigo de Gustavo Gutiérrez, extraído de una novela preciosa que se llama Todas las sangres, sobre el Perú, donde un empresario de aquéllos que están allí, escribe estas palabras: "La fraternidad es el camino de retroceso a la barbarie. Dios creó al hombre desigual en facultades".

Esto parece y es verdad; ahora bien, el problema es si lo creó desigual en dignidad, aunque lo creara desigual en dicho terreno. ´Eso no tiene remedio ósigue diciendo el libroó. Hay que respetar y perfeccionar la obra de Dios, la desigualdad como motor de lucha y ascenso'. Ésta es una idea que se ha metido últimamente en nuestra cultura del neoliberalismo; ya nadie se atreve a hablar de la igualdad, da vergüenza: ´pero de qué vas tú -nos contestan-, si aquí lo que importa es progresar, y la desigualdad es necesaria para el progreso'. Entonces, viene la pregunta: øno será que, en esta cultura que ha nacido así, sin un Dios como el de Jesús óal menos en este mundo europeo; yo no me meto en otrosó, es muy difícil mantener el grito que la revolución francesa levantó contra Él? Desde luego, habría que reflexionar esta cuestión, pero, a continuación, señalaré lo ambiguo de nuestra idea de progreso. Y es que, cuando hablamos de progreso, de palabras como calidad de vida, ¿qué entendemos?; pues pensamos en más aparatos, más móviles, más vídeos..., en ir a Marte... Eurípides, el dramaturgo griego, en otro texto que me gusta citar, perteneciente a esa raíz europea, ya avisa del peligro que entraña esta idea equivocada del progreso: ´Hombres que erráis en tantas cosas: ¿por qué enseñar tantas técnicas?, ¿por qué inventarlo y descubrirlo todo mientras existe algo, que ni conocéis ni poseéis todavía, que es enseñar la bondad a quien carece de ella?"

Eso está escrito hace 24, 23 siglos, por ahí, y ya nos dice que, efectivamente, podemos progresar en mil técnicas pero nos debemos preguntar si progresamos en bondad, en humanidad, en calidad humana. El gran impacto que sufre mucha gente cuando va a América latina es que encuentra que le faltan infinidad de cosas; sin embargo, encuentra todos estos otros valores que le compensan, y, cuando vienen aquí, les sobra lo material y echan en falta aquello que descubrieron allá. Por eso yo suelo decir: ´Allá son las sonrisas y lágrimas; aquí, El Corte Inglés y la depresión'. El mundo se divide en oprimidos y deprimidos. Y entonces surge ópermitidme otra alusión, al menosó la democracia, que parece ser el fruto de nuestra modernidad. Se oye mucho ahora eso de ´nosotros, los demócratas'.

Realmente creemos que lo somos, que ya lo tenemos todo, cuando no puede haber una democracia política si no hay una democracia en la economía y en los medios de comunicación. Bien parece que en la política tenemos una cierta democracia, (elegimos, podemos tirar a un gobierno), pero en los media y en la economía no hay absolutamente nada. En el último caso, lo sabemos; en el primero, es conocido el dato de que, hace 25 años ya, Naciones Unidas aprobó un texto famoso y célebre que decía algo así como: ´Nos comprometemos todos a luchar por un nuevo orden económico internacional, más basado en lo que tenía que estar basado: en la justicia, en la igualdad'. Fue aprobado con 100 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones; no obstante, ha sido papel mojado ¿Por qué?, ¿quién votó en contra?: Estados Unidos, Inglaterra, Dinamarca, Luxemburgo y creo que Alemania ¿Quién se abstuvo?: España, Francia, Italia, Bélgica...; 16 países se abstuvieron en esta votación bien mayoritaria. Haciendo un pequeño paréntesis, sin querer meterme con nadie pero por completar la idea a propósito de eso que decía de los media, yo veo que, a veces, éstos te cortan y te censuran a su gusto. Por ejemplo: hace poco, lo habréis leídos muchos, se publicó en el Suplemento de El País una entrevista a Jon Sobrino que ha gustado, pero el otro día me mandó por correo electrónico lo que él había dicho y lo que había salido en aquél. Curiosamente, cuando le preguntaban ´¿Persigue el Vaticano la teología de la liberación?', Jon respondía: ´Bueno, el Vaticano tuvo sus dificultades, pero, mucho más que la teología de la liberación, nos ha perseguido Estados Unidos, el gobierno de los Estados Unidos', cosa que no aparecía igualmente publicada.

Parece que en dicho periódico, por tanto, hablar contra los Estados Unidos es infinitamente más difícil que en la Iglesia católica hablar contra el Papa. Entonces, ¿es verdadera democracia ? Bueno, en este contexto, y sin culpar a nadie, sin culpar absolutamente a nadie óporque yo sé que hay prisas y demásó, hay una entrevista conmigo en El Correo en la que también se me han quitado ciertos aspectos, sin decirme nada ósiempre me las quitan sin decirme nadaó. En honor de la verdad, tengo que decir que sólo una vez un periodista a quien no conozco ósólo se que es de La Razónó y que me pidió una página sobre Helter Camara cuando murió, al no tener sitio para la publicación de todo lo dicho, tuvo la amabilidad de llamarme por teléfono y estuvimos, él en su ordenador y yo en el mío, leyendo el texto, para ponernos de acuerdo en qué quitar y qué poner. Así, en la primera pregunta que me hacían sobre la evangelización, después de decir algo de lo que ya ponía, yo añadí algo que creo es importante: evangelizar no es ganar adeptos, sino proclamar y hacer creíble el amor irrevocable de Dios a este mundo, que se manifestó en Jesucristo. Y aún añado un poquito más. Luego, en otra pregunta, me meto un poco con los obispos: ´si miráramos con quién tratan y qué amigos tienen veríamos que la mayoría de ellos se tratan, casi únicamente, entre ellos o con las autoridades'. Esto es lo que ya estaba escrito, y yo añadía: ´o con algunos demócrata-cristianos -decía-; algunos pocos', apreciación que me habían cortado. Después de decir eso y meterme un poco con los obispos de mi Iglesia, porque creo que un cristiano tiene esta libertad dada por el Evangelio, también añadía otra cosa que me parece importante decir y que quiero aclarar aquí: ´Por otro lado, me parece innegable, aunque moleste decirlo ómira si molesta que no ha salidoó que una buena parte de la sociedad y de los medios de comunicación óesto iba para ellosó usan los innegables fallos de la Iglesia como una excusa para desacreditar al hecho cristiano en sí mismo. Y esto no me parece noble'.

¿Qué quiero decir con todo esto?, pues que yo daba una de cal y otra de arena, pero sólo me ponían la de cal. Que una vez me supriman pregunta y respuesta lo comprendo; habrá compromisos, los anuncios en un periódico serán mucho más importantes que los contenidos y no se podrán quitar. Seguro que el periodista tenía excelente voluntad óyo tengo amigos periodistas no creyentes, y todos de excelente buena fe tambiénó, pero se puede poner en duda. En fín, que, como conclusión a este primer apartado positivo ósi es que lo esó, quizá podríamos decir que, de democracia, tenemos la "d" y la "e" pero nos faltan las demás sílabas. Así está la cuestión.

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