MILEURISTAS
RETRATO DE LA GENERACIÓN DE LOS MIL EUROS
Dña. Espido Freire
Escritora
Bilbao, 30 de Octubre de 2006
Para la mayor parte de los mileuristas la protección del exterior era triple: por un lado, la escuela, por otro lado, los padres, por otro lado, la televisión. Una televisión de evasión, de dibujos animados, de muñecos de plastilina, en series importadas de Europa del Este. Por lo tanto, mientras nos estábamos preparando para ser alguien en la vida y mientras se daba por hecho que después de pasar por la universidad seríamos alguien en la vida, teníamos no solamente los juguetes con los que habían jugado nuestros padres, los carritos, las muñecas, la Nancy, luego llegó la Barbie, sino que, además, teníamos todo un mundo invisible de evasión, que era la televisión. Y muy pronto llegó el ordenador.
Nosotros somos una generación que ha crecido con el ordenador ya en casa o, por lo menos, en el instituto. Los trabajos ya no se entregaban a máquina, se entregaban a ordenador, y además, el ordenador colocaba una barrera generacional, como no había existido antes. El niño sabía más de programar el video y de programas del ordenador que el padre, no digamos ya que el abuelo. Por lo tanto, se estaba creando un lenguaje propio y un lenguaje exclusivo, como con la televisión. Las bromas de televisión que hacían los niños no tenían nada que ver con las bromas de televisión que hacían los mayores.
Se iba creando, por lo tanto, una distancia constante, no solamente de vocabulario, que siempre ha existido entre generaciones, y de gustos, sino también de la evasión. Mientras los mayores buscaban las evasiones, más o menos de siempre, por un lado, la familia o el entorno familiar, el entorno agradable, o por otro lado, lo buscaban en determinadas drogas. Lo que estaban haciendo los adolescentes y los niños era aprender que acudir a un mundo paralelo. Escribir, leer, ya no era tan satisfactorio como ver, absorber a través de la vista, el ordenador, la televisión, la publicidad, los videojuegos. Y no hemos salido de ahí. Mi generación ha sido la que ha asaltado del ordenador al móvil, sin ningún tipo de problema. De hecho sin móvil, ahora, la mayor parte de los adolescentes no podrían vivir, pero nosotros, los jóvenes adultos, tampoco.
Hemos hecho que nuestra vida girara entorno a la comunicación, en torno al saber, pero no en torno a la información como tal que era un eje importantísimo en la generación anterior: el saber, el conocer. Ahora, únicamente quieren comunicarse, quieren mantenerse en contacto y esto viene del continuo complejo de soledad del que ya les hablaré un poquito más adelante.
Yo les decía que, de pronto, habíamos llegado miles y miles de jóvenes a la universidad y que, de pronto, la universidad estaba saturada; y que, de pronto, la calidad bajaba; y que, de pronto, había una reforma educativa, los famosos planes nuevos. Los padres veían con sorpresa cómo muchos de los hijos, al primer año o al segundo año, dejaban la carrera. Dejaban la carrera y se iban a Ciencias del Mar, por ejemplo, o a Nutrición, a carreras de las que nunca habían oído hablar Y nuevamente se preguntaban ¡Dios mío, qué va hacer mi hijo! ¡Cómo va a ser nutricionista! Las carreras de verdad eran muy pocas, y en esas muy pocas se aseguraba el futuro. Y, de pronto, las otras ¿qué?
No nos dimos cuenta. Los jóvenes porque no teníamos suficiente conocimiento para ello y los mayores porque no estaban preparados para el mundo que se avecinaba, de que la especialización tenía que cambiar, que el modo de estudio tenía que cambiar y que el trabajo, desde luego, estaba cambiando. Para cuando los primeros mileuristas mayores que yo, los que tienen ahora cerca de cuarenta años, abandonaban la universidad, las ETT habían comenzado ya. Las empresas de trabajo temporal se estaban cebando en los parados no tan jóvenes, los parados de las reconversiones industriales y demás, y en los primeros parados jóvenes, en los que acababan de dejar la universidad. Era un tejido social totalmente deteriorado. Los mayores tenían miedo a no volver a ser contratados, aceptaban lo que pudieran, lo que les dijeran. Los jovencitos tenían la sensación de que habría muchísimo tiempo por delante para poder evolucionar. Así habían empezado sus padres, barriendo las aceras y habían llegado a un puesto determinado, habían empezado de botones y habían llegado a..., habían comenzado de dependientes y habían llegado a...
Todavía no sabíamos que los estudiantes mileuristas, los que abandonaban la carrera con su título para ser becarios, diez años más tarde continuarían siendo becarios. No nos habíamos dado cuenta de que la sociedad había cambiado y nos había dejado atrás sin saber muy bien cómo ni cuándo. Claro, todo esto tiene una explicación. La generación anterior a los mileuristas, los babyboomers, fue una generación muy amplia; por eso se llamaron babyboomers, el estallido de la natalidad. Era gente que tenía cinco hermanos, cuatro hermanos, familias numerosas. Eran muy competitivos, por lo tanto. Era gente además que no tenía nada que perder, que venía de una España gris, de una sociedad en que era mejor no destacar, pero si no destacaba uno se asfixiaba; era una generación que, además, tenía ganas de cambio y que consiguió, dio ese cambio. Pero es que eran muchos, y eran muy jóvenes cuando llegaron al poder y ahí continua, ha continuado pasando el tiempo, diez años, veinte años, veinticinco años y esa misma gente continua siendo más o menos joven. No tan joven como hace veinte años, pero ronda la cincuentena, los cincuenta y cinco años. Aún les quedan años de productividad. Y, una vez que se ha obtenido poder o responsabilidad o dinero, es muy difícil rectificar. De ahí y, sobre todo, es muy difícil aceptar que existe una serie de carencias de formación, una serie de carencias incluso empresariales que pueden otras generaciones más jóvenes completar. ¿Por qué? Porque, repito, fuimos educados como niños y a los mileuristas se nos sigue tratando como a niños. A los niños no se les da responsabilidad, y asumir que esos adolescentes mileuristas, que nacieron en los setenta han crecido, significa asumir también que la generación anterior ha envejecido y la generación de los babyboomers es la que defendió que la juventud tenía el poder, claro, mientras ellos eran jóvenes, y ahora que no son jóvenes siguen teniendo el poder.
A mí esto me parece normal, me parece incluso lógico. Yo no hablo en ningún momento de culpas, hablo de responsabilidades, hablo de errores que estamos cometiendo y que están produciendo una ausencia de diálogo social, una incomodidad por parte de los mayores y por parte de los jóvenes, una falta de diálogo constante. Las generaciones entre sí no siempre se han entendido bien, los babyboomers tuvieron que verse con la generación anterior, la de posguerra, pero, sin embargo, como he dicho antes, tenían menos que perder, estaban más a disgusto, había más cosas que cambiar, hicieron una revolución más o menos visible, más o menos activa, al estar tan a disgusto modificaron cosas. El problema está en que los mileuristas no están del todo a disgusto, no viven tan mal, no lo suficientemente mal como para iniciar una reacción, y por eso callan, y por eso en este salón hay tan pocos mileuristas. Luego analizaré también por qué me parece que en este caso, por ejemplo, hay tan pocos jóvenes.
He dicho antes que habían comenzado las ETT. Comenzaron los contratos basura, comenzó la sensación, cada vez más extendida, de que cuando se saliera de la universidad, no solamente no se iba obtener trabajo en lo que se quisiera, es que no se iba a obtener trabajo en absoluto. Ahí comenzó el fenómeno de las universitarias trabajando como cajeras en un supermercado. Los universitarios mileuristas yéndose durante un año, por ejemplo, aquí en el País Vasco ocurrió mucho, yéndose durante un año a perfeccionar el inglés... Intentaron salir fuera, buscar becas internacionales para poder competir mejor aquí.