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Transcripción de la conferencia
del psiquiatra Enrique Rojas - 4
Por otra parte, yo diría que
los tres aspectos que más afectan son, además de
la ya nombrada inteligencia, la afectividad y la personalidad,
junto con nuestro cuerpo, que es nuestro vehículo. La
personalidad es, por definirla de una forma rápida o muy
sencilla, aquel conjunto de pautas, de conductas actuales y potenciales
que se hospedan dentro de nosotros. O aquel conjunto de ingredientes
físicos, psicológicos, sociales y culturales que
dan lugar a una forma de ser. Por eso la personalidad se quiebra
cuando está deprimida; comienzan a dar señales
de vida aspectos muy negativos de la misma.
En cuanto a la inteligencia, debemos
destacar óya que antes nos hemos referido a ella en líneas
generalesó que hay muchos tipos. Nosotros, los psiquiatras,
sabemos que decir eso de ´Esta persona es muy inteligente´
es poco; hay que matizar. Hay una inteligencia teórica,
que es la del intelectual; una práctica, que es la de
la persona operativa ógeneralmente, éstas están
a la gresca, y de este hecho deriva, precisamente, la figura
del sabio distraído: esas personas que son muy inteligentes
para los aspectos conceptuales y no son prácticas para
la vidaó; otra social, la de las relaciones públicas;
otra analítica, otra sintética, otra discursiva,
es decir, la capacidad para expresar ideas en público;
la matemática, por la que se expresa el mundo en lenguaje
cuantitativo, y la instrumental -a ésta le he dedicado
yo un libro-, que es la voluntad, un ingrediente básico,
la capacidad para hacer algo sin encontrar un resultado inmediato,
para aplazar la recompensa, y que tiene como fundamentos el orden,
la constancia, la motivación. Además, junto a esta
lista enumerada, hay una inteligencia de las inteligencias, una
mayor: la inteligencia para la vida -ésta es punto y aparte,
y yo le dedicaría toda la noche-, la facultad para saber
gestionarla bien. Yo conozco mucha gente muy lista que
tiene una vida muy caótica, y conozco gente que, con una
inteligencia moderada, en cambio, ha sabido pilotar muy bien
su conducta.
La tercera y última es la afectividad,
aquella parcela de nuestro patrimonio psicológico donde
aparecen los grandes asuntos afectivos: los sentimientos, las
emociones, las pasiones, las motivaciones, que nos resuenan como
en una sinfonía, cada una con voz propia, dicho lo cual,
entro ya en la tercera parte de mi exposición.
¿Cuáles son los principales
síntomas de la depresión? Yo diría que tiene,
fundamentalmente, cinco estirpes de síntomas, que luego,
cada uno, se desparraman, se subclasifican y, al mismo tiempo,
se entrecruzan; son los físicos, los afectivos, los de
conducta, los cognitivos y los aseverativos. Ya decía
Letamendi, aquel médico español tan célebre,
que no hay enfermedades, sino enfermos. Una cosa son los libros
y otra cosa es la realidad clínica. A mí, lo que
no me han enseñado los primeros me lo han enseñado
los segundos, porque el enfermo es un libro abierto en el que
uno aprende la complejidad, lo variopinto, lo kafkiano, lo surrealista
de los cuadros clínicos; cada uno tiene un curso curioso
y sorprendente, y, realmente, no sigue lo que dicen los textos.
Así que, partiendo de esta premisa, voy a explicarles
qué significa cada uno de dichos síntomas brevemente.
En primer lugar, están los físicos,
de los cuales, el más importante es el dolor de cabeza.
De hecho, antiguamente, hace 20 años, se hablaba de las
depresiones enmascaradas, cuya apariencia era fundamentalmente
somática, no psicológica. Los alemanes le llamaban
a esto ´depressio sine depressione´, ´depresión
sin tristeza´, durante la que aparecen síntomas
somáticos como dichos dolores de cabeza, molestias digestivas
o molestias difusas por la geografía corporal, en forma
de dolores mal estructurados. Además, hay dos síntomas
físicos que no hay que perder de vista: uno, la impotencia
sexual en el hombre -es muy rara una depresión en la que
la sexualidad funciona bien- y el vaginismo en la mujer; otro,
el transtorno del ritmo del sueño, ya que una de las cosas
que refleja más salud psicológica o más
salud general es dormir bien. El insomnio es otra constante en
la depresión; son muy raras, en cambio, las depresiones
normosómnicas, en la que el enfermo duerme bien. Se puede
tratar de dificultad para coger el sueño, sueño
intermitente, sueño no reparador o sueños con contenidos
oníricos angustiosos; es decir, hay una gran variedad
de dificultades en el sueño. Las personas que duermen
bien no saben con lo que cuentan; ´no se sabe lo que se
tiene hasta que se pierde´ dice el refrán castellano.
En segundo lugar, están los
síntomas psicológicos o afectivos. Los síntomas
afectivos son la esencia de lo que es la depresión. Ahí
está la tristeza, en esa variedad que yo he comentado
antes de formas de estar triste, y lo contrario, cómo
no, es la alegría. Kafka, este gran escritor que fue conocido
a través de su albacea de testamento, en su libro
Conversaciones con Hanus, dice lo siguiente: ´El
corazón del hombre es una casa con dos estancias; en una
está la alegría y en otra, la tristeza. Y dice
la leyenda que no conviene nunca reír demasiado fuerte,
porque se corre el riesgo de despertar a la tristeza, que está
en la región vecina´. Es decir, los sentimientos
están muy cercanos, contrapuestos. Lo dice el lenguaje
de la calle: ´del amor al odio no hay más que un
paso´. Lo estamos viendo hoy, en esta epidemia que asola
a Occidente de crisis conyugales, junto a otras dos que cierran
este final de siglo: el SIDA y la droga. Hay una auténtica
mancha de aceite que se extiende por el mundo, sin que se pueda
cortar fácilmente, por lo que parece.
Y lo vemos ahí, en personas que se han querido mucho:
de pronto, hay un giro contrario en la afectividad. Aquí,
precisamente, es donde entra esa variedad. Muchas veces no es
sólo tristeza, es también aburrimiento. La palabra
aburrimiento, en alemán, por ejemplo, es langebeile,
que significa, literalmente, ´momento largo´; es
decir, el tiempo se alarga. Cuántas veces he oído
yo a algún paciente mío decir ´Doctor, las
mañanas son interminables. Miro el reloj una y otra vez
¿Se habrá parado el reloj? El tiempo no corre´;
ocurre lo contrario cuando uno está enamorado, cuando
está feliz de la vida: no hay tiempo para nada, está
uno desbordado. Pero también existe lo que llaman los
alemanes sbermut, que es ´pesadez del cuerpo´.
Hay, por tanto, una sensación física y somática
a la vez. Pesa el cuerpo y pesa la psicológico, como una
sensación elefantiásica, para dar un paso adelante.
Yo he visto muchos enfermos depresivos que están sentados
en la cama sin poder levantarse y que tienen, a lo mejor, un
libro a tres metros. Y hay una especie de diálogo consigo
mismo; ´ahora lo cojo´, dicen, aunque pueden pasar
tres horas. Es una sensación terrible.
En tercer lugar, están los síntomas
de conducta, aquéllos que se manifiestan en el comportamiento
externo, por lo que, dentro de éstos, hay muchos aspectos:
la disminución de palabras por minuto en una persona que
está hablando y no dice nada salvo respuestas monosilábicas,
o el rictus de la cara, el espejo del alma, a la que vienen los
paisajes del alma; es decir, que lo que llevamos dentro sale
al exterior. No en vano, muchas veces decimos ´no me gustó
su cara´, ´tenía mala cara´, o ´dio
la cara´. Así pues, la cara es programática,
como la vida, y manifiesta nuestro interior en sus dos partes:
la cara romántica y la cara clásica. La cara romántica
son los ojos -dice tanto la mirada!-, que pueden estar tristes,
melancólicos, apagados, fijos, un poco estáticos,
y la boca, que tiene su propia fisonomía. La clásica
es ese semáforo de señales que emite, en general.
Claro que la conducta también se manifiesta en el resto
del cuerpo. Todo ello para reflejar síntomas depresivos
que, como digo se desparraman por aquí y por allí.
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