EDUCAR PARA
LA SOCIEDAD DE HOY
Aprendizaje en valores
y conductas en familia
D. Fernando Corominas
Presidente del Instituto
Europeo de Estudios de la Educación
Bilbao, 6 de Mayo de
2002
Les quiero hablar de un asunto muy
importante, que es educar para la sociedad de hoy, tal es el
título de esta conferencia. Y yo comenzaría señalando
que educar hoy es diferente, por lo que voy a referirme entonces
para qué y para quién tenemos que educar y por
qué es diferente. Para empezar, estamos viviendo un cambio
social muy fuerte; de una sociedad industrial hemos pasado a
una sociedad de servicios, y si en aquélla lo importante
es producir (petróleo, energía, lo que sea) en
ésta lo importante es servir, así que lo valorado
es la persona en sí misma, la persona que ofrece ese servicio
determinado. O sea, que educar en valores a una persona para
que sea íntegra hoy día es más relevante
que nunca, en definitiva, porque le vamos a hacer partícipe
de una sociedad de la que además va a ser la protagonista.
De hecho, en los procesos de selección de las multinacionales,
por ejemplo, es tan importante que el futuro trabajador sepa
mucho de lo que necesitan como que, a igualdad de conocimientos
con otro, sea el más leal, quien ayuda al resto, colaborador,
constante, etc.; es decir, que posea unos valores humanos positivos.
Claro que, como acabo de anunciar,
actualmente la educación es diferente a la de hace algún
tiempo. Alguien podría achacarme que ya sabe educar puesto
que en su momento le educaron perfectamente, y no lo dudo, pero
lo cierto es que no resulta posible educar igual que antaño,
cosa que hace 20, 30 ó 40 años no se podía
decir y hoy día sí. Y si nos fijamos en algunas
de las pautas que marcan esas diferencias educacionales deberíamos
comenzar por la propia familia, institución claramente
distinta con respecto a la de hace algunos años. Por lo
pronto, nos encontramos con que trabaja él pero también
ella, y esto es de lo más normal, aunque ha producido
el lógico cambio de papeles en la pareja. Entonces, mientras
el marido se ha debido integrar en la educación de los
hijos, hecho que durante muchos años ha pasado totalmente
desapercibido para él, la mujer se ha convertido en una
trabajadora más, igual de implicada en sus asuntos que
el cónyuge. Y tras la familia están los medios
de comunicación, francamente excepcionales, por lo general
-no así lo son siempre sus contenidos-, y que han invadido
nuestra sociedad hasta el punto de tenerlos metidos en casa,
por lo que su control es extremadamente difícil sobre
todo cuando no nos dicen todas las cosas buenas que nos gustaría
oír. Así que aquí tenemos otro elemento
que debemos saber tratar.
Yo diría que el cambio social
es tan importante que, de hecho, lo que se veía por la
calle hace 20 años no es igual a lo que se ve ahora, y
de esto dan fe la cantidad de familias que se rompen en la actualidad
y los difíciles adolescentes con los que tratamos hoy
día. No obstante, todo esto surge provocado por otro cambio
más fuerte, por un verdadero cambio, el educativo, sobre
el que poseemos conocimientos muy buenos y valiosos gracias a
las ciencias de la educación, que nos han permitido realizar
significativos avances pedagógicos que todo padre debe
tener en cuenta. Pero lo verdaderamente importante del asunto
es ver en qué consiste dicho cambio. Fíjense en
que les estoy hablando de un giro educativo fortísimo,
del que un pedagogo o un maestro de hace 20 años ni siquiera
había oído hablar porque el mundo lo desconocía
-es reciente, por tanto-; pues bien, precisamente sobre las cuestiones
relativas a éste es sobre lo que quiero tratar por lo
menos para aclarar la cantidad de cosas que pueden hacer hoy
por sus hijos, para concienciarles de que deben estar preparados
como padres para asumir este cambio. No son los abuelos los que
tienen que educar a los nietos, sino que de ellos depende el
que sus propios hijos se den cuenta de que las cosas han cambiado.
Mas ¿en qué consiste
dicho cambio? Desde hace unos años, a través de
investigaciones hechas en el cerebro, sabemos cómo funciona,
cómo se conectan las neuronas y concretamente cómo
aprendemos, cómo se potencia la memoria, cómo funcionan
los elementos neuronales para pensar, razonar e imaginar, cómo
se adquieren los hábitos y cómo se consiguen conductas
positivas. Así, ahora somos conscientes de que un poquito
antes de nacer y hasta aproximadamente los 18 años pasamos
por unos periodos llamados periodos sensitivos en los
que unos aprendizajes son mucho más sencillos que otros,
como si el cerebro estuviera dispuesto a aprender tan sólo
unas cosas determinadas, y van acompañados de una serie
de instintos genéticos que debemos desarrollar. Esto quiere
decir que no salen solos, o al menos no siempre; entonces, cuando
el padre y la madre saben cuáles son los periodos sensitivos
de su hijo y cómo pueden exteriorizarse esos instintos,
poseen unas condiciones excepcionales para ayudarle a desarrollarse
como persona. Pero veámoslo con los siguientes ejemplos.
Un niño nace y lo primero que hace es mamar sin que nadie
le haya enseñado a hacerlo, luego ése será
su primer periodo sensitivo. Después, cerca del año
de vida, comienza a dar pasitos también sin que se le
haya inculcado, sin clases particulares, por instinto, ¡y
miren que es difícil! (los robots, mismamente, arrastran
los pies para caminar; sin embargo, un niño de 12 ó
13 meses es un genio andando), luego ahí tenemos otro
de esos periodos.
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