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AULA DE CULTURA VIRTUAL

LOS AMORES INCONVENIENTES

Carmen Posadas
Escritora

27 de octubre de 2003

Carmen Posadas: Yo quería hacer una novela que no cayera ni a un lado ni a otro de un terreno espinoso. No quería que fuera una novela fantástica ni esotérica, sobre el diablo ­ya se pueden imaginar la cantidad de cosas muy poco científicas y nada teológicas que circulan por ahí acerca de esta figura­. Además, tampoco quería que fuera una novela religiosa. Así que la única forma que se me ocurrió de salvar más o menos todos esos obstáculos fue utilizar el humor. Por eso espero que se diviertan con ella. Desde luego, mi intención ha sido que pasen un buen rato. Y si encima les hago reflexionar un poquito, me doy por satisfecha.

Iñaki Esteban: Bueno, Carmen, tú defines a los hombres inconvenientes en esta novela tuya, El buen sirviente, con una serie de adjetivos un tanto duros. Dices que son egoístas fatuos, chulos, canallas, inseguros, gorrones, viejos o peterpanes. O incluso todo eso en uno solo. Explícanoslo, por favor.

C. P.: Hombres inconvenientes hay muchos y de muchos tipos, lo que pasa es que en esta novela el protagonista se enamora en concreto de un personaje que es un escritor. Podía haber sido de cualquier otra profesión, pero yo quería retratar a ese tipo de hombre vanidoso al que, finalmente, la única manera de seducirle es hablar de él, que toda la conversación gire en torno a su persona y a lo que a él le gusta y dice. Pero, claro, con ello no he querido decir que todos los hombres inconvenientes sean así. Yo, al menos, no lo pienso.

I. E.: Hay algunos que se salvan.

C. P.: Hay algunos que se salvan, sí.

I. E.: ¿Por qué crees que tu protagonista, Inés Ruano, tiene esa tendencia a enamorarse de hombres que no le convienen?

C.P.: Bueno, en cierta manera todos tenemos esa tendencia, ¿no? Yo siempre digo que el amor a veces tiene muy mal gusto, y uno se puede llegar a enamorar de gente de la que, en cuanto lo analiza dos minutos, piensa: «pero ¿qué le he visto?» Stendhal tenía una explicación para esto. Él le llamaba la cristalización, y es una teoría según la cual, cuando nosotros nos enamoramos, no lo hacemos de una persona en concreto, sino de la idealización que se hace de esa persona. El nombre cristalización viene de un fenómeno que se producía en las minas de sal de Salzsburgo, creo. Caía un tronco y, con el paso del tiempo, la naturaleza lo iba adornando de cantidad de cristales salinos, dando lugar a una cosa maravillosa, ya que mientras debajo permanecía ese tronco podrido, por arriba estaba recubierto de esa capa cristalina. Entonces, como iba diciendo, no es el objeto amado de una manera u otra, sino la idea que nosotros tenemos de él y cómo lo adornamos con una cantidad de cualidades. Así, no percibimos que en esa persona subyace un "tronco" viejo y estropeado.

I. E.: Pero ¿tú no crees que Inés Ruano esté huyendo de algo que no es capaz de afrontar, del amor de un hombre conveniente, de un hombre que realmente le comprometa?

C. P.: Sí. Eso tendría que explicarlo un poquito. En la novela, ella es una fotógrafo de éxito que tiene 45 años y una historia pasada en la que tiene que ver su madre. Ésta es mucho más guapa que ella, una mujer realmente extraordinaria desde el punto de vista social o puramente estético. Entonces, a lo largo de la novela, vamos descubriendo esa historia, qué es lo que pasa. La protagonista se encuentra un día con su madre en una heladería y ésta está con un muchacho que a ella le gusta; pues bien, a partir de ahí yo elaboro por qué esta mujer se enamora de hombres inconvenientes. Y es que, en la mayoría de las ocasiones, enamorarse de hombres que no convienen tiene la ventaja de que, cuando nos desenamoramos, siempre podemos pensar que no fueron ellos los que nos fallaron, sino que simplemente nos habíamos equivocado porque fulanito era un idiota, por ejemplo. En definitiva, es una manera más tolerable y cómoda de fracasar. Es más fácil decir que nos hemos equivocado, que lo hemos hecho mal, que decir que nos han traicionado.

I. E.: O sea, que ella no está huyendo de nada, no es cobarde a la hora de enfrentarse al amor.

C. P.: Bueno, la verdad es que sí, claro. Hay muchas maneras de enfrentarse al amor, y una de ellas es engañarse a sí mismo. Ustedes dirán que esto es una tontería, pero lo cierto es que yo considero hasta necesario enamorarse de una manera inconsciente. Por ejemplo, si yo voy por el mundo pensando que todo el mundo es perverso y malísimo, mi actitud siempre va a ser estar a la defensiva y en plan negativo; en cambio, si me creo un mundo a lo Disneylandia y pienso que en realidad zutana no quiere hacerme una faena horrible, o ponerme la zancadilla, o robarme el novio, sino que todo lo hace sin querer, a pesar de que yo sepa que esto es hasta cierto punto falso, al menos viviré más tranquila. Es decir, la vida es como nosotros queramos verla, con la botella medio llena o medio vacía.




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