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AULA DE CULTURA VIRTUAL

LOS PRÍNCIPES NUBIOS
Literatura de frontera
D. Juan Bonilla
Escritor. Premio Biblioteca Breve 2003
Bilbao, 10 de marzo de 2003

Nada más difícil para mí, como autor, que hablar de mi persona y de mi libro. Claro que desde que me dieron el premio Biblioteca Breve no hago otra cosa que hablar de éste, y curiosamente, todas mis certidumbres y seguridades con respecto a esta novela han ido dejando paso a las dudas precisamente al entablar conversación con sus lectores. Es decir, si yo pensaba que lo importante de mi libro eran una serie de asuntos, las lecturas de otras personas destacaban otros distintos, y en este sentido, es posible que mi libro, Los príncipes nubios, recorra un abanico de temas que puedan suscitar controversia o que desde luego formulen una serie de preguntas. Sea como fuere, el caso es que he querido que la charla se subtitule "Literatura de frontera" porque nunca acaba de estar claro a qué genero pertenece todo lo que yo hago, lo que escribo. Entonces, para ir desgranando mi intervención me fijaré, precisamente, en una serie de fronteras.

La primera de la que les quería hablar es la existente entre literatura y periodismo. Así, el asunto que hay de fondo en Los príncipes nubios, la inmigración, lamentablemente es de extrema actualidad, queramos verlo o no, especialmente en ciudades como en la que yo vivo, Málaga, donde es tan visible que resulta imposible salir a la calle sin que te tropieces con el problema. ¿Qué sucede? Que de alguna forma nos hemos ido acostumbrando a esta gran tragedia, hasta el punto de que difícilmente nos conmueve -al menos en mi tierra-. Pero es que ya resulta casi imposible incluso que una noticia trágica relacionada con inmigrantes pueda ocupar la primera página de un diario si no es algo realmente muy grave. Efectivamente, las noticias de este tipo empiezan a esconderse en las páginas de sucesos, y difícilmente disputan a los políticos o a los deportistas la portada. ¿Por qué? Porque es un asunto sobre el que no se quiere reflexionar, cuya naturaleza nos hace sentir incómodos y que nuestro periodismo ha preferido hacer cotidiano (como ha sucedido también con otro tipo de tragedias; las de los accidentes de tráfico, por ejemplo), puesto que ésa es una manera de restarle toda su fuerza, su importancia.

Entonces, yo tenía dos maneras de acercarme a ese mundo: una, como periodista, porque así me gano la vida profesionalmente, realizando una serie de reportajes sobre dicho asunto, y otra, como escritor, circunstancia ante la que trato de olvidarme enseguida de que soy periodista cuando me pongo a escribir una novela o ciertos relatos. Es decir, que cuando uno es periodista tiene muy claro hacia dónde se ha de dirigir, entre otras cosas porque uno no es sólo él, sino también el medio en el que escribe, que habla a través del redactor o columnista. Esto tiene un nombre feísimo en el argot profesional, slantin, o lo que es lo mismo, la "inclinación del medio", que es la que te hace decir o hacer una serie de cosas, optar por una u otra manera a la hora de encarar un reportaje. Evidentemente, todo lo que he aprendido como periodista acerca de este asunto me ha servido para escribir Los príncipes nubios, pero de ninguna de las maneras ha influido a la hora de realizar esta novela, porque para mí es esencialmente literatura. Por eso espero que a pesar de que el tema en el que se centra su argumento esté de actualidad la novela pueda seguir leyéndose cuando hayan pasado 20 ó 30 años (tiempo en el que espero que esto ya no sea una tragedia), ya que eso significará que no se ha leído tan sólo por tratar un asunto actual, sino por ser la narración de la experiencia de un ser, de un individuo.

Y digo esto porque en mi opinión las ficciones tratan esencialmente de individuos. No en vano, creo que uno de los grandes peligros de toda ficción es la de plantear el asunto del arquetipo. Cuando en una novela aparece una familia (en la mía aparece una familia muy personal, por decirlo de alguna manera), es muy fácil que cualquier lector piense que el autor ha querido decir que todas las familias son así. Sin embargo, yo no trabajo de esa manera, con arquetipos; yo trabajo con individuos, con historias particulares que en ningún caso tratan de reflejar un tono general ni de la sociedad ni de nada. O sea, al igual que la historia de cada uno es la historia de cada uno y no tiene por qué reflejar o repetir la historia de los demás, los personajes de novela también son criaturas que deben aspirar a ser verosímiles, a ser de verdad.



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