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AULA DE CULTURA VIRTUAL

La Fundación Grupo Correo está desarrollando este año un interesante programa de conferencias cuyas transcripciones ofrecemos en El Correo Digital.

Conferencia de Xabier Azkargorta, entrenador de fútbol y médico

FÚTBOL: ¿CONFLICTO SOCIAL?
Bilbao, 26 de febrero de 2001

El entrenador, Xabier Azkargorta. EL CORREO
Para qué les voy a engañar: mi gran pasión es el fútbol, incluso antes que la medicina. Yo creo que hice medicina para poder conocer mejor el cuerpo humano precisamente porque éste, en definitiva, es la herramienta de trabajo del fútbol. Y en relación con dicho deporte, el tema que hemos elegido para desarrollar -ya sé que hay infinidad de temas que podríamos tocar, pero no tendríamos tiempo para todo- es este interrogante de si el fútbol supone o no un conflicto social.

En principio, yo diría que el fútbol es un fenómeno no ya social, sino cotidiano; o sea, es un fenómeno que está todos los días en todos los rincones de la sociedad. Y por eso mismo, por esa cotidianeidad, se convierte en un hecho cultural, ya que cultura es lo que hacemos todos los días, o si ustedes lo prefieren, lo cotidiano crea una cultura. Ahora bien, de todas formas, es difícil definir una realidad tan plural como el fútbol. En primer lugar, porque está sometido a perspectivas, a una situación individual e intransferible que apenas se puede comunicar y que constituye un derecho que tenemos como personas, un derecho a mirar las cosas desde distintos puntos de vista. Y dicha perspectiva no es un epílogo, no es un final, no es un veredicto, sino más bien una postura respetuosa hacia el que juzga. De hecho, por todos es sabido que hay mucha gente cuya perspectiva va cambiando a tenor de un factor con una enorme trascendencia: los resultados, así que, siendo esto como digo, la subjetividad es tal que se convierte en el denominador común de cualquier deporte en general y, en especial, del fútbol. Con ello se explica, entonces, que la gente del fútbol no vea las cosas tal y como son, sino que las vea tal y como son para ella, y es esa perspectiva personal la que, por otra parte, nos obliga a tener muchísimo cuidado al manejar conceptos como incuestionable. Todo es cuestionable en el fútbol; es el propio fútbol el que va estructurando y el que va montando sus propias conveniencias, y el futbolista se va adaptando a la circunstancia que le toca vivir.

Por tanto, a la hora de definir el fútbol podríamos decir que es publicidad, pero también, por qué no, que es política, que es filosofía, que es escuela o que es negocio periodístico. Qué duda cabe, la publicidad y el fútbol son uña y carne; y tanto es así, que me atrevería a decir que sin la primera desaparecería el segundo. Incluso si nos lo planteáramos a la inversa, es decir, que la publicidad subsistiera sin el deporte, tendríamos que recurrir, quizá, a la famosa propiedad conmutativa de el orden de los factores no altera el producto: gracias a la publicidad se practica deporte y el deporte se ha convertido en uno de los grandes soportes de la publicidad. Además, la incidencia de ésta en el fútbol ha desencadenado, por ejemplo, un estilo de vestir y de calzar acogido favorablemente por la sociedad. A través de ella, el deporte en general está fabricando su propio estilo de vida; estilo que se refleja en expresiones como vestir de sport, en la manera de describir a alguien, cuando decimos que tiene un aspecto deportivo o que vive deportivamente. De hecho, es tan importante la publicidad en el fútbol que en un futuro incluso quizá desaparezca de los equipos nacionales en beneficio de los equipos particulares, como ya está ocurriendo en automovilismo, por ejemplo, deporte en el que ya no se habla de equipos nacionales, sino de escuderías. Por eso mismo hay tantas banderas italianas como alemanas cuando Schumacher gana el campeonato del mundo; porque la escudería es italiana.

Y si la publicidad no define del todo el fútbol, ¿qué podríamos decir de la política? ¿Es el fútbol política? ¿Interviene la política en el fútbol? Desde luego, comentarios como el de 'no mezclemos política y deporte' los hemos escuchado durante muchos años, como si el deporte existiera en un nirvana feliz, en un no-compromiso. Se dice: 'no, yo soy deportista; no opino, no me comprometo ni política ni socialmente. Además, estoy lejos de ese mundanal ruido de la política', pero no es así. No hay duda de que el deporte es un foco político más, aunque éste no lo defina del todo, de que el apoderamiento paulatino que sobre el deporte ha ejercido la política es una realidad innegable. Es cierto que el fútbol goza de un margen de libertad en muchas decisiones, pero de aquí a ser totalmente ajeno y autónomo con respecto a cuestiones políticas hay un abismo; ciertos temas como por ejemplo la violencia que le rodea, la seguridad en los estadios, la calidad de vida de un país a través de la difusión mundial del fútbol o la incorporación a programas electorales de logros deportivos no son ajenos a éstas. Insisto en que tampoco podemos afirmar que todo el deporte esté politizado; no obstante, será difícil llegar al sueño de un deporte apolítico.

Podríamos pensar que si política y publicidad no han conseguido definir al fútbol quizás lo consiga la filosofía. Todos conocemos la concepción marxista del deporte, que tenía como base el trabajo y que bajo teóricos amateurs escondía deportistas entrenados incluso en las técnicas militares cuando se celebraban las elecciones del Este. Y asimismo, que luego le sucede la concepción norteamericana absolutamente contrapuesta de que toda actividad deportiva tiene su base en una actividad lúdica y pedagógica. O que el deporte en general y el fútbol en particular son una excusa para ensalzar nacionalismos exacerbados, ambiciones de superioridad étnica, técnica e incluso cultural. Así que estatalismo, capitalismo y racismo multiplican su presencia en el medio deportivo para proclamar que son ellos los garantes de la existencia, permanencia y porvenir del mismo; es decir, la filosofía es un ingrediente más de este ámbito. Eso sí, no definitorio.

Y si ninguno de los susodichos factores nos permiten encasillar al fútbol, añadámosle uno más que tampoco lo hace: el escolar. El pedagógico es asunto tan crucial que ya desde las aulas se comprueba la mezcla de intereses encontrados entre lo educativo y lo deportivo. Ganar como sea o educar por encima de todo es un interrogante que muchas veces deriva en sutilezas entre pedagogos y entrenadores que discuten tiempos, conceptos, iniciación deportiva en el niño, competición escolar, si es necesario jugar compitiendo, si es importante el resultado, si la federación debe intervenir o no, si debe ser exclusivamente deporte escolar, si hay que buscar la compaginación de estudios y deporte en la universidad, etc., etc. Por lo tanto, tampoco el aspecto pedagógico o de escolarización ayuda gran cosa a nuestro afán por encerrar al fútbol en un determinado concepto.

Ni siquiera los medios de comunicación logran hacerlo. Evidentemente, el factor puramente periodístico influye en la subsistencia del fútbol, pero, como vemos, no es ni mucho menos el único ingrediente que alimenta su permanencia. Además, ¿quién debe más a quién?: ¿el hombre deportivo, es decir, el futbolista, al hombre informativo, es decir, al periodista, o viceversa? Es difícil establecer una frontera entre ambos, sin embargo, lo que sí podemos establecer entre éstos es un "pergamino": que es un buen negocio. La verdad es que hay miles de imágenes, de sonidos, de letras, que se originan cada día para definir, criticar, purificar, destrozar, alabar o descalificar al fútbol. Otra cosa ya muy distinta es que de ahí derive el convertirlo en artículo de primera necesidad, como hace mucha gente que incluso hace de este deporte una forma de vida propia; es decir, que depende de él a la hora de vestir, comprar, hacer regalos, etc.

Pero, volviendo a lo anterior, si no existiera esta catarata infomativa, esta expresividad creada por el periodista para definir el fútbol, bien es cierto que este deporte se vería un tanto desnudo. El periodista inventa frases, crea onomatopeyas, figuras verbales, hace poesía, hace épica, romances, tragedias, epopeyas, condena, establece juicios la mayoría de las veces maniqueos -eres bueno, eres malo; vales, no vales, o vete a casa, no vengas a robar; quédate-, etc. Hace uso de una expresividad muy subjetiva, visceral, ofuscada, mas siempre emocionada y desde luego nunca indiferente. Y precisamente esta expresividad es la que valida la famosa regla conmutacional por la que, como ya he dicho, el periodista le debe tanto al fútbol como el fútbol al periodista.

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