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Transcripción de la conferencia
de Juanjo de la Iglesia y Tonino- 3
Lo que hemos comprobado un poco alarmados
es que la mayoría de los jefes son jefes vocacionales,
y claro, esto es un peligro, porque tienen tantas ganas de ser
jefes y de mandar que al final solamente saben hacer eso, con
lo que el trabajo lo tienen que hacer los demás ¿Qué
ocurre entonces? Que la gente que no vale para otra cosa va colocándose
en puestos de mando y, en consecuencia, en vez de convertirse
en organizadora del trabajo, pasa a ser una especie de ginkana,
de carrera de obstáculos que impide que el trabajo se
realice. No obstante, tiene que permanecer ahí únicamente
por razón de su cargo. Y esto nos alarma porque hemos
visto que está proliferando de una manera tremenda y peligrosa.
Dicho esto, no sé si ha quedado
claro lo que es un jefe para nosotros
Tonino: Tal vez haya quedado excesivamente
claro, cosa a la que tampoco queríamos llegar.
Juanjo de la Iglesia: Simplemente queríamos
decir, ya lo comentaba antes, que en el libro hemos hecho no
una crítica a los jefes, sino una descripción como
la que haría un ornitólogo cuando está observando
a los pajaritos. Y como tales, nos hemos fijado en su "pelaje",
su "hábitat", de qué se alimentan, etc.
Normalmente, se nutren de "empleado fresco", salvo
algunos retorcidos.
Tonino: Sí, salvo algunos que
los embotan, los almacenan en grandes empresas y los van tomando
en salazón.
Juanjo de la Iglesia: Tienen unos empleados
en salmuera y los van comiendo poco a poco.
Tonino: Además, tras llegar
a esta conclusión, hemos querido hacer un breve repaso
de su historia, de sus orígenes, porque al igual que la
tierra se crea a partir de un caldo Sopi-Instán de esos
Juanjo de la Iglesia: De un magma.
Del Big Bang.
Tonino: Eso. Sí. Pues bueno,
los jefes, para llegar al punto al que han llegado, también
han tenido que pasar una serie de cambios de adaptación
al medio. Juanjo les ha hablado del jefe primigenio, con látigo,
que obligaba a mucha gente, mediante la coacción de la
fuerza bruta y unos astutos anillos de metal colocados en las
muñecas y en los pies, a que le hicieran pirámides,
y tajmahales
Juanjo de la Iglesia: Además,
para la novia, cosa que define muy bien lo que es un jefe realmente
acorde con aquella época: un jefe que en vez de regalarle
a la novia un colgantito, vamos a suponer -reloj no había-,
le regalaba el Taj Mahal. Eso sí, luego decía:
«que lo hagan aquí mis primos».
Tonino: Luego pasamos a los jefes medievales.
Juanjo de la Iglesia: Bueno, ahí
Tonino y yo hemos descubierto una controversia. Yo pienso que
la situación ha empeorado notablemente, y así lo
explicamos.
Tonino: Eso es cierto. A lo que nos
referimos es a que hemos vuelto al jefe medieval.
Juanjo de la Iglesia: Quiero decir
que en la época medieval, los señores feudales
tenían una relación con los siervos de la leva
parecida a la de un padre severo pero benevolente con sus hijos.
Los jefes medievales eran unos tipos que se dedicaban a sus correrías,
a quemar los olivos del señor de al lado, y que, posteriormente,
aceptaban bajo su manto protector a los siervos que se quedaban
allí cultivando el terreno calcinado. Sin embargo, nunca
se les ocurría a estos jefes medievales lo que sí
se les ocurre a muchos actuales: hacer una fiesta en su casa
e invitar a todos los siervos a comer en plan barbacoa. En eso
hemos perdido mucho, hemos perdido perspectiva de la realidad.
Tonino: Sí. En aquel entonces
eran menos sádicos, más naturales. Con el derecho
de pernada tenían suficiente, no molestaban más.
Y del medievo pasamos a la época
de la Revolución Industrial. Es el momento en el que la
gente del campo va a las ciudades porque se necesita mano de
obra. Así, el campesino se convierte de repente en obrero
o en chupatintas vulgaris, cosa que ocurre en la mayoría
de los casos, y el jefe tiene que mutar de nuevo; ya ha pasado
por la fuerza bruta, por ser cruel con sus vasallos, y ahora
les da medios de producción, casitas, les proporciona,
por ejemplo
Juanjo de la Iglesia: Un mono -me refiero
al traje del trabajo, no a un animal de compañía;
animales de compañía no han dado nunca los jefes,
que se sepa, vamos-
Tonino: Por ejemplo. Entonces, se supone
que mejora un poco la calidad de vida de estos empleados, aunque
nunca del todo porque evidentemente no hay respiro para ellos
mientras haya un jefe. Se toma en cuenta el siglo XVIII, un poco
feliz, que se va a terminar el milenio y piensan: «vamos
a darles un respiro a los empleados».
Juanjo de la Iglesia: Entonces es cuando
les ponen calefacción y manguitos.
Tonino: Sin embargo, los empleados,
siempre desobedientes y malvados, crean unos sindicatos, y con
la propuesta del horario de las 40 horas semanales y otra serie
de medidas, van mordiendo la mano que les da de comer.
Juanjo de la Iglesia: Así es,
así se escribe la historia; los jefes habían mandado
construir unas oficinas preciosas, con aquellas lámparas
de carburo y aquellos manguitos, y las gorritas, y los otros
van y se sindican.
Paralelamente a todo esto, comienzan
a nacer, con bastante ímpetu, los jefes espirituales,
más etéreos pero no por ello menos jefes. En este
caso, sigue tratándose de mandar y de organizar la vida
a los demás, pero es que, encima, ni siquiera son como
los banqueros, que te dan parte del dinerito ahorrado a fin de
mes, no; los jefes espirituales te dan el dinero cuando te mueres.
Es como aquel chiste del que va al banco y dice: «Oiga,
que tengo una prima buenísima. Sí, sí, ¡la
caraba!, se duplica la inversión que yo he hecho ¿Cuándo
la cobro?», a lo que le contestan: «¿cree
usted en la reencarnación?». Además, en algunos
casos más que en otros, han ido desarrollando la jefatura
espiritual junto las más grosera pero no menos eficaz:
la jefatura normal, la del jefe vulgaris que todos conocemos.
Posteriormente, ya lo hemos avanzado
antes, conforme va evolucionando el mundo del jefe, el mundo
"jefístico", y el mundo "emplearístico",
los propios jefes se van dando cuenta de las ventajas de emplear
la tortura psíquica, de su eficacia, habida cuenta de
que no requiere esfuerzo físico alguno por su parte. Cualquier
persona, sea una mujer embarazada, sea un niño en edad
lactante, la puede emplear si aprende las técnicas, medianamente
sencillas, y desde luego, eso es lo que han ido aprendiendo muy
bien los jefes a lo largo del tiempo.
Tonino: Un jefe puede utilizar su fuerza
física para jugar al golf, al pádel o a cualquier
cosa de ese tipo que le reporte un beneficio social, en vez de
estar pegando con el látigo a los señores que son
unos vagos.
Juanjo de la Iglesia: De todas maneras,
golpear con un palo no es un ejercicio completo, mientras que
nadar, por ejemplo, sí; entonces, si el jefe puede emplear
unas horas de su tiempo en nadar en vez de usarlas en estar pegándole
al empleado, el tío se pondrá cachas y todos tan
contentos, por no decir que el otro trabajará más.
Con todo este material observado y
mucho más, decidimos hacer, como se hace en ciencias,
una descripción taxonómica de los jefes que conocíamos.
Así llegamos a describir doce grandes familias que, según
nuestro parecer, combinadas entre sí, resultan todos los
jefes existentes. Como en ciencias naturales las cosas no existen
hasta que no se les asigna un nombre o se registran oficialmente
dentro de un género, una especie, una subespecie o una
variedad, si ustedes quieren vamos a detallar dónde se
encuentran las grandes familias de jefes y cuáles nos
parecen más importantes.
Tonino: Me gustaría aclarar
que no vamos a seguir el orden del libro, en el que cada tipo
de jefe viene acompañado de una bonita ilustración
-las ilustraciones son buenísimas; nos aburren mucho los
libros sin ilustraciones-.
Juanjo de la Iglesia: Así, al
que no le guste el libro puede mirar los santos.
Tonino: En primer lugar, hay que mencionar
al jefe cachondo mental inflexible.
Juanjo de la Iglesia: Éste es
el tío que siempre dice aquello de «yo, cuando hay
que estar de broma, soy el tipo más bromista de todos,
pero cuando hay que estar serio, soy el más serio de todos».
Resumiendo: él es el que dice cuándo hay que estar
serio y cuándo de broma. Y esto es bastante complicado
de seguir, porque como no sabes nunca, primero, si es momento
de estar en serio o de estar en broma ni, segundo, sabes bien
qué considera él estar de una u otra forma, hay
que hacer unos cambios mentales que ni Orwell. Tienes que estar
pendiente del pollo para ver cómo llega a la oficina por
la mañana -«hoy le huele el aliento a cocodrilo
y a ron Bacardi», u «hoy viene de buen humor»-,
y desde luego adquieres el olfato después de muchísima
experiencia. Es desconcertante.
Tonino: Es el jefe que te hace sentir
mal si, por ejemplo, has estado la tarde anterior tomándote
una caña con él y al día siguiente te sorprende
sólo tomándote la caña. Tú no sabes
por qué, ya que ayer se daba la misma situación;
sin embargo, hoy ya no le gusta, y eso causa un gran conflicto
en sus empleados, que no saben cuándo tienen que reírse
y cuándo no. Posteriormente, aprenden que tienen que reírse
o ponerse serios cuando al jefe le hace gracia algo o cuando
no le hace ninguna.
Juanjo de la Iglesia: Este buen señor
tiene una definición en latín, el dominus iucundus.
Este género de dominus -insisto en esto porque le da un
aspecto muy pedante al libro- tiene el problema de que está
obsesionado con el compañerismo, aunque tomado éste
de una manera muy peculiar, ya que termina en el momento en el
que se habla de algún tema delicado, como suele ser: A,
el sueldo; B, las 300.000 horas extras que no se cobran, etc.;
todo de una risa tremenda.
Incluso se permite el lujo de hacer
chistes del jefe inmediatamente superior a él: que si
fulanito es tuerto, que si está calvo, que si tiene un
grano, que si es medio tal, medio cual, etc. Hasta que, eso sí,
de repente dices: «oye, por cierto, llevo aquí unos
7 años y he observado que gano menos que cuando llegué»,
y acto seguido aclaras: «oye, que te estoy metiendo una
bola, ¿eh?». Ahí ya le desconciertas. Nosotros
explicamos en el libro unas sencillas técnicas para cambiar
de registro y que puedas dejar claro que el que ha hecho una
broma eres tú, y no él: «era broma. Te lo
has creído ¡Ja, ja, ja!» Es importantísimo
para sobrevivir.
Hay otro jefe que figura entre nuestros
favoritos porque es de relativa reciente creación, que
es el jefe de izquierdas. Tonino y yo hemos comprobado que es
mucho más gratificante, por las encuestas que hemos hecho,
el que te chupe la sangre un jefe de izquierdas que un jefe de
derechas, porque cuando te ocurre con un jefe de izquierdas,
estás participando de alguna manera, sin saber exactamente
cómo -ya te lo explicará él-, de la liberación
del proletariado en general, ganando cada vez menos, claro está.
Además, el jefe de izquierdas, al fin y al cabo, es un
jefe distanciado, es el obligado por las circunstancias a ser
jefe, el que te dice: «éste es un trabajo duro,
no obstante, alguien tiene que hacerlo» ¿No es cierto?
Tonino: Sí. Es lo de «me
obligan las circunstancias, pero tú sabes que en el fondo
somos iguales». Claro, no ganamos el mismo sueldo pero
compartimos las ideas, que es lo esencial. Es el jefe de izquierdas
que vive en el mundo de las ideas.
También es intelectual y ligeramente
resabiado, porque ha pasado bastantes años en el comité
de empresa antes de dar el gran salto, de decir: «¡ajá!,
¿no os lo esperábais? Pues sí, también
yo quería tener esa casa maravillosa en las afueras y
el coche caro, pero yo, señores, no soy su jefe, sino
su compañero».
Juanjo de la Iglesia: Lo que pasa es
que hay que entender que la vida no es un sueño, ni una
utopía; entonces, éste es el hombre que se encarga
de recordárnoslo con gran disgusto. Lo bueno que tiene
es que es capaz de llevar a cabo las peores tropelías
pero siempre sufriendo mucho, como si eso tuviera que consolar
a quien las padece: «créame, Ramírez -te
dice-, despidiéndole estoy sufriendo yo más que
usted». «A mí me importa un huevo. Entonces,
no me despida», piensas tú con mucha lógica.
Otro tipo de jefe que se opone a éste
es el del joven jefe neoliberal de empresa de reciente creación
y nuevo cuño. El jefe de estas empresas tan modernas -y
esto que digo está publicado en los periódicos,
o sea que lo hemos visto Tonino y yo con nuestros ojos- que no
tienen empleados, sino colaboradores. Pagan igual o menos, pero
aquí la secretaria, por poner un ejemplo, es «colaboradora
de oficina». Y lo cierto es que para ser un jefe de éstos
hay que ser un excelente actor y ver todas las películas
de Buster Keaton, porque para contratar a una persona como secretaria
y decirle sin que te dé la risa: «ahora te vas a
venir conmigo. Vas a ganar menos, pero vas a ser "colaboradora
de oficina"», tienes que haber estado haciendo ejerciciosen
el Actor´s Studio durante años.
Tonino: En el libro lo retratamos como
el nuevo "Robin Hood"; es decir, el que toma el dinero
de los pobres para que los ricos lo distribuyan equitativamente.
En realidad, un Robin Hood a la inversa.
Por otra parte, aunque pudiera parecer el típico jefe
de toda la vida, se distingue bastante del tradicional, puesto
que es mucho más moderno: ya no necesita el coche caro,
el mercedes con el chófer de librea, ni el traje carísimo,
ni el puro, ni el reloj con leontina, ni la chistera, ni el pantalón
de raya diplomática.
Juanjo de la Iglesia: En realidad,
entrar en el despacho de este señor es entrar en una especie
de parque temático -y esto también lo hemos comprobado
nosotros con nuestros ojitos-: una bicicleta estática
por allí, un pinball por allá, una canasta de baloncesto
y, para más inri, el tipo con los pies encima de una mesa
en la que no hay papeles, en la que está todo impoluto.
Así que huye de la imagen de jefe ricachón como
de la peste.
Tonino: Y ni siquiera sigue la vieja
táctica de retorcer el brazo de los empleados para que
produzcan; mediante el sencillo mecanismo de hacerles creer que
están en la mejor de las empresas y que trabajar hasta
las doce de la noche es una juerga constante, «una apasionante
aventura», lo llaman también, consigue mantenerte
en la mesa, frente al ordenador y trabajando muchas más
horas de las que tú te hubieras imaginado currando por
el miserable sueldo que cobras.
Juanjo de la Iglesia: Las víctimas
de este joven jefe neoliberal, que en términos latinos
es el dominus puber liberalis, suelen ser gente curiosa, capaces
de convencerse de las cosas más pintorescas. Vean ustedes
lo que dice un pollo que trabaja en una de estas empresas -lo
que voy a leer es una frase textual, no crean, y así lo
reproduce un periódico-: «tú no sabes el
privilegio que supone terminar de trabajar, irte de copas con
tu jefe y estar hablando de apasionantes proyectos durante toda
la noche». A eso, toda la vida se le ha llamado hacer horas
extras, vamos, digo yo, pero este hombre es capaz de convencer
a la gente de que es maravilloso. Eso sí, luego, cuando
llega el momento en que la apasionante aventura empresarial se
convierte en una chorrada que nadie conocía y todo el
mundo va a la calle, este jefe les manda una carta diciéndoles
que ha estado muy bien el haber intentado llevar a cabo un proyecto
de semejante envergadura, haber podido participar de la "aventura".
Es entonces cuando caen en la cuenta, aunque ya es tarde, de
que el tal Fede era un tipo bastante odioso. Durante todo el
tiempo anterior, había sido como un encantador de serpientes,
capaz de convencer a los demás de las cosas más
inverosímiles.
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