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Transcipción de la
conferencia de Michael Robinson
Además, nos ha enseñado
a hacer vídeos, a discernir, a elegir, seleccionar, de
tres o cuatro horas de imágenes en bruto, lo que es propio
de dicha sección, lo que no lo es o incluso lo que debe
ir aparte porque es precioso. Así, ampliando lo que en
principio iba a ser una parte de ésta, hemos llegado a
realizar auténticas historias de unos cuantos minutos
de duración, como aquélla por la que recibimos
un Ondas en el año 1991, de la que un señor del
jurado me comentaba: «Oye, Robinson, han puesto un vídeo
que ha durado cuatro minutos y nadie ha hablado». Y ni
falta que hacía; un rótulo es suficiente para indicar
hora y lugar, y nadie estropea el reportaje hablando. Claro que
esto sólo es posible cuando tienes cámaras tan
buenos que muestran imágenes fácilmente interpretables
por la audiencia sin necesidad de que haya una voz "metralleta"
que relate todo lo que está pasando. Considero que la
imagen es la cosa más adecuada para aleccionarnos y permitirnos
soñar o tomar decisiones, y su esposa es, sin duda, la
música, antes que la palabra, que, si bien resulta fundamental
en la radio y en los libros, no lo es en la televisión,
medio en el que únicamente resulta preciosa cuando está
usada correctamente, elocuentemente. Por todo ello, "Lo
que el ojo no ve" nos ha enseñado, especialmente
a mí, la forma de hacer de nuestro trabajo algo mostrable
a la par que entretenido -tal vez de casualidad, pero también
se aprende de las casualidades-.
Al hilo de este último aspecto,
del asunto del entretenimiento, la verdad es que, cuando empezamos
a emitir El día después, se hacía
muy difícil salir a las ocho de la tarde de un lunes.
El sábado, suele haber fútbol por la televisión,
y los domingos, bien cada uno se va a ver jugar, en vivo y en
directo, a su equipo, bien se escucha el partido por la radio,
bien se vuelve a ver por la televisión, con lo cual, la
esposa del señor que se tira todo el fin de semana pensando
únicamente en fútbol, que debe organizarse según
lo que él haga, termina verdaderamente harta. Y, por si
fuera poco, aterrizo yo, con un par, el día siguiente,
lunes, a las ocho de la tarde, para volver a hablar de fútbol,
lo que resulta diabólico, supone un secuestro total del
mando a distancia. Sin embargo, con la llegada de esa sección,
que más que futbolística es tremendamente humana,
conseguimos que, al menos, el marido pudiera comentarle a su
mujer la rareza de tal o cual suceso, lo gracioso que es, etc.
De esta forma, ella se muestra predispuesta a pasar un buen rato
con cosas que no están meramente relacionadas con el fútbol
y va cogiéndole aprecio, creo yo. De hecho, alguna vez,
ya me han comentado eso de «a mí no me gusta el
fútbol, pero veo El día después»,
algo que me hace sentir realmente bien. Por tanto, pienso
que hemos dado con la clave del éxito del programa: "Lo
que el ojo no ve".
En esta sección, hay cosas verdaderamente
exóticas, ya que se muestra a gente que no se da cuenta
de que está siendo grabada por una cámara. Siempre
hay personas que son capaces de hacer cualquier cosa (incluso
bajarse los pantalones y enseñar sus atributos), cualquier
extravagancia, por salir en ella, pero ésas no se incluyen.
Tenemos una gente a la que yo llamo "los panaderos"
porque se encargan de montar las mejores secuencias habidas en
las cintas de tres o cuatro horas que cada uno de los 18 cámaras
que envío a los estadios de toda España traen de
vuelta a Canal Plus a la una o las dos de la mañana; pues
bien, estos "panaderos" nunca incluyen imágenes
de los que hacen el ridículo intentando dar la nota para
salir en "Lo que el ojo no ve", ya que no se trata
de algo natural, deja de tener sentido, no responde a la esencia
del espacio. Es más, si hay algo que nunca me ha gustado
es esa serie de programas como Vídeos de primera,
Olé sus vídeos, etc., en los que la gente
-¡hace falta ser malnacido!- pellizca a los bebés
para que hagan algo raro, pincha al perro con agujas para que
éste dé vueltas o quita una rueda para que el niño
se caiga, algo tan asqueroso como preconcebido. Por tanto, "Lo
que el ojo no ve" no tiene este tipo de cosas hechas con
premeditación y alevosía.
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