Fernando Sánchez
Dragó, Escritor
CARTA DE JESÚS AL PAPA
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Fernando Sánchez Drago./ EL
CORREO |
Quisiera aclararles, para comenzar,
que no vengo a presentar un libro, sino dos. Uno de ellos es
Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España.
Se público hace aproximadamente 25 años y, ahora,
Planeta acaba de lanzarlo al mercado, una vez más, en
una edición que pretende ser definitiva. En ocasiones,
ya he comentado la maldición que supuso el tremendo éxito
de este libro, que casi se convirtió en una estrella de
David marcada en el pecho, en una etiqueta que te persigue de
por vida; pues bien, con motivo de la publicación de esta
nueva edición, aunque el texto lo he dejado tal cual,
sí me he permitido añadir un largo prólogo,
de 100 páginas, titulado "La historia mágica".
Casi un quinto volumen en el que cuento lo que sucedió
en torno al libro -que más que un libro fue un fenómeno
social- y pongo algunos puntos sobre las íes acerca de
algunos pequeños errores que allí se podían
encontrar, o sea, que me pongo los puntos sobre las íes
a mí mismo.
El caso es que hay una vinculación
que explicaré en breve entre aquella historia mágica
de España y esta Carta de Jesús al Papa
que acaba de salir a la luz hace escasamente dos meses. Pero,
como iba diciendo, La historia mágica de España
se convirtió en un auténtico fenómeno que
provocó, en una serie de investigadores, grandes, medianos,
pequeños, y en todos los lugares de la Península
Ibérica, tanto en ciudades como en villorrios, un interés
inusitado por la cara en sombra de la "luna" de las
Españas. Es más, si tuviera que volver a subtitular
aquel libro, no utilizaría la palabra mágica,
entre otras cosas, porque, en parte, por culpa mía, a
lo largo de estos últimos 25 años, se ha abusado
de este adjetivo hasta convertirse en algo de vacío significado.
Sí usaría, en cambio, el adjetivo secreta,
Una historia secreta de España.
Yo siempre sostuve que esta España
mágica se quedó más fuera de mi libro, alrededor
de él, que dentro de él, porque era inabarcable.
Fueron muchos los investigadores que añadieron centenares
y centenares de trabajos monográficos, a veces, desde
la humildad, otras veces, desde editoriales importantes, y la
verdad es que esa sensación de haber puesto en marcha
un artilugio que venía a sumarse a las muchas interpretaciones
que se han dado sobre el ser y el existir de los españoles,
a las de Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz,
Menéndez Pidal o el propio Fernando García de Cortázar,
me causa honda satisfacción, para qué engañarles.
No obstante, tratemos del asunto que
nos ocupa, que es esta Carta de Jesús al Papa.
En principio, debo confesar que me hubiera gustado titular esta
conferencia algo así como "Historia de una búsqueda",
ya que este libro es el fruto de una serie de pesquisas, investigaciones,
que me han tenido entretenido, en el mejor sentido de la palabra,
durante 30 años y me han conducido a recorrer cuatro continentes,
casi cinco -me quedé al borde de la Micronesia-. En
cuanto al talante con el que yo he acometido su redacción,
creo que hay una cita de Buda que lo explica perfectamente: «No
creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición,
ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en
muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos.
No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo
crean o finjan que lo creen. No creáis en nada sólo
porque así lo hayan creído los sabios en otras
épocas. No creáis en lo que vuestra propia imaginación
os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os inspira.
No creáis en lo que dicen las Sagradas Escrituras sólo
porque ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a
ningún otro ser humano. Creed únicamente en lo
que vosotros mismos habéis experimentado, verificado y
aceptado después de someterlo al dictamen de la razón
y a la voz de la conciencia». Este criterio metodológico
de investigación, formulado nada menos que por Buda, o
por los discípulos de Buda, porque, al fin y al cabo,
no creo que Buda escribiera de su puño y letra este texto,
es algo que puede servir a cualquier ser humano, a cualquier
escritor o historiador.
Haciendo un inciso, quiero manifestar
que este libro no ha pretendido ser en absoluto irreverente.
Me consta que tengo fama de ser un escritor polémico,
provocador; siempre que hablan de mí lo hacen refiriéndose
al «polémico escritor», al «escritor
provocador», y tratándose de un libro como éste,
que no dice las mismas cosas que nos han contado desde que éramos
pequeñitos acerca de la figura de Jesús de Nazaret,
o Jesús de Galilea, supongo que será más
fácil pensar que lo he escrito desde dicha postura. Sin
embargo, nada más lejos de la realidad. Este libro está
escrito desde el respeto. No es un libro de un terrorista, un
libro que maneje, no sé, cachiporras, bombas, ni siquiera
bofetadas; éste es un libro que maneja conceptos, palabras,
datos fruto de una investigación, y que está escrito
desde un profundo respeto al adversario. En cierto modo, ese
adversario es la Iglesia católica, y también el
propio Papa de Roma; pero no Karol Wojtyla, sino la figura papal,
en general. No obstante, el que Wojtyla aparezca de una forma
un poco provocadora en la portada, ha sido una idea de la editorial.
Yo siento un profundo respeto por él, como lo siento por
todos los seres humanos -yo creo que el respeto es algo así
como el oxígeno. Sin respeto no se puede formar ningún
tipo de sociedad ni tener convivencia alguna-, entre otras cosas,
porque el Papa es un guerrero. Y me explico, ahora que
soplan vientos de guerra: utilizo este término para designar
no a los que desencadenan batallas, éstos son los militares,
sino a los que intervienen en la lucha para encauzarla y moderarla
prudente, justa, fuerte y templadamente una vez comenzada. Este
concepto vale, entonces, para el Cid, para Don Quijote, para
el Papa o incluso para mí mismo, si me lo permiten. Creo
sinceramente que Wojtyla es un hombre firmemente aferrado a unas
convicciones y con una extraordinaria fuerza de voluntad, así
que, por favor, os suplico que, aunque diga cosas con las que
quizá no estéis de acuerdo y, desde luego, no sean
las que os han contado de pequeños, no veáis ninguna
tentativa de falta de respeto ni de provocación. Una persona
libre como yo intento serlo puede tener ideas provocadoras, es
decir, ideas diferentes a las predominantes en el discurso cultural
mayoritario de la historia de un país o de un lugar, pero
eso no significa que sea un provocador. El que provoca es una
persona que falsea su propio pensamiento para inducir a las personas
que lo leen, lo miran o lo escuchan a tener una determinada reacción,
y ése no es mi caso. Simplemente pretendo ser un tipo
liberal que va investigando y encontrando los frutos de dicha
investigación.
De la misma forma que he leído
la cita de Buda, el criterio que ha inspirado toda mi búsqueda
intelectual es triple. Une el pensamiento unamuniano, cuando
éste decía que el deber de un escritor, de un historiador
o de un profesor intelectual es inquirir la verdad; el de Ortega
y Gasset, cuando decía que, además de buscarla,
hay que encontrarla -naturalmente, no me refiero a la VERDAD,
con mayúsculas, sino a las pequeñas verdades que
podemos ir encontrando a lo largo de nuestra vida quienes nos
dedicamos al oficio del pensamiento-, y el de Bergamín,
cuando afirmaba que no basta con buscar y encontrar esa verdad,
que hay que proclamarla, por molesta que pueda ser. Si yo, después
de estar 30 años buscando, creo que con honradez, la figura
de Jesús, me he ido encontrando con una serie de hechos
y datos que desmienten la versión oficial sobre éste,
¿qué podía hacer?, ¿callármelo
para no meterme en líos? Entonces, no sería escritor,
tendría que cambiar de oficio; me haría picapedrero,
notario, ingeniero industrial, etc. Por supuesto que todas ellas
son profesiones honorables, pero un escritor debe contar todo
aquello con lo que se ha ido encontrando.
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