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AULA DE CULTURA VIRTUAL

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Transcripción de "EL LENGUAJE DEL MAR", entrevista de Iñaki Esteban a Arturo Pérez-Reverte 3

I. E.: Vayamos al tesoro, a lo que busca Tánger Soto, ¿es realmente un tesoro lo que hay dentro de ese supuesto cofre que hay en un barco hundido, es algo más? ¿Qué es lo que busca?, ¿es el empeño, la capacidad para demostrar a ese mundo de hombres que citas tú que ella puede ser tanto como un hombre, que les puede manejar a todos, que puede vencerlos?

A. P-R.:Ella tiene un sueño siendo niña y quiere hacerlo realidad; entonces, utiliza las armas de que dispone en un mundo de hombres. Pero la cuestión fundamental está en que yo creo que en esta novela quería demostrar una cosa: ahora, lo que llamamos aventura es ver la tele, ver Tómbola, como he dicho antes, o irte de vacaciones para hacer tiburoning, ese tipo de chorradas, y parece que la aventura es imposible, que ya está todo hecho, que ya no puedes ver aventura mas que en el cine, y olvidamos a menudo que la aventura es ir de A a B, como he dicho, y en el camino de A a B transformarte; es como el juego de la oca, de casilla en casilla, y está la posada, el pozo de la muerte, las ocas que te ayudan a saltar, y al final está el premio o el castigo, y en el camino está tu propia transformación, la vida. Lo de menos es que haya o no haya un tesoro, lo de menos es que al final haya un cofre hundido, un barco, o lo que sea, lo importante es que hay gente que tiene la capacidad de soñar, de soñar en el sentido noble del término, de soñar en cuanto a la vida como aventura y movimiento. Yo siempre recuerdo aquel libro que leí de jovencito, era un libro muy malo, se llamaba El compromiso de la acción, muy cursi, pero tenía una frase que se me quedó en la cabeza que decía -cito no textualmente-: el animal que se resignó a quedar en el fondo del mar sigue siendo un molusco en el fondo del mar, el animal que vio la aventura de la piel desnuda abrió el camino que conduce al hombre. Y eso se me quedó, y es verdad; ese movimiento -no hace falta irse al Himalaya, ese movimiento puede tener lugar en el metro, en el trabajo, en la vida, en un amor, en un libro, en una biblioteca, en un museo, en los sueños, en el mar, en donde sea; cada uno elige su terreno para jugar- es lo importante ¡Ay de la gente que es incapaz de ir de A a B, de la gente que se resigna con quedar encharcada frente a un televisor o frente a la vida! Entonces, en este caso, Tánger se moja, Tánger juega su aventura. La vida te quita un montón de inocencias, hay palabras a las que la vida va despojando de sentido, palabras como honor, patria, bandera, un montón de cosas, amor eterno, yo que sé, cosas que la vida te va poniendo en su sitio o te va lacerando, o te va quitando; al final, te quedan cuatro cosas, y, a mí, la única virtud que de verdad me conmueve todavía en la gente, que me conmueve de verdad, es la de la consecuencia, la del valor personal como dignidad, aquél que cree en algo y lo defiende, y lo pelea, y lucha por ello, tenga o no tenga razón, con razón o sin ella, eso me da igual -de hecho, quién tiene razón en el mundo en el que vivimos-. Aquella gente que es capaz de creer en la ginebra azul y emborracharse porque es su obligación moral me parece gente muy interesante y muy respetable, y al final resulta que ésa es la gente que más me interesa. En este caso, Tánger Soto es eso, es consecuente, hasta en su hijoputez, porque ya he dicho alguna vez que el pecado es ser inconsecuente; uno puede ser el mayor hijo de puta del mundo, pero, si es un hijo de puta consecuente, a lo mejor hasta es respetable. Lo peor es ser un hijo de puta inconsecuente, eso ya es el colmo de la hijoputez y de la inconsecuencia. Además -la vida tiene muchos ángulos-, cuando te pones a hablar con la gente -a mí me gusta mucho mirar y me gusta mucho pagar una copa a cambio de escuchar y poner la oreja, algo que he hecho toda la vida-, la vida tiene un montón de matices divertidos e interesantes, y cuando te pones junto a un hijo de puta -porque me estoy acordando de Kiskoros, el malo, malo, de la novela, el argentino-, entonces te das cuenta de que el mayor hijo de puta tiene razones, y, a veces, los hay consecuentes. Yo siempre me acuerdo de Sarajevo, cuando estuve un día trabajando con un francotirador; estaba allí, en una terraza, con un fusil, y trabajaba, se curraba la vida, cobraba por pieza. Yo le pagué para poder estar con él, o sea, que yo era tan hijo de puta como él, pero a lo que voy es que éstas eran las reglas del juego. Le pagué y estuve con él porque era mi trabajo, sobre todo, quería entender por qué ese tío hacía eso; hablaba, me decía "un momento", pa, pa, pa, y disparaba, y seguíamos hablando, y el tío me sacaba la foto de su mujer y de sus hijos, uno estudiaba violín, y yo decía "este tío tiene un mundo personal y nadie es redondo"; eso para mí fue muy singular, como lo fue que unos amigos violasen mujeres en un asalto ¿no?, tíos que realmente conocía. Eso hace que los puntos de vista sobre el mundo evolucionen y cambien, y que te des cuenta de que hay un montón de rincones en el ser humano que son muy interesantes de ver. El argentino que sale en la novela está basado en un personaje real, de cuando yo estuve en la guerra de la Malvinas, en Buenos Aires. Yo tenía un montón de amigos que eran marinos jóvenes, de mi edad, un poco mayores que yo, tomaba copas con ellos, eran mis contactos, eran del Servicio de Inteligencia de la Armada argentina, e ibamos a tomar copas, a charlar, nos ibamos de juerga, a oir tangos, hablamos, y muy majos, y pasó el tiempo, alguno vino a Madrid, estuvimos comiendo..., y cuando tiene lugar la dictadura, cuando cambia todo allí, de pronto, veo el periódico, "torturador...", etc, y todos los problemas que hay con la Armada, y en una foto, mis amigos. Eran ellos, los mismos tíos con los que me había estado relacionando durante tanto tiempo, y te aseguro que era gente tan normal como tú y como yo.

I. E.: ¿Ser consecuente con uno mismo está reñido con pensar que también uno puede estar equivocado?

A. P-R.:Pero es que uno está equivocado casi siempre. Quiero decir que, en este caso, el error es lo de menos, o sea, ¿quién puede decir que no está equivocado? Lo malo no es eso, lo malo es cuando crees que tienes razón y no eres capaz de defenderlo. Yo creo que el peor pecado es el no defender aquello en lo que crees, y es que el mundo se ha vuelto tan abyecto que cada vez es más difícil decir en voz alta lo que piensas, cada vez es más difícil porque todo el mundo está pendiente siempre del qué van decir, no vayan a pensar que yo...; si hablo de tal cosa van a decir que soy esto, si no digo aquello, tal, y todo el mundo estamos pendientes de lo que pensarán de nosotros. Entonces, muy poca gente tiene la consecuencia de decir "bueno, yo creo en esto, a lo mejor estoy equivocado, pero lo creo y lo defiendo"; yo creo que es la única virtud. De hecho, los héroes de mis novelas, cuando son héroes, Alatriste, El Maestro de Esgrima..., es, justamente, gente que defiende aquello en lo que cree, que pelea por aquello en lo que cree, que lucha por aquello en lo que cree, y a la que le da igual tener razón o no. Cuando los valores tradicionales se van al carajo, entonces, a veces, lo que te queda no son sino las reglas; una regla asumida como ética puede ser tan válido como una ideología.

I. E.: Una de las cosas fundamentales de esas reglas que tú reflejas muy bien en tus novelas es la amistad. En este caso, ya que estábamos sacando a los personajes "secundarios" de La carta esférica -hemos sacado a Horacio Kiskoros, a Dani Palermo, a un gansgter y a un mercenario-, hay un personaje que aparece siempre en la retaguardia pero que, al mismo tiempo, representa a la sabiduría, que es el Piloto. A mí me gustaría que nos hablaras del Piloto, porque sé, además, que el Piloto existe.

A. P-R.:El Piloto ha salido en el video, el Piloto es eso que todos hemos soñado de niños. El capitán Ojo de Halcón, ese tipo silencioso, veterano, curtido, duro, del que uno aprende, que siempre está a tu lado, es el amigo perfecto que uno cree que solamente está en los libros, pero, si uno se fija y va por la vida fijándose, se da cuenta de que es posible encontrarlo fuera de ellos. Yo me acuerdo de que tenía 12 años y vi un tipo con un tatuaje, un tatuaje con una mujer que llevaba el timón de un barco, y él tenía una pinta..., era un tipo muy guapo, era joven, muy alto, el pelo blanco muy corto, ojos azules..., las turistas se volvían locas con él, en todos los bares de lumis del puerto las chicas querían bailar con él, era un tipo singularísimo, medio contrabandista, ese tipo de novela, pero, al mismo tiempo, para él era muy normal, muy sencillo, era su forma de ser, su forma de vivir, y a mí me fascinó cuando lo conocí. Yo iba con él, me subía en el barco, me contaba, navegábamos juntos, hicimos contrabando juntos, salíamos por la noche a por tabaco a los mercantes, yo le ayudaba a desembarcarlo...; para mí fue mi primer compañero de aventuras, realmente, de verdad, y, bueno, está vinculado a mi vida de siempre, y siempre lo estuvo, y hemos navegado mucho juntos y hemos pasado muchas cosas juntos, buenas y malas, y a la hora de contar una historia en la cual el mar estaba presente, él tenía que estar ahí.

I. E.: De una manera muy positiva, casi como un maestro, ¿verdad?

A. P-R.:Claro, fue mi capitán Haddock. Yo de pequeño soñaba con tener amigos como Athos, como D'Artagnan, como Porthos, como Ojo de Halcón...; como te he dicho antes, esos amigos nobles, generosos y valientes, y duros, que además peleaban junto a tí y nunca te dejaban tirado, que la vida te dio el privilegio de tener; después, ésta misma me ha dado la suerte de que me los ha ido poniendo delante, los he tenido y los sigo teniendo. El gran privilegio de mi vida quizá sean los amigos; tengo una docena de amigos de ese tipo, de los que soñaba tener de pequeño, y es de lo que más orgulloso estoy; que tipos como el Piloto digan que soy amigo de ellos, eso, me hace sentir muy orgulloso. Algo bueno tendré, pienso, ¿no?, cuando un tipo como el Piloto me respeta y dice que soy su amigo; eso es algo bueno, y hace que me sienta muy bien. Es como cuando una mujer singular te dice que te quiere, o cualquier cosa agradable: dices "bueno, pues si esta mujer me dice esto, algo bueno habré hecho para que la vida me dé este premio".

I. E.: Yo tengo una curiosidad: ¿por qué en tus libros aparecen tantos apellidos vascos?, me estoy acordando ahora de Balboa, del capitán Elezcano, en el último caso..., incluso la carta es de Urrutia, ¿por qué tienes esta especie de predilección?

A. P-R.:Porque tengo muchos amigos aquí, Amaya Elezcano es mi editora y es de Bilbao, Iñigo es mi amigo, es un amigo muy amigo mío, y es, también, de Bilbao -tengo muchos de esos amigos por esta zona-, y por otra razón: a la hora de hablar de temas históricos, a la hora de hablar, por ejemplo, del capitán Alatriste, a la hora de hablar de novelas en las cuales hay un contexto histórico denso, el vasco es inevitable, es decir, yo no lo he elegido. Ahora, justamente, estoy preparando El oro del rey, que es la cuarta novela de Alatriste, la cual empecé, precisamente, antes de ayer, y estoy estudiando la Sevilla del Siglo de Oro, porque ahora llega Alatriste de Flandes y va a Sevilla, y hay una aventura en Sevilla con el oro de América. Entonces, me he enterado de que, en el siglo XVII, había un importantísimo núcleo de comerciantes vascos muy bien situados en Sevilla, que eran los que estaban en contacto con el tráfico, con el movimiento de Indias. Después, te lees la historia y te enteras de que quien le pone en Pavía una espada en el cuello a Francisco I se llama Juan de Urbieta, y es de Hernani, y quien en Trafalgar dice "esa bandera no la toques..." se llama Churruca y es de Motrico, y te vas a América y en cada libro, en cada cosa, me salen vascos por todos los lados; como misioneros, me salen vascos a punta pala. Como están ahí, no he tenido que forzar la máquina, realmente, me los encuentro, es normal que estén ahí. Me hace gracia cuando algunas personas en el legítimo uso de su criterio, del que sea, dicen que no, que España estaba ahí y los vascos estaban acá; yo me los tropiezo continuamente. Cada vez que miro atrás, cada vez que abro un libro de historia, cada vez que leo una batalla, un viaje, una exploración, una aventura, lo que sea, aparece un vasco aquí, allí, en América, en Flandes, en el Mediterráneo, en cualquier lado. Para mí, están tan liados en mi propia memoria, han transitado tanto como yo por este patio que se llama España, que en mis novelas están siempre ahí, y además me alegro mucho de que sea así, porque ahora tengo muchos amigos aquí y me gusta que estén ahí.

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