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AULA DE CULTURA VIRTUAL

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Transcripción de "EL LENGUAJE DEL MAR", entrevista de Iñaki Esteban a Arturo Pérez-Reverte 2

I. E.: ¿Por qué los marinos os reconocéis tan pronto entre vosotros, o en qué se basa esa camaradería?

A. P-R.:Como los lectores, y los mafiosos, y los periodistas...

I. E.: Porque sois de la misma banda.

A. P-R.:Claro, y las lumis.

I. E.:¿Porque habláis el mismo lenguaje del mar?

A. P-R.:Sí, pero cualquier grupo que hace una actividad concreta siempre se reconoce, hay una serie de rituales y de cosas que, que... no lo sé.

I. E.: Pero esa cercanía de la muerte sospecho que tú también la has vivido entre compañeros periodistas que a lo mejor estabais en la misma guerra.

A. P-R.:Eso es muy dramático, la muerte está cerca allí y aquí: ahora, al salir, se nos puede hundir el techo aquí encima y quedarnos todos tiesos, pero eso no es pesimismo, eso es realismo; esto es así, son las reglas del juego y juegas, y vives según esas reglas. No, no es eso, es, únicamente, que, como todo aquél que hace una actividad específica que requiere un aprendizaje y unas reglas concretas, uno se siente élite, el marino, el reportero, el virtuoso del violín; todo lo que son actividades marginales o de grupo hacen que uno se sienta más distinto a los otros, pero es normal, aunque no te sientes mejor, te sientes fuera. Yo nunca me he sentido mejor que la gente, me he sentido muchas veces fuera de cosas que no me gustan, intento -y el mar es bueno para eso, el mar también te ayuda, como el de mi novela, a ver fuera las cosas que no te gustan- ver la tierra de lejos, enseña mucho sobre la tierra, muchísimo.

I. E.: En cada una de tus novelas se transparenta o se refleja una pasión muy fuerte tuya por un elemento particular; por ejemplo, en el caso del Club Dumas eran los libros, en el caso de La tabla de Flandes se adivinaba una pasión por el ajedrez y también por la pintura flamenca, en toda la serie de Alatriste se ve que conoces muy bien el Siglo de Oro y que también participas, de alguna forma, de esa visión del mundo, aquí, lógicamente, la pasión fortísima es el mar, pero ¿por qué has dejado esta novela para ahora, es decir, para tanto tiempo después de que empezaras a escribir?

A. P-R.:El mar, como te he dicho antes, siempre estuvo ahí desde el principio, lo que pasa es que el mar formaba parte de mi vida, no era una actividad profesional, era una actividad vital, era mi retaguardia; yo, cuando volvía de mis reportajes por ahí y estaba muy cansado, me iba al mar, me iba a navegar, me iba a descansar junto al mar, entonces siempre estuvo ahí como una especie, digamos, de refugio personal, y yo siempre he procurado en mi vida no mezclar una cosa con la otra, lo que pasa es que al final tú vas echando en la vida cosas en la mochila, como yo digo, y vas viviendo, y esa mochila va engordando, y tú la llevas contigo, cosas buenas cosas malas, fantasmas, remordimientos, lo llevas todo ahí, todo lo que has vivido, la vida es como un abanico, que empiezas y se va cerrando a medida que vas viviendo, a salto de varilla a varilla, te van quedando dos varillas, una, tu única varilla hasta el final, pues en esa varilla, digamos, vas poniendo todo lo que las otras barillas te han ido dando mientras se cerraba el abanico. Entonces, bueno, tú vives con eso y un día, de pronto, hay cosas que desencadenan una novela; las novelas no las eliges tú, yo no digo "voy a ver si hago una novela de indios o piratas", una novela es, lo he dicho alguna vez, es como una mujer, siempre es ella quien escoge, no escoges tú, la novela dice "tú me vas a escribir, yo soy tu historia", cuando tienes el coraje y tienes el conocimiento, y la disposición técnica, profesional y personal para escribirla, la escribes. Esta novela me surgió un día, de pronto: yo estaba en una subasta de cartas naúticas en Barcelona, comprando un atlas naútico que me interesaba mucho, del siglo XVIII, y en eso hubo un tipo, otro que pujaba, y fue una especie de duelo a muerte, como en las películas de verdad, para ver quién se la llevaba. Yo, en ese momento, por suerte, podía sostener la puja, pero el tipo me estaba apretando mucho, y fue una cosa muy dura, y muy tensa, y, bueno, al final me lo llevé. Al salir de allí con la carta en el bolsillo, sucedió; además, el tipo era igual que Nino Palermo.

I. E.: ¿Tú pensabas que también era un cazador de tesoros?

A. P-R.:No, no, después lo imaginé, porque hay una cosa que me gusta mucho, que es imaginar vidas de gente que conozco: cuando veo alguien interesante le coloco biografías absolutamente apócrifas, este es así o así, me monto mi película y ya está, en un restaurante veo un camarero y le un busco un pasado...; es una diversión que tengo desde niño. Cuando salí de la subasta me dí cuenta de que acababa de empezar la novela, y parte de toda esa vida que estaba en la mochila, de pronto, empezó a estructurarse en torno a esa historia, y comprendí que tenía que escribir una novela de mar, que ya me había llegado la vez, que ya era el momento de que abordara el mar de alguna forma; entonces, me puse a escribir esta historia.

I. E.: ¿Se te ocurrió el personaje de Coy como principal desde el principio?; es decir, ¿un marino que, en cierta manera, representa también el romanticismo del mar?

A. P-R.:Coy no se me ocurrió, Coy estaba ahí. Coy es ese marino que yo tenía en la cabeza, hecho de todos los marinos que yo conocí; de mis amigos, amigos de mi padre...

I. E.: ¿De todos los marinos en cuyo pellejo tú también te habías imaginado?

A. P-R.:Claro. Yo, además, me relacioné mucho con marinos de petroleros; yo vivía en Cartagena, mi padre estaba en el puerto de escombreras y todos sus amigos eran capitán de marina mercante -había muchos vascos, por cierto-. Entonces, digamos que yo tenía un marino en la cabeza, imaginario fruto, suma de todos esos marinos que conocí, mis tíos, mi padre, mis abuelos, mis cuñados...; toda la gente que era marino y estaba ahí, ésa, me acompañaba ya. Fue ella lo nuevo, ella; yo dije "voy a utilizar un personaje", que es ella. A ella sí la construí, ella fue algo más trabajoso. Hay en la novela un triángulo, mujer, mar, vida -como son los tres vértices del triángulo en el cual se mueven Coy y el marino sin barco-; la mujer como misterio, como enigma, como cómplice, como enemigo, como compañía, como clave de todas las cosas. Yo ya he dicho alguna vez, no es nuevo, lo que pienso sobre el papel de la mujer en la vida del hombre, y, esta vez, quería hablar de la mujer con mayúscula, la Mujer, esa mujer que es el fruto de una larga decantación genética, esa mujer que es el resumen de muchos siglos de mirar, de callar, de escuchar, de ser rehén de los hombres, de parir, de enterrar a sus hijos, de ser botín, de mirar al hombre... Además, yo tengo... -te iba a decir una teoría, pero es una certeza-, yo creo que el hombre tiene un montón de mecanismos para aliviar la soledad con la que la vida confronta siempre al ser humano, tarde o temprano; mecanismos sociales que ha ido depurando a lo largo del tiempo: desde el fútbol hasta la cerveza de la esquina, los amigos..., hay un montón de cosas ¿no?

I. E.: Hasta las guerras.

A. P-R.:Hasta las guerras, alguna vez. Entonces, el hombre, incluso ante el fracaso, tiene un montón de mecanismos consoladores, digamos, que habitualmente se basan en la relación de grupo o en una serie de usos de grupo, grupales. Sin embargo, la mujer no; la mujer, hasta la madre más feliz, hasta la amante más cariñosa, la abuela más venerable, hasta la niña más inocente..., todas, tiene una porción de soledad personal, tiene un rincón íntimo en el que nadie entra, ni siquiera sus mejores amigas, en el cual están ellas solas. Asi que -ocurre a veces-, cuando tienes la suerte de que la vida te pone junto a una de esas mujeres y puedes asomarte a ese agujero oscuro que hay ahí, cuando te acercas con la humildad personal suficiente para aprender, para mirar, cuando tienes esa lucidez de pararte y mirar ese momento en el que hay ahí diez segundos singularísimos que tú no haces más que facilitar, si en vez de estar en lo tuyo, estas en lo de ella, y estás mirando y observando, te das cuenta de que, de pronto, tú no existes, de que tú desapareces, de que no estas ahí, de que ahí está ella con una soledad que viene de siglos, enorme, tremenda, inmensa; entonces, entiendes un montón de cosas de las que el hombre hace en la vida. Qué es la mujer para la vida del hombre, por supuesto, a los 20 años no se sabe, son cosas que la vida te enseña. Todo eso estaba en mi cabeza a la hora de crear el personaje de Tánger Soto, y de ahí salió ella.

I. E.: Tánger Soto es un personaje muy complejo; si nos ponemos, por ejemplo, en el punto de vista de Palermo, sería una especie de bruja con intenciones muy aviesas.

A. P-R.:Lo decía en el video: ves que ellas no tienen retaguardia, Iñaki; tú y yo podemos replegarnos a mil sitios, ellas no, ella, cuando fracasa, se acabó, no tiene segunda oportunidad, socialmente, en general, digamos, tiene un segmento operativo muy corto en el cual puede utilizar todas las armas y todos los elementos, todas las fuerzas que la vida te proporciona.

I. E.: Con cierta crueldad a veces, quizá.

A. P-R.:Ella no es cruel. Es claro, te lo decía antes, que el hombre es malo o cruel por ambición, por lujuria, por estupidez habitualmente; la mujer es mala por necesidad de supervivencia: cuando decide ser mala, cuando la mujer tiene que sacar esa fortaleza moral que ella tiene, de la que el hombre carece, y utilizarla para pelear, sabe que marcha o muere, o sea, que si fracasa está lista. Por eso lucha a vida o muerte, por eso, la mujer, cuando decide lanzarse a algo, a un amor, a una pasión, a una aventura, a un trabajo, a un sueño, a unas oposiciones, a lo que sea, lo hace de una forma absolutamente intensa, porque sabe que a lo mejor no hay segunda oportunidad; además, pelea en un mundo que es de hombres, marcado territorialmente por hombres, en el cual ella sabe que tiene menos armas. De ahí, entonces, se explica que aquello injustificable en los hombres, lo a menudo abyecto, en la mujer sea un mero mecanismo de supervivencia, con lo cual es muy interesante analizar y estudiar los casos de las malvadas. Por eso, precisamente, me han interesado tanto siempre: por qué es malvada, por qué Milady era Milady, por qué Tánger Soto es Tánger Soto, por qué Adela Botero es Adela Botero; yo lo veo así.

I. E.: ¿Pero crees que un mundo gobernado por mujeres sería quizá más admirable?

A. P-R.:No, no, en absoluto. Yo no digo que una mujer sea mejor que un hombre, en absoluto, nunca he dicho eso, he dicho que tiene más fortaleza moral, tiene más resistencia física, en cuanto al sufrimiento prolongado y en cuanto a la angustia, tiene más herramientas personales defensivas frente a un entorno hostil, y, sobre todo, tiene un coraje que nace de su propia capacidad de parir. Es el ejemplo clásico que siempre digo: tú vas al médico y ves a Manolo, y al lado está Dña. Maruja, "siéntate, Manolo", "tranquilo, ahora viene el médico, Manolo", y está con ella, la mujer lleva al marido al médico. Cuando es ella la que nota un bulto en el pecho se calla, se come el tarro, va a ver al médico, se calla, y a lo mejor el marido se entera a los seis meses o no se entera. Yo, en África, he visto parir solas a las mujeres, y después las he visto soportar la desgracia y el horror de una manera que haría enloquecer a algunos hombres, y quizá porque tienen, digamos, una dimensión distinta.

I. E.: ¿Por qué crees que las mujeres acaparan o atraen tantas injusticias como las del caso que me acabas de poner de esas mujeres de África?, ¿por qué ellas son las víctimas al fin y al cabo?

A. P-R.:Porque la mujer es presa, históricamente, es objetivo. Hay lugares a los que nunca he querido ir con mujeres, no por machismo, sino porque me iban a matar para violarlas, entonces prefería no ir, "oye, si quieres ve sola, pero yo no voy a ir contigo ahí". La mujer ha sido presa y, durante mucho tiempo, objetivo de un montón de cosas, asi que eso la convierte en objetivo, también, del hombre; ahí tienes todas las violaciones y todas las historias....

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