JESÚS: UNA BIOGRAFÍA
Dr. Don Armand Puig
Especialista en la Biblia
Bilbao, 24 de octubre de 2004
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Tampoco hay que olvidar la aristocracia saducea. Son un sector que
vive una práctica estricta de la ley, y Jesús tiene
con ellos muy mala relación porque controlan el templo y se
erigen sus poseedores. Por su parte, Jesús piensa que el templo
tiene que ser casa de oración; es decir, debe ser propiedad
de Dios, y no de alguien que lo controle.
Llegados a este punto cabe preguntarse, por tanto, con quién
congenia Jesús. Curiosamente, él lo hace con los fariseos,
algo que en principio puede parece extraño. Así sucede,
sin embargo, porque los fariseos son quienes tienen un proyecto para
el pueblo; quieren que todos practiquen la ley, son militantes de
la ley judía y desean que el Dios de Israel llegue a cada corazón.
Ahora bien, hay dos limitaciones que recordar. En primer lugar, la
ley no es el objetivo de Jesús; y, en segundo lugar, los fariseos
piensan en el 90% de la población, mientras que el 10% restante
(publicanos, prostitutas, pobres, etc.) queda fuera de sus planteamientos.
Jesús se enfrenta contra los fariseos por estas razones, porque
para Jesús el objetivo es la presencia activa y fecunda de
Dios en el mundo. Jesús es un apasionado de este Dios compasivo
y misericordioso que, por fin, llama a las puertas de la historia
humana.
Además, el reino es para Jesús mucho más grande
que la ley, ya que ésta es en el fondo insuficiente, y a Dios
se le conoce cuando se le abre el corazón y cuando se entra
en el reino. Por esto mismo, cuando Pablo habla sobre la ley, la formula
en términos también restrictivos, porque uno y otro,
Jesús y Pablo, tienen el mismo planteamiento. De este modo,
el Dios del Sinaí es el Dios de la montaña y de las
bienaventuranzas. No dos, sino uno. Ahora bien, las bienaventuranzas
son tan rompedoras que introducen algo distinto de la práctica
estricta de la ley judía. Por esto, el sermón de la
montaña es la carta magna del reino.
Llegamos así al centro de la cuestión. Jesús
superará los judaísmos de su época, porque va
más allá, y la palabra de Dios -que es su palabra- llega
a un punto de culminación. Los fariseos se encuentran muy incómodos
con Jesús por estas razones. Por una parte, aceptan que hay
algo importante en él, pero, por la otra, les incomoda mucho
que Jesús se salga de lo establecido, de lo tradicional. Jesús
no cita a ningún rabino, es muy libre, y esto incomoda a los
fariseos, que querían fundamentar su posición sobre
una tradición de ancianos, de personas que llevarían
la ley y su práctica a cada judío de la época.
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