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'DIARIOS
El tratamiento periodístico del terrorismo
Por Arcadi Espada,
periodista
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«28 de enero de 1979
Matan a un ex alcalde de Echari
Aranaz, un municipio vasco. Los vecinos informan a El País
de que "la víctima estaba considerada, en algunos
sectores del pueblo, como confidente de la Guardia Civil".
Este estrambote, o parecido, suele ponerse en todos los muertos
de tipo menor. Los que ocupan apenas media columna en el periódico.
Funciona muy bien como tiro de gracia.
Yo recuerdo, de cuando leía en vivo estos periódicos,
la extremada desazón que me invadía si, por cualquier
causa que fuere, incompetencia o imposibilidad de los redactores,
los periódicos dejaban de añadir el estrambote.
También recuerdo cuando mi madre me daba la noticia de
cualquier atentado que yo preguntaba enseguida: "¿Civil
o militar?"».
«7 de marzo de 1979
Llevo más de dos meses de crímenes. Aún
no he encontrado que a sus autores los llamen terroristas.
Todas las crónicas insisten en autores, jóvenes,
comando, agresores y otros del mismo tipo. Veinte años
después es difícil entenderlo. El terrorismo y
los terroristas se han convertido en sujetos tan objetivables
que casi los propios terroristas admitirían ser llamados
así. Entonces no, es evidente. Entonces se gritaba Vosotros,
fascistas, sois los terroristas, con lo que se pretendía
librar de la carga ignominiosa del adjetivo al resto de criminales.
Sería interesante saber hasta cuándo duró
eso. Al menos en El País, que era y es mi diario.
En cualquier caso, no se trataba de una mera consigna formal.
Hoy dice Juan María Bandrés en el periódico:
"Yo no llamo terroristas a los que Martín Villa llama
terroristas". Bandrés era entonces el dirigente de
un partido independentista vasco y Martín Villa, el ministro
de la policía».
«21 de abril de 1979
-Ésta es una reflexión enteramente mía.
No hay ningunas comillas-. Convendría saber si entre las
famosas e indiscutidas contribuciones de la prensa al restablecimiento
de la democracia española estuvo la de camuflar cadáveres
de guardias civiles, ex alcaldes franquistas, jubilados de la
Brigada Político-Social, camareros parlanchines, cronistas
locales o avezados chusqueros. Y por el contrario si fue asimismo
contribución, su corolario inexorable, subir a la primera
noticia de portada, con un apenas disimulado aire de reproche,
sucesos como la trampa que la policía tendió a
un dirigente terrorista, y que acabó ayer con su muerte
en una glorieta de Madrid».
«16 de junio de 1979
ETA reivindica el atentado de la central nuclear de Lemóniz
(un título de periódico). La muerte del trabajador
se debió a motivos imprevisibles (y un subtítulo)».
«20 de junio de 1979
"Un comerciante chileno -escribe el periódico- que
vivía en la localidad guipuzcoana de Irún desde
hace dieciocho años fue abatido ayer por dos desconocidos
[...] Herido de muerte, Héctor Abraham trato de refugiarse
detrás del mostrador, por lo que fue rematado por los
agresores".
Se exponen las razones del abatimiento de Héctor Abraham.
Es cierto que la locución al parecer introduce
todas ellas, pero ésta es una estimable precaución
deontológica y aun intelectual. Pudieron matarle, según
la crónica, porque escribiera varios artículos
cuya tesis de fondo fuera la defensa del régimen del general
Pinochet, o por la amistad que le uniera a un concejal ya asesinado
por los terroristas. Qué duda cabe de que son razones
de peso y como tales las recoge el periodista, que aun acaba
abundando las amenazas de muerte que, según noticias no
confirmadas, había recibido el comerciante chileno.
Pero no me he quedado clavado en el texto por nada de eso, al
fin y al cabo muy repetitivo. Me he quedado clavado en un por.
Tal vez me esté volviendo loco. Pero todo el mundo
debería leer esto como yo: "Herido de muerte, Héctor
Abraham trató de refugiarse detrás del mostrador,
por lo que fue rematado por los agresores".
Por lo que fue rematado, Héctor Abraham. ¡Encima
quería escapar!
"Donde fue rematado". Esto es lo que escribiríamos
los que quisiéramos haber escapado con él.
Es la diferencia de escribir desde el lugar del verdugo o desde
el lugar de la víctima. El verdugo busca causas: Pinochet,
o la amistad con guardias civiles, o la intolerable búsqueda
de refugio. La víctima expone los hechos. No comprendo
cómo les resulta tan difícil a algunos decidir
el lugar donde trabaja un periodista».
«14 de septiembre de 1979
"El director de una oficina bancaria de Baracaldo -dice
el periódico-, Modesto Carriaga, resultó muerto
ayer en un atentado perpetrado a la puerta de su domicilio, al
parecer por un comando de ETA militar. Prácticamente a
la misma hora -ocho de la mañana-, un refugiado vasco,
Justo Elizarán, fue abatido a tiros en la localidad francesa
de Biarritz, resultando con heridas muy graves.
Este último hecho produjo nuevos síntomas de inquietud
en el País Vasco. Medio millar de personas se concentraron
ante el edificio de la Diputación de Vizcaya, en señal
de protesta por el atentado".
No creo que haya muchas notas periodísticas, como esta
de la portada de El País, que expliquen con tanta
precisión lo que sucedió, en los periódicos
que leíamos, durante la transición vasca, y por
lo tanto lo que sucedió en la transición vasca
y aún, por lo tanto, lo que sucede en la transición
vasca. Ahí está todo: el cadáver olvidado,
consuetudinario, vuelto a asesinar con la indiferencia, de Modesto
Carriaga; las heridas de Justo Elizarán (luego moriría),
nobles, capaces de despertar la legítima inquietud de
los mejores y la conversión del medio millar en atrevida
sinécdoque (bah, ¿no era cierto que todo lo podíamos?)
del conjunto del País Vasco.
A veces pienso que lo escribían para que unos años
después viniera y no tuviera dudas de lo que fuimos».
Y finalmente, mi última cita:
«20 de diciembre de 1979
La última víctima del año fue "una
persona sencilla y afable que en ningún caso dio muestras
de una determinada inclinación política".
Por suerte -añado yo-, no era nada de todo lo contrario».
Ésta es la pequeña muestra de mi libro que les
quería hacer, porque el libro es, a su vez, una pequeña
muestra de la verdad de unos quince años, aproximadamente.
Así que éste fue, con variantes completamente intrascendentes,
el tratamiento que recibió el terrorismo en algunos de
los diarios más importantes de España. Y a pesar
de que se ha dicho, y es cierto, que la Transición española
fue pacífica, no lo es que se pasó de un régimen
autoritario a otro democrático con un coste de vidas y
de haberes soportable para la trágica historia del país.
Aunque los periódicos nos hagan creer lo contrario, esto
es, que al menos en el País Vasco o a causa de algunos
de sus problemas no se realizó un bárbaro y silenciado
ajuste de cuentas, y reconociendo que desde luego aquí
no hubo una guerra civil y que ni siquiera los mil muertos de
ETA pueden considerarse el exponente de todo esto, de la lectura
de esos diarios se exhibe de una manera bastante cruda que ese
ajuste de cuentas sí existió. Y debo decirles que
esta experiencia sobre el tratamiento del terrorismo llegó
a conmocionarme hasta cotas inimaginables.
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