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AULA DE CULTURA VIRTUAL


CONFERENCIA-BODEGÓN ACERCA DE LO QUE SE COMÍA EN CASA DEL AUTOR

D. Álvaro Pombo
De la Real Academia Española y Premio de Periodismo El Correo 2005

Lunes, 24 de Abril de 2006

Verán Uds, Sras y Sres, que en nuestra Edad de oro se comía regular, mucha morcilla y mucho queso picón. La gracia de la cocina vasco-francesa, que es la nuestra desde Bilbao a Santander, en una transustanción retentiva de materiales alimentarios con ayuda de rebozados y de salsas. Pero a esto volveremos, nos quedaremos pues sólo con el recuerdo de Baltasar del Alcázar y sus morcillas:
Mas dí, ¿no adoras y aprecias/ la morcilla ilustre y rica?/ ¿¡cómo la traidora pica!/¡ tal debe tener especias!
¡No, Sras y Sres, de ninguna manera! Esta conferencia no es una ilustrada y poderosa y erudita conferencia acerca de gastronomía y literatura. La conexión lógica propuesta por Gerardo Elorriaga se pierde por completo al no tratarse aquí de eso y al no haber recibido yo tampoco, de manos de Vocento, una medalla de oro a los mejores chipirones en su tinta de toda Vizcaya. Regresamos una vez más al terrario y a Pombo-cascabel, que no viene a hablar ni de literatura ni de gastronomía propiamente dichas sino de una como microfísica vasco-santanderina de lo que se guisaba en la cocina de su casa. No se puede pedir menos. Y es también imposible ofrecer menos a una distinguida audiencia de lo que yo ofrezco esta noche.
¿A qué viene entonces esta cascabelera osadía pombiana, esta facundia sublevada de un autor que viene nada menos que a Bilbao a hablar de comida, o -como se decía antiguamente-: que tiene el papo de venir a vender hierro a Vizcaya?
Sras y Sres, hermanos y hermanas, admirados y queridos primos y primas mías de Bilbao, he aquí que he venido simplemente esta tarde a recordar ante Uds / vosotros las comidas que se comían en mi casa, movido por un intenso sentimiento de familiaridad bilbaino-montañesa.
Y explicaré ahora, brevemente, este sentimiento de familiaridad de este montañés transterrado a Londres y a Madrid que soy yo, con un Bilbao que no es ya del todo el Bilbao a que se referían mis abuelos o mi padre, mediante un concepto acuñado por Ludwig Wittgenstein en su segunda época (la filosofía del lenguaje ordinario) para explicar el origen y funcionamiento de los conceptos universales o si se quiere, de la relación entre la realidad y las palabras que designan a la realidad. Estas explicaciones wittgensteinianas venían determinadas por su idea de que meaning is use. El significado de una palabra es el uso que tiene en la sociedad que la emplea. Esto es evidentemente discutible, pero no es este el momento de discutirlo nosotros aquí. Lo más brillante desde el punto de vista narrativo, del concepto de parecidos de familia, es que para referirnos ya explícitamente a nuestro asunto, entre la cocina francesa, la cocina vasca y la cocina montañesa, y, cabe añadir, entre la manera de vivir de las familias de la burguesía francesa, vasca y montañesa de la última mitad del S.XIX y la primera mitad del XX, con elementos residuales que se prolongan hasta nuestros días, me voy a referir -más bien que a algo común, una esencia o naturaleza estáticamente presente en toda esa enorme gama de individuos y de costumbres tanto sociales como gastronómicas- más que a una identidad esencial e invariable, hay un complejo sistema de parecidos, es decir, de semejanzas y desemejanzas, identidad entrecruzada por la variación, como en aquellas piezas musicales del XVI y del XVII que se titulaban Diferencias. Así se decía, por ejemplo, Diferencias sobre el canto del caballero.
El sentimiento de familiaridad que siento yo en Bilbao y que es predominantemente gastronómico, procede de estos parecidos-diferencias dentro de un sistemas de comidas y de maneras de guisarlas analógicamente presente en todas ellas. Para simplificar el asunto voy ahora a limitarme a hacer un listado de las comidas que, efectivamente se comían en mi casa, con algunas referencias a la técnica literaria concreta, que se almacenaba en grandes libros de recetas escritas a mano en cuadernos cuadriculados con tapas de hule negro:
La sopa de pescado: que se distingue, claramente de la boullavaise. La diferencia, creo recordar es que la sopa de pescado bien hecha se hace sobre una base de salsa de tomate y un triturado de gambas y rape en el propio caldo que se utiliza para cocer todo el pescado. El sabor fuerte a pescado se producía cociendo largamente la espina, cola y cabeza del pescado para extraer toda la gelatina, que se usaba como fondo de la salsa. Toda la cocina olía a mar.
Las patatas en salsa verde con almejas.
El arroz blanco con amayuelas
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