<<<ANTERIOR / SIIGUIENTE>>>
Volvió Cervantes, al fin, a su querida España, de la que habla con claridad, sin que le titubeen las sílabas, y como quiera que el grupo de López de Hoyos, el erasmismo, había caído en las tinieblas de la proscripción, y él no se dio cuenta mientras estaba en Argel, pidió favores en la corte, como hicieron otros miles más, e imploró ante los que en otro tiempo habían sido sus amigos. Pero no halló respuesta, o la que halló, mejor no la hubiera habido: fue mandado en misión de información un par de meses- a Orán, volvió a la Península se instaló en Madrid y empezó a escribir. De estas fechas son La Galatea y las primeras comedias. Saborea el triunfo y eso le hace sentirse pletórico y lleno. Tiene treinta años, pocos más, y una mujer casada concibe a una "Isabel" producto de amores adulterinos con el manco de Lepanto.
Sale de la contrarreformista corte, es camelado por la que será su suegra y él entra en el juego engatusando a una jovenzuela de Esquivias, se casa y sólo aguanta un par de años (volvieron a reencontrase establemente al final de la existencia): parte a Andalucía. Este viaje nace, de nuevo, en medio de las fiestas contrarreformistas del traslado de las reliquias de santa Leocadia a Toledo. Creo que ha sido la primera vez que se ha hecho tanto hincapié en los procesos de remoralización cortesana alrededor de 1575, como factores que alteraron la vida cotidiana y particular de Cervantes.
Pasó en Andalucía trece años, penó y conoció mil privaciones. Es una etapa de su vida mitad de camino estoica, heroica, desconocida. En mi faceta de historiador he querido situarlo dentro de su sociedad. Sus versos laudatorios a la Empresa de Inglaterra, a la Armada de Inglaterra, a la Gran Armada, son impresionantes. Pero lo son también sus dos poemas posteriores: en uno intenta dar ánimos a sus conciudadanos ("derrotados pero no vencidos") y el otro es una irreverente mofa ante el túmulo de Felipe II en Sevilla. Leer a Cervantes en ese momento es zambullirse en una España que ante una tragedia, pierde el rumbo, se ve desorientada, sólo espera la salvación sobrehumana, se siente afligida y no quiere saber nada de los costes que implica el prestigio, la defensa de los ideales. Esa fue la España de 1590 en adelante, hasta la reformación propugnada por el Conde Duque de Olivares. Y que lea como quiera el lector del siglo XXI.
Entre las experiencias de Argel y lo que vive en Andalucía, se forja la mente del Cervantes cronista e historiador, aspecto creo novedoso, y, sobre todo, el Cervantes arbitrista.
Sus últimos años de vida, desde 1604 hasta 1616 son de una producción frenética. El Quijote no está editado en 1605, sino ya en 1604. Lo que pasa es que se retrasa su salida al mercado unas semanas. Además, El Quijote está compuesto por dos textos: un Quijote breve, que concluiría con el escrutinio de la biblioteca, y el que conocemos, extenso, más moderno. Pero hecho de prisa y corriendo, lleno de erratas y de errores. Le falta un poco de maduración. Tras El Quijote, entremeses, comedias, novelas ejemplares, y la segunda parte de El Quijote.
Cervantes no es sólo El Quijote, aunque éste lo domine todo. Los entremeses son impresionantes, como la buena poesía que en pocas palabras dice tantas y tan importantes o hermosas cosas. ¿Una denuncia social?, El retablo de las maravillas, ¿un demoledor ataque contra las autoridades municipales ignorantes?, La elección de los alcaldes de Daganzo; ¿un claro ataque contra la ruptura de las estructuras sociales?, El juez de los divorcios, y así más y más: porque Cervantes escribió sobre todas las cosas imaginables. Y, ¿qué decir de El Viaje del Parnaso en donde tacha de "poetambres" a los malos poetas que gracias a las ayudas de ciertos señores, sobreviven y se pavonenan como si fueran únicos? El "Canto del Calíoe" y El Viaje del Parnaso son, tal vez, los primeros manuales de crítica literaria jamás compuestos. Con referencia a éste, sus 3.300 versos no tienen desperdicio. Tal vez él no fuera un gran versificador pero fue un poeta extraordinario.
Al final, El Persiles. Este Periandro enamorado, aquellos bárbaros daneses en escena, el amor y el norte calajinoso de nuevo; en fin, la muerte. Y la Dedicatoria, sí, con mayúsculas, el "puesto el pie en el estribo. Ayer me dieron al Extremaunción y hoy escribo esta" es uno de los textos más sobrecogedores que se puedan leer.
Como lego en la crítica textual puede que mis gustos no estén bien armados y que me equivoque. Pero de Cervantes me fascinan su poesía, su libertad creadora, la libertad con la que transmite su ingenio, su genio, su humor, su ironía... todo lo que aprendió y todo lo que sabía y cómo lo transmitió. ¡Cuántas veces se emocionó, cuántas se le saltarían las lágrimas al escribir, mientras otros componían sujetos a las normas de "su" clasicismo"!
El Quijote, no es sólo una obra irónica, sarcástica. Es un mundo de vivencias, de aspiraciones y de anhelos, de personificaciones de todo cuanto es la vida, sencillamente plasmado en esos dos complejísimos personajes que son el hidalgo enajenado que recupera el juicio precisamente antes de la muerte y huyendo de su enajenación y el simplicísimo Sancho Panza, cristiano viejo y al que Cervantes, como a todos nosotros ha de recordarnos que
"La libertad, querido Sancho, es el don más preciado que dieron los cielos a los hombres"
Como historiador soy tributario de los métodos de trabajo y de investigación que me enseñaron mis maestros en la Universidad. Métodos de trabajo que me han permitido hoy también moverme entre archivos y bibliotecas, manejando los originales o los grandes repertorios documentales, así como la bibliografía y las interpretaciones de distinto cuño para comprender aquella que fue la lejana España del Siglo de Oro.