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AULA DE CULTURA VIRTUAL

CERVANTES: GENIO Y LIBERTAD

D. Alfredo Alvar Ezquerra
Ivestigador en el Instituto de Historia del CSIC

Bilbao, 4 de octubre de 2004

Al recibir el encargo por parte de la editorial Temas de Hoy de hacer una biografía sobre Cervantes, encargo que, por otro lado, continuaba con nuestra colaboración iniciada al preparar el otro libro de Isabel la Católica obraban en mi sensaciones variopintas: como lector asiduo de Cervantes, no debía aceptar el reto, porque otros muchos más lo habían hecho ya. Pero, por el contrario, como historiador, me apetecía mucho poder reflexionar sobre este personaje sin par y situarlo, o al menos intentarlo en el universo de ideales, creencias y frustraciones que le tocó vivir.

Redactar una biografía cronológica sobre Cervantes es, a un tiempo, empresa arriesgada y atrevida. Arriesgada porque, ¿qué se puede escribir de nuevas sobre él? Atrevida porque ¿cómo es posible hacerlo? Sin algo de inconsciencia no lo habría hecho, ya que las advertencias del riesgo habrían superado al arrojo.

Sobre Cervantes, como sobre cualquier personaje histórico, siempre hay mucho que escribir. Porque cada generación –llevando el razonamiento al extremo- escribe su nueva historia en función de los nuevos interrogantes que se plantea. Lo malo, por perversión o por ignorancia, es querer hacer que la Historia fue como nos apetecería que hubiera sido. Afortunadamente ni la demanda ni la oferta sobre la Historia son las mismas en 1800 que en 2000. Por otro lado, ¿a qué historiador del Siglo de Oro no le apetecería ordenar ideas, releer viejos textos, bucear en los nuevos para construir "su" Cervantes? Por esos motivos, me aficioné a hacer lo que he hecho.

He dividido la obra en ocho partes, tantas cuantas fases intuyo en la vida de Cervantes. "Mi" Cervantes. Genio y libertad se abre con algunas indagaciones sobre la familia y el linaje, tan importantes para la configuración del ser individual, de la persona y su destino, en los siglos XVI y XVII. Nuestro protagonista era descendiente de conversos. Eso explica muchos de los movimientos permanentes de su abuelo, de su padre y tal vez de él mismo, aunque sin las angustias de sus predecesores. Conoce muy bien en qué consiste ser estigmatizado o adivinar que se puede ser estigmatizado. Pero no tiene mayor trascendencia ni es un titular de prensa el que un individuo del XVI fuera descendiente de conversos. Los había por decenas de miles. Incluso dentro de la Inquisición. Por cierto, al final de su vida, sintió la necesidad de exteriorizar su catolicismo contrarreformista, como correspondía a una persona normal y corriente de principios del XVII. Se cierra el apartado con unas reflexiones cervantinas sobre el amor, la familia, los celos y el matrimonio, todo ello dentro del ambiente reinaugurado después del Concilio de Trento (1547-1563).

La segunda parte se dedica a las relaciones de López de Hoyos y Cervantes. A raíz de aquella famosa frase del "caro y amado discípulo", ha parecido siempre que el Estudio de la Villa de Madrid, o el aprendizaje de Cervantes a la sombra de López de Hoyos, fueran la cumbre del humanismo español. Y la verdad, es que, ni lo uno, ni lo otro. A raíz de este libro han surgido nuevas investigaciones: ahora mismo, estamos trabajando ya en la vida diaria del humanista, en sus creencias ante su testamento, en su biblioteca…, y con respecto al Estudio de la Villa de Madrid, fue una languideciente institución que soportó, mientras López de Hoyos estuvo al frente, los asaltos de los jesuitas, hasta que, finalmente, sucumbió. Por cierto, hubo maestros del estudio que alquilaban aulas para que vivieran viajeros, y en cierto año, el ayuntamiento optó por destejarlo, para que no se viniera abajo el matadero…

Cervantes fue un autodidacta, sí; pero además, cultivó la amistad de muchos autores de su época y con ellos discutió, escribió; a ellos prologó, de ellos recibió lisonjas.

Un buen día, en alguna de esas riñas que había por las calles de la corte, le metió una cuchillada a un alarife real. Se dictó orden de caza contra él y huyó a Italia. Allá empezó verdaderamente la tercera parte de su vida. Enrolado en los tercios, como tantos contemporáneos suyos, participó patética, pero orgullosamente, en Lepanto. Un historiador puede ver que hubo un primer avance musulmán por la cuenca mediterránea en el siglo VIII, avance que, desde luego, afectó claramente a la Península; un segundo empuje desde el siglo XV hasta finales del XVI (Constantinopla, Buda, Viena, la islamización del oriente europeo) y que está habiendo, sin paliativos, un tercer avance en la actualidad. Los dos imperios, con sus religiones o aconfesionalismos, han chocado y seguirán haciéndolo: de batallas, topónimos y mitos están nuestros campos llenos, desde Covadonga, las Navas, Granada y tantas Salvatierra, La Guardia y Torre- de algo, de alguien o de alguna calidad; las dos sublevaciones de los moriscos en la Península, Lepanto, las razias en el mediterráneo, en todas las costas... da la impresión de que más que convivencia sólo se ha llegado a una frágil coexistencia. Los textos de Cervantes en que narra el cautiverio (tras cinco años de experiencia), en que habla de las formas de vida musulmanas, en que cuenta asaltos y batallas son especialmente significativos. He querido analizar cómo se alimentaba la vida de Argel, pagando los rescates de los cautivos... y que el hombre del siglo XXI saque sus consecuencias.


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