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D. Gustavo Bueno

Filósofo

El fundamentalismo democrático.
La democracia española a examen

En Bilbao, a 22 de febrero de 2010
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Derivaciones, declinaciones o determinaciones de la expresión «fundamentalismo democrático»

Nuestro propósito no es otro sino el de intentar poner de manifiesto hasta qué punto las diversas acepciones de la expresión «fundamentalismo democrático» pueden ser presentadas como derivaciones, declinaciones o determinaciones contextuales o coyunturales en las que casi siempre se pierde la perspectiva filosófica de la que consideramos como acepción primaria, o primer analogado de la expresión «fundamentalismo democrático».

acepciones del rótulo «fundamentalismo democrático»

Las acepciones del rótulo «fundamentalismo democrático» que vamos a exponer las consideraremos, por tanto, desde el materialismo filosófico, como declinaciones, inflexiones o refracciones del fundamentalismo democrático primario. Obviamente esto no quiere decir que las acepciones que vamos a presentar sean derivaciones, en el terreno léxico, de la acepción primaria. Lo que sí pretendemos es mostrar la capacidad de la idea de fundamentalismo democrático primario para asumir el papel de un primer analogado respecto de las otras acepciones examinadas, a la manera como en Aritmética podemos considerar a las diferentes especies de números (los imaginarios, los irracionales, los racionales, los fraccionarios, los enteros) como inflexiones o modulaciones específicas del género «números complejos», sin por ello pretender que el concepto de número entero o de número racional haya sido derivado del concepto de número complejo.

Cuatro son las acepciones del rótulo «fundamentalismo democrático» que vamos a intentar delimitar, según una clasificación general del material disponible; clasificación que sin duda podría refinarse o desplegarse con acepciones más particulares. Sin embargo nos parece que la distinción entre estas cuatro acepciones del mismo rótulo será suficiente para aclarar el embrollo de los malentendidos inevitables que se producen cuando una misma expresión asume significaciones muy diversas, a la vez que involucradas las unas con las otras, según diferentes planos o criterios.

Nos ha parecido conveniente denominar a estas acepciones con adjetivaciones diferentes, a efectos de claridad y de «fijación de conceptos». Las denominaciones son las siguientes: «fundamentalismo democrático primario», «fundamentalismo democrático canónico», «fundamentalismo democrático miserable», «contrafundamentalismo democrático». Comenzaremos definiendo brevemente cada una de estas acepciones.

Primera acepción: fundamentalismo democrático primario
Segunda acepción: fundamentalismo democrático canónico
Tercera acepción: fundamentalismo democrático miserable
Cuarta acepción: contrafundamentalismo democrático

En cualquier caso, tanto el materialismo como el cristianismo reconocen la realidad de los individuos humanos como entidades que no pueden ser reabsorbidas como consecuencia de la política del fundamentalismo democrático primario, cuando este quiere arrasar sus «propiedades personales», su educación, su estética, sus aficiones y sus gustos (incluidos el tabaco y los toros), en nombre de unos principios ecológico sociales cuarteleros. Sin perjuicio de lo cual las razones de este reconocimiento son muy diversas y aún opuestas entre sí. Las consecuencias de esta diversidad de razones pueden dar lugar también a incrementar sus diferencias.

Porque el espiritualismo cristiano asienta su «respeto a la individualidad personal» –y por tanto, su rechazo al absolutismo democrático– en su condición de «templo del espíritu», creado nominatim por Dios y ulteriormente en «templo del Espíritu Santo». Pero el materialismo asienta su respeto a la individualidad personal (o grupal) no tanto en el reconocimiento de alguna entidad positiva espiritual en ella residente, sino en el reconocimiento (negativo) de que el individuo personal (o el grupo) no puede quedar agotado en su condición de elemento de una clase, cualquiera que esta sea (la clase proletaria o la clase burguesa, la clase de los europeos o la clase de los americanos, la clase de los comunistas o la clase de los fascistas). Porque los individuos personales, como los no personales, no son para el materialismo meros soportes de modelos sociales o naturales normalizados y multiplicados acaso clónicamente por la educación ciudadana o por los mecanismos ordinarios de la reproducción natural.

De aquí se sigue, sin embargo, que ese fondo material irreductible del individuo (o del grupo) puede resultar ser efectivamente más valioso o interesante de lo que resulta ser el individuo que actúa estrictamente en cuanto elemento de una clase dada. Desde la perspectiva del espiritualismo, podrá mantenerse una expectativa muy distinta ante las posibilidades de un individuo que, aún siendo elemento de una clase, o de varias, no se agota en ellas. En cualquier caso habría que dejar de lado la contraposición que se formula desde el «materialismo grosero», y según la cual el espiritualismo cristiano, en democracia, es sólo un residuo de la edad tenebrosa de la superstición, que encuentra sus respuestas luminosas en el laicismo de una democracia ilustrada.

Pero desde el materialismo filosófico cabría reinterpretar el espiritualismo, no tanto como una mera superstición, sino como un reconocimiento por la vía metafísica sustantivada del espíritu, de la inagotabilidad del individuo en la clase o clases a las que pertenece. Y esto sin prejuzgar que necesariamente la parte clasificada o normalizada del individuo haya de ser siempre menos valiosa o interesante que su fondo material, no reducible a clasificación; pudiera ocurrir que este fondo inagotable fuese menos valioso y aún menos interesante que las partes que hayan podido ser enclasadas o sometidas a unas normas definidas.

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