No le gusta que una mujer sin letras escriba para otras mujeres
¿Por qué tanto borrón cuando el censor al que le enseña la Santa (era obligado hacerlo) es nuestro antiguo conocido de Toledo, el Padre García de Toledo, su amigo de siempre? El que le pidió-obligó a redactar “su alma”, el Libro de la Vida como recordamos anteriormente. Es, al fin y al cabo, machista y hombre de su tiempo y no le gusta que una mujer sin letras escriba para otras mujeres.
Estos son algunos de los motivos por los que emborronan las páginas:
La apología que hace en él sobre las mujeres en el capítulo XII, con la gracia que las defiende ante Cristo...
Es sensible a las alusiones que la Santa hace sobre los jueces de este mundo, que él cree que es una alusión a la Inquisición.
Ante un comentario al Pater Noster, dirá “no os quitarán este libro”, aludiendo al censor Padre García de Toledo que anota al margen: “Parece que reprende a los inquisidores que prohíben libros de oración”. Otro censor, más tarde, tachará esta nota marginal del Padre García de Toledo. A pesar del borrón último… es fácil leer el comentario.
Un nuevo rechazo es la fidelidad del censor a la ortodoxia. No está de acuerdo con el comentario que hace a un salmo, el nº 8: Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra.
¿Cómo han podido sobrevivir estos escritos más de 400 años? Estos folios que han surcado los siglos con viento favorable pese a su fragilidad, su tinta corrosiva, etc. son un privilegio, un hecho providencial, un legado testimonial a tener en cuenta.
Fray Luis de León recuperó estas hojas arrancadas junto con el manuscrito tachado y emborronado que editó en 1588 en Salamanca. Esta segunda redacción constituye el llamado Cuaderno de Valladolid.
La Santa a pesar de todas las humillaciones que soportó en su primer cuadernillo, no lo deshizo sino que lo guardó en su arquilla de papeles importantes en su celda de San José. Allí encontraron el cuaderno, una vez muerta la Santa, y se lo enviaron a Fray Luis de León, un antiguo detractor de la condición femenina. Conocemos cómo atacaba a las mujeres en sus escritos... Fray Luis tuvo la prudencia de no poner estos folios en manos del tipógrafo. De haber sido así, hubieran acabado en la papelera como las obras de Cervantes, Lope de Vega, etc.
Una reina y una monja
Dos mujeres otra vez consiguen lo inesperado: una reina y una monja. La Emperatriz Dª María, viuda de Maximiliano de Austria, recupera los originales de las obras de Santa Teresa y se los entrega a Felipe II, quien los guarda en su Biblioteca del Monasterio del Escorial. Al conocer, a través de la Priora de Madrid Ana de Jesús, el espíritu de Santa Teresa y sus escritos, Fray Luis cambió rotundamente su opinión. Pide los manuscritos y los edita, incluyendo la primera redacción del Camino de Perfección. Este es el libro que hoy se presenta aquí, escrito por Santa Teresa para sus jóvenes monjas y que, como hemos dicho, es un verdadero tratado de cómo hacer oración.
Fray Luis de León diría: “Yo no conocí a la madre Teresa de Jesús mientras anduvo por este mundo, mas agora que mora en el cielo le conozco en estas imágenes que nos deja de sí: sus monjas y sus libros”. Nosotros a través del Padre Tomás Álvarez podemos conocer a la Santa en este facsímil que ha salvado para la posteridad.
¿Por qué nos interesa hoy Santa Teresa? ¿Por qué la consideramos una mujer actual? Era una innovadora de costumbres de mujeres y varones, en aquel siglo por excelencia machista, escritora, era fuerte frente a la adversidad, obediente hasta extremos heroicos, sobria, viviendo en libertad, con carácter alegre y humorista, amiga leal y fiel… Su amor a la naturaleza hace de ella una mujer actual que disfruta del campo, del agua y que se extasía ante la belleza de las flores y los arroyos que cruza en sus viajes.
El motivo de su atractivo no es solamente debido a su extraordinaria personalidad humana, física e intelectual. Seguramente, el verdadero motivo de este atractivo y la razón por la que perdurado intacto a lo largo del tiempo se deba a que supo encontrar, de un modo concreto y original, el sentido y del destino de la existencia humana y transmitirlo. Ha sabido llegar a Dios y dejarse invadir por Él llegando a cumbres inalcanzables para la mayoría, sin dejar de pisar esta tierra con interés y entusiasmo.
Teresa es la respuesta a la duda eterna sobre el sentido y el destino de todo ser humano, en aquel siglo de místicos y cambios y en éste, racionalista y técnico por excelencia. Para ella la persona humana significa “interioridad”. “El hombre vive en el dilema de abrir la puerta hacia lo infinito y adentrarse por ella en busca de su paraíso perdido, dominando así el mundo y las cosas, o de cerrarla y extrovertirse hacia fuera, para terminar dominado y devorado por las cosas mismas”, como escribía el famoso Padre Juan Bosco, fundador del Museo Teresiano de Ávila, primer museo en el mundo dedicado a la mujer.
Con su muerte, su figura se agigantó. Su santidad, ya reconocida, dio a Teresa una dimensión tan elevada que en cierta forma ensombreció su rica y extraordinaria calidad humana. El resplandor de su mística deslumbró hasta hace poco a observadores y estudiosos de su figura.
Su vida, libre de ataduras estará, sin embargo, marcada por la obediencia y por esa obediencia escribirá testimoniando su caso personal, el Libro de la Vida, transmitiendo sus enseñanzas, el Camino de Perfección, y llegando finalmente a la plenitud de su amor con Dios, Las Moradas. Se ha dicho que el libro de su vida, su autobiografía, es el primer libro escrito en lengua castellana que, siendo de mujer, entra en el patrimonio cultural de occidente.
Cuando salga a recorrer los caminos de Castilla-La Mancha y Andalucía, al tiempo que se enfrenta a las dificultades de fundar sus diecisiete conventos, le dará tiempo para escribir en un estilo directo, lleno de imágenes vivas, precursor del periodismo actual, el Libro de las Fundaciones. Teresa sólo dejará de escribir este diario de viajes cuando en pleno camino se pare para siempre su corazón.
Para poner en obra lo de dar contento a Dios, arriesga su vida en proezas y hazañas, al estilo trepidante de las actuales películas de acción. Al recorrer miles de kilómetros fundando sus conventos en pobreza pero con determinada determinación de no detenerse por contratiempos inesperados, que fueron muchos.
Un economista de nuestro tiempo se quedaría maravillado. Sin más red de información que la de aquel mundo cambiante de la Edad Media a la Moderna, Teresa sorprende a sus superiores y amigos, incluso alguno se mosquea, por la continua información que recibe y transmite. 400 años antes de entrar en la red de internet, una monja de clausura sabe sobre política, descubrimientos, leyes, comercio, cambios sociales y económicos, en una palabra, sobre lo que pasa en el mundo, siguiendo muy de cerca los cambios que tanto afectaron a sus “negocios”. “Habla de Dios como el Señor de rentas y renteros”.
Si en lo espiritual trató y consultó con teólogos de elevado nivel, en lo terreno aprendió de los mejores banqueros y comerciantes el arte de utilizar los “bienes temporales” con mano hábil. Para sus conventos buscará la supervivencia institucional y económica porque a sus monjas quiso “pocas y pobres” y siempre libres de problemas materiales para rezar en paz.
Ella se encargaría de la economía, no sólo de sus casas de monjas y frailes sino manejando también “el fondo de inversiones” de sus hermanos, demostrando su excepcional agudeza en los manejos de dineros, rentas, préstamos, inversiones y compras. El libro de cuentas que se conserva en el Monasterio de San José en Medina del Campo es un ejemplo único de esta mujer innovadora, práctica y eficaz.
“Amiga de soledad”
El mejor espejo donde refleja su inteligencia y dotes femeninas extraordinarias para la comunicación será sin duda en sus Cartas. De alma abierta se reconoce sin embargo “amiga de soledad” y lo es, pero a su vez tiene un gran sentido de la amistad. Necesita de los demás para asesorarse, convivir y actuar.
Se retira del mundo al dejar el Monasterio de la Encarnación y se sumerge en Dios, desde donde brota una comunicación aún mayor con su familia, teólogos, monjas, amistades, nobleza y familia Real. Mientras encierra su alma en la mística del Castillo Interior, llega al apogeo de sus cartas. “¡Estas cartas! Me mata tanta barahúnda”, dice, pero también reconoce “lástima es que no sé acabar”.
Cuando escribe, llora, bromea, riñe, pide, receta, aconseja, ama y hasta psicoanaliza. En una de sus cartas a María de San José, Priora de Sevilla, se retrata sin rubor: “Bien veo que no es perfección en mí esto que tengo de ser agradecida, debe ser natural, que con una sardina que me den, me sobornarán”.
El siglo XXI se cuestiona el papel de la familia en la sociedad y el de la mujer en la familia. Teresa nos sugiere una respuesta. Con delicada sutileza, al abrir el libro de su Vida, su autobiografía, en plena experiencia religiosa, uniendo humanismo y misticismo, deja brotar de la pluma sus más íntimos recuerdos familiares. “Era mi padre aficionado a leer buenos libros”, “Mi madre, con ser de harta hermosura, jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella”, “Éramos tres hermanas y nueve hermanos”...
Una mujer del siglo XVI
Es sorprendente que, en nuestro siglo, los grandes maestros del idioma se hayan afanado en descifrar el estilo literario de esta mujer. ¿Cuál es el secreto de que su manera de decir tenga tanto encanto? Quizá mejor que nadie la Santa ha definido su forma de escribir, coloquial y realista, en el prólogo de su Castillo Interior. Allí dirá: “Iré hablando con las lectoras (sus monjas) en lo que escribiré”.
Hemos tratado de acercar a una mujer del siglo XVI al nuestro, para comprender que sus cualidades femeninas son intemporales. Si en los siglos cercanos a su muerte, especialmente durante el periodo barroco, se admiró su mística, el XIX la convirtió en popular por su campechana naturalidad de encontrar a Dios entre los pucheros de su cocina...
El tiempo actual la redescubre, en “la elegancia misma” de sus escritos, como educadora, economista, trabajadora incansable, fundadora, viajera infatigable, enferma y enfermera a un tiempo, todo ello vivido con profunda interioridad. En fin, mujer femenina que no feminista. Dice el Padre Luís Martín, jesuita bilbaino: “Páginas escritas de tan fina y conmovedora suavidad que para escribirlas no basta ser literato, ni genio, ni doctor místico: es preciso ser mujer”. |