ÁVILA – SAN JOSÉ
Volvamos a Ávila y retrocedamos 444 años para conocer el Convento de San José, recién fundado. Teresa de Jesús sentada en el suelo de su pequeña celda, apoyada en un saliente de la pared bajo el cielo azul de Ávila que entra por un alto ventanuco, rodeada de sus monjas escribe este cuadernillo, el más pequeño de sus obras, el que ahora tenemos delante.
No escribe, habla con la pluma.
Sin pararse, sin puntuar ni dividirlo en capítulos, sin título… Lo hará después. Escribe con la fabla castellana, medio siglo antes que Cervantes. No escribe, habla con la pluma. Teresa posee el don de la palabra, tan viva y locuaz en sus labios como en su pluma.
Esta vez no escribe para teólogos sino con la tranquilidad de que los lectores son mujeres como ella, en resumen escribe un libro de mujer para mujeres… Algo inaudito en aquel tiempo de preponderancia masculina, de censores, jueces y de sospecha de todo lo femenino. Hoy es una obra maestra de oración editada en todas las lenguas, miles de veces.
Una monja de 50 años, que deja la rueca, con la que ayuda a mantener el convento, para llenar 300 páginas de escritura hablada o de habla escrita. No se apoya en apuntes o autores que conoce y ha leído. No diré cosa que no tenga por experiencia… escribe. Arropada y rodeada por la gran unión que existe entre autora y lectores. Escribe sin apuntes ni influenciada por autores doctos. Narra de corrido sus propias experiencias.
Con este espíritu de humildad y obediencia, se sienta y coge la pluma. El tema que propone a los lectores es coloquial. Como una gran conversación entre familia. Empieza recordándoles cuál es el propósito primero de fundar esta casa: Ayudar al Señor en los graves problemas que le crean en su Iglesia.
El prólogo es una justificación humilde por su atrevimiento de escribir cosas de oración. Y les escribe unos avisos, que le han pedido las monjas, y que tanto enfadarán a los señores censores. Como en todos sus escritos, escribe orando y nos hace testigos de su oración; unas veces de alabanza y agradecimiento al Señor y otros de oración a través del Padre Eterno a favor de su Hijo. Pero vos, Padre eterno, cómo lo consentís...
Tiene licencia de su confesor y tanto me han importunado... Diga algo de ella que se ha determinado a obedecerlas, por ese amor tan grande que les tiene. Le perdonarán el mal estilo que ella les dijere… que algunos libros de oración están bien escritos… el suyo, el padre presentado, el censor, lo quemara o lo remediara. Es el año 1565.
A TOLEDO
Retrocedemos cuatro años, mientras ella está preparando con sigilo y muchas dificultades su nueva vida en la casita de San José, donde su hermana pequeña y su cuñado Juan de Ovalle viven, aparentando ser un matrimonio joven que preparan su casa y dirigen las obras. Allí piensa encerrarse para llevar una vida de auténtica pobreza y oración volviendo a la regla de nuestros Padres fundadores del Monte Carmelo.
Una vida de auténtica pobreza y oración
Es la noche de Navidad. Sólo necesita ya las patentes de Roma para abandonar su Monasterio de la Encarnación donde es monja desde los 20 años. Sin embargo, el regalo de esta noche es una orden de trasladarse a Toledo.
Dª Luisa de la Cerda padece una fuerte crisis de dolor por la reciente muerte de Arias Pardo, Señor de Tavera, su esposo. Sus superiores piensan en ella para ayudarle en su recuperación. En los primeros días del año viaja a Toledo, con el ánimo preocupado por el contraste de vida que va a encontrar en la antigua corte. Allí pasará 9 meses en un Palacio renacentista, donde en medio de la vida social y mundana se moverá con soltura y señorío, al tiempo que refuerza su proyecto de fundar en pobreza, aún con pena de abandonar su deleitosa celda y sus buenas amigas del gran monasterio donde ha convivido con casi 180 monjas. Asesorada por San Pedro de Alcántara, al que conoce en ese tiempo, y apoyada por este santo fundador va madurando las normas para su nueva aventura conventual.
Un antiguo amigo, fray García de Toledo, confesor y consejero en Ávila, maravillado ante la transformación interior de la monja, de las mercedes y gracias que la Trinidad ha concedido a su alma, de sus visiones, arrobos, éxtasis... le pide, casi le obliga, a llevar estas experiencias al papel. Así nace su autobiografía, el Libro de la Vida que entrará a formar parte del Patrimonio Cultural de Occidente siendo de mujer.
LA FUNDACIÓN
De vuelta a Ávila, funda el Monasterio de San José que le creó a Teresa gravísimos problemas. Todo Ávila se revolvió contra ella, el Concejo, las Órdenes Monásticas y regidores. Quisieron tirar abajo el convento, cuando a su fundadora la llevaron presa al convento de donde salió. No desean otro monasterio en pobreza en una ciudad de por sí tan llena de monjas y frailes con dificultades económicas. Desde este rinconcito de San José, el litigio llega hasta la Corte de Madrid.
Una vez las aguas calmadas, la fundadora convive con las 12 monjas en amor y familiaridad en un ambiente idílico, íntimo conventual… Dirá más adelante que estos fueron los cinco años más tranquilos de su vida.
En este ambiente opuesto al cortesano de Toledo, en largas jornadas da fin al libro comenzado en Toledo y lo pone sigilosamente en manos de su confesor, el Padre Bañez. Las doce monjas quieren leerlo. Santa Teresa no lo considera alimento propio para estas “tiernas plantas” que son las jóvenes monjas. Es un libro fuerte para estas monjas en formación, que le apremian para que les dedique unos consejos, unas páginas íntimas. “Sé que no falta el amor y el deseo para ayudar en lo que yo pudiere para que las almas de mis hermanas vayan muy adelante en el servicio del señor”, dirá en el prólogo. Es el año 1566. Acaba de terminar el Libro de la Vida y ya está de nuevo tomando la pluma.
Ella está viviendo una vida muy tranquila, pero no es así el mundo real de aquel siglo, y ella lo sabe. Es un alma contemplativa, sensibilísima al acontecer humano, a los problemas civiles, eclesiales, políticos en España y en Europa. Tiene desde su encierro las antenas alzadas ante los graves problemas que la Iglesia tiene. Teresa siente repugnancia por las guerras continuas de ese siglo.
Felipe II pide reiteradamente oraciones por sus guerras en Europa. La visión del libro no es sólo cruzar las murallas de Ávila, sino las fronteras de España, pero con espíritu pacificador.
Su pluma gritará
El estilo de su comunidad tiene que ser varonil, sin melindres de mujer, su pluma gritará: ¡Estase ardiendo el mundo, hermanas! ¡Han vuelto a ajusticiar a Cristo! Y trazará un plan de lucha donde los defensores de esta Iglesia profanada en Europa dependan de su oración y su sacrificio. Encerradas pereceremos, organizando entre ellas pequeños castillos o fuertes donde las contemplativas está llamadas a implorar a Dios su Señor que ayude a la Iglesia de su Hijo.
En estos castillos no vivirán cobardes, sino soldados bien formados que salgan al mundo a luchar contra estos herejes que queman, profanan y arrasan la Iglesia de su esposo. Estos soldados deben ser gente de Iglesia que bien preparada combatan y venzan al enemigo: “Mejor pocos y buenos que muchos y cobardes”.
Usando las armas pacificadoras guiará a sus monjas a la oración, señalándoles los caminos directos “para llegar al manantial del agua viva”, que es la cumbre del orante.
¡Caminemos hermanas! Todos caminaremos hacia esa fuente de diversas maneras. La fuente está al final del camino, pero no todos estamos capacitados para alcanzarla. En la subida, encontraremos arroyos y hasta pocitos para niños, para el caminante que tiene sed, dice textualmente.
Todo el libro es un trazado para aprender a orar orando, propio de la Santa, una continuación del Libro de la Vida. Con ejemplos asequibles que los censores rechazan. Nació así este libro con casi 300 páginas, que en seguida chocó con la censura.
El libro está estructurado, más o menos, en cuatro partes:
PRIMERA
Aquí estamos para la Iglesia.
SEGUNDA
Es fundamental practicar las virtudes evangélicas, el amor, la unión, el perdón, todos ellos envueltos en la más importante, la humildad. Lo expresa con ejemplos humanos y esa forma de expresarse alerta e inquieta a los censores. Como “la partida de ajedrez” en la que la “Dama” es la humildad que da “jaque mate al Rey de la Gloria”. Ante este atrevimiento, los censores arrancarán las páginas, escandalizados por esta comparación.
TERCERA
Sólo con las virtudes podremos practicar la oración y la amistad con Dios.
CUARTA
Una forma de aprender bien a orar, es rezar atentamente el Padrenuestro, a lo que dedicará varios capítulos.
Poco a poco, y siempre sin dejar el tono coloquial, va entrando en estos temas que le preocupan. Aunque no olvida que el lector censor, fuera del grupito para el que ella escribe, va a ser hostil a sus comentarios.
El libro también refleja los problemas de España, la Inquisición con la quema de libros que tanto hizo sufrir a Doña Teresa, monja en la Encarnación, la marginación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, la falta de visión de los teólogos...
¿Por qué es importante la edición de este primer manuscrito del camino de la perfección? Por sus terribles tachas y borrones que estropean el escrito. Ello obliga a la Santa a redactar de nuevo este cuadernillo.
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