Viajo con una mochila llena de historias
F.L: Volvemos a la novela. Quería preguntarte fundamentalmente por qué has abandonado la línea de Cabo Trafalgar o Un día de cólera, que son fundamentalmente novelas, pero novelas documentales, y aquí, incluso con el Pintor de Batallas, mezclas el escenario real con unos personajes inventados, con unas tramas novelescas, con algunas reflexiones que corresponderían al pintor.
Arturo Pérez-Reverte: Hay unas cuantas reflexiones, sí. Es una novela muy compleja, en muchos sentidos, por muchas razones. Primero, por todo esto que hemos estado hablando, todo esto está en la novela, está en el fondo de la novela, esa ocasión perdida y esa España que me hubiera gustado que fuera y que nunca fue, pero había más razones. Una de ellas es que yo tengo 58 años. Hay dos tipos de novelistas, uno es aquel que necesita historias, que tiene el problema de la historia, que necesita una historia que contar y busca una historia que contar, que tiene problemas creativos, a ver qué escribo, quiero escribir pero no sé qué escribir, o no sé cómo escribirlo, y otro es el novelista que tiene un montón de historias y lo que le falta es tiempo para contarlas.
Yo soy de este último tipo de novelista. Yo, como ese tipo de novelista, viajo con una mochila llena de historias, que me acompañan, que nacen, oigo una voz, una palabra, leo un libro, y eso hace que una historia germine y me acompañe durante mucho tiempo. Entonces, yo sé ya, ya lo sé, porque como decía antes, sé que me voy a morir, yo sé que mi vida como novelista está limitada, yo sé que no podré contar nunca todas las historias que podría contar, que quisiera contar. Por ejemplo, yo quería contar una historia tipo folletín amoroso, sentimental, la señora bien que se enamora del tipo rudo y ese tipo de cosas pero, claro, yo no voy hacer una novela folletín de ese tipo, pero esta novela me va a dar la posibilidad de varias de esas historias que están conmigo, de esas novelas que nunca escribiré o que habré escrito de una manera diferente, con citarlas, tejerlas unas con otras y sacar una sola historia. Cubrí varios objetivos, vaciar en parte o aliviar en parte ese saco de historias que me atormenta a veces me atormentan a veces pensar que van a morir conmigo. Por eso, decidí que iba a ser novela muy compleja, una estructura muy compleja, personajes distintos, historias que se cruzan entre sí, y eso me llevó a un trabajo mucho más complicado. Siempre digo que una novela puede ser muy compleja, pero el lector no tiene por qué pagar la factura a esa complejidad. Al lector hay que darle. Para que el lector lea fácil, el autor tiene que trabajar mucho. Y esa facilidad lectora, esa manera de pasar las páginas no me la regala nadie, no es un don, no es un talento especial, son horas y horas de trabajo, de sentido común, y sobre todo, de lector. Yo siempre digo, soy un lector que accidentalmente escribe novelas. Desde el punto de vista del lector es cómo me sitúo ante una historia, y toda esa trama, ese tejido, que durante dos años he ido componiendo responde justamente eso a la necesidad de combinar lo que en apariencia hubiera sido difícil de combinar y estoy contento porque no sé si es novela es buena o mala, porque un autor pierde ya la perspectiva, pero sí es cierto que me he quedado aliviado, que he dado a luz cosas que habrían muerto posiblemente conmigo y que para mí hubiera sido una pena que así hubiera ocurrido.
Un exceso de erudición asfixia cualquier concepto
Félix Linares: Es curioso porque todo eso que has contado ahora hay una frase del libro que lo resume, hay un momento en el que dices: un exceso de erudición asfixia cualquier concepto.
Arturo Pérez-Reverte: Es verdad, eso lo aprendí cuando era periodista. Cuando era periodista, tú lo eres y sabes a qué me refiero muy bien, cuando tienes demasiada información, hay problemas para hacer el artículo, como cuando tienes muy poca, un exceso a veces asfixia. Claro, imagínate, entonces, una novela de este tipo requería también un trabajo de documentación intensísimo, rodeado de libros, de viajes, fotografías, esquemas, croquis… Habré manejado no sé cuántos. Habitualmente, mi trabajo era unos 500, 600 libros, a los cuales acudía con notas y papelitos puestos y tal, pero, claro eso después no tiene que estar en la novela aunque sea larga, tiene que estar sosteniendo la novela. Yo no quiero que el lector sepa lo mucho que sé sobre balística en el siglo XVIII, XIX, quiero que el lector sienta el efecto de eso, pero para eso, me tengo que documentar muchísimo. Esa lucha entre documentación y renuncia a meterlo dentro, esa especie de economía narrativa, paradójico pero cierta, es otro de los trabajos durísimos. Esa erudición, meter todo eso, habría asfixiado a la novela, tenía que quedarse fuera. Escribir novelas es eso. Es que la gente piensa que escribir novelas es sentarse y decir voy a ver si la musa me inspira… No, no. Una novela es todos los días durante años trabajo y trabajo, horas de seguir puliendo como el ebanista la madera hasta que ves que pasas la mano y no hay ninguna astilla, o crees que no hay ninguna, que interrumpa el deslizar de los dedos por allá.
Félix Linares: Es que a Arturo Pérez-Reverte le veo bien con la balística pero no tanto con la botánica… Aquí, por ejemplo, te lo hacen estas personas que al final del libro agradeces.
Arturo Pérez-Reverte: No, no, no. Al final, hay unos agradecimientos pero eso es para agradecer a quienes han leído el libro después. Yo nunca consulto, solamente ha habido un caso, que ahora te contaré cuál es, que consulté antes Normalmente lo que hago es hablar con un especialista y pregunto, pero después lo que hago es, a la gente que sabe, oye eres mi peor enemigo, me odias, quieres reventarme, lee la novela y búscame dónde me he equivocado, y eso lo hago con algunos amigos y esta vez lo hecho también, no lo hago todo yo, porque aparte hay una cosa que es el placer personal, es una riqueza personal que vas adquiriendo mientras trabajas en la novela. En la novela hay varias tramas de espionaje, policiaca, sentimental, costumbrista, científica… Y la científica, precisamente yo, que soy de letras, carezco de aparato científico que me permitiera concretar la resolución científica del enigma que se planteaba en la novela, y yo quería hacerlo y sabía que eso era importante en la novela. Entonces fue donde un amigo, que es José Manuel Sánchez Ron que está en la Real Academia conmigo y es un científico extraordinario y un gran divulgador, le dije: José Manuel tengo este problema y pasa esto, quiero que me digas cómo lo justifico Dijo: Imposible, no puedes. No me fastidies, llevo ya tres capítulos o cuatro y necesito, haz el favor, llévatelo, léetelos, dime si hay alguna vía científica por la cual yo pueda justificar lo que está pasando, y me llamó: Sí la hay, no voy a decir cuál es, sí la hay, léete y me marcó a La Plas, a Oiler, releer Decarte y a Newton. Me puse a ello, y ahí es donde fui adquiriendo el aparato teórico que necesitaba, teórico de entonces claro, yo tenía que ver un problema científico con la conciencia de entonces, no con la conciencia de ahora, conciencia de entonces, y sin él, creo que no habría podido hacerlo. Esa parte cuajarla sin él, creo que no.
F.L: Ya veo que te metes también en territorios incógnitos.
Arturo Pérez-Reverte: Es que si no, no tendría gracia, eso sería rutina.
F.L: No, pero hay cosas muy claras en la novela que son muy tuyas: el corsario, la navegación, el guerrillero, el policía, el asesino recurrente… la novela siempre son desafíos, contigo y con los lectores
Arturo Pérez-Reverte: El policía para mí era un desafío porque uno de los objetivos de la novela, la novela siempre son desafíos, contigo y con los lectores, es a ver si entra o no entra, a ver si se tragan el anzuelo, y uno de los personajes es un policía como sabes, torturador, corrupto, un policía, un personaje absolutamente imposible de simpatizar con él, en teoría, en principio, y yo me dije a ver si consigo que el lector al final terminé no aplaudiéndolo pero sí al menos comprendiendo sus puntos de vista, a ver si consigo que el lector termine adoptándolo como mirada a la hora de enjuiciar lo que él hace, lo que ocurre, y cómo es el desenlace de la novela. Y, bueno, creo que sí, creo que según el retorno que ella me da, los lectores y las cartas y los comentarios, ese era uno de los desafíos, como otro era Lolita Palma, la mujer en mis novelas, cuando alguna feminata radical se cabrea por mis artículos, cuando lo de miembros y yo me río, no Reverte es un sexista, léase usted La Reina del Sur, lea con conocimiento, no sea facilona, que yo me burle de los talibanismos, no quiere decir que yo no esté de acuerdo con la parte sustancial del asunto. En este caso, el personaje femenino era muy interesante, porque las mujeres en mi novela son siempre las mismas. A mí hay un tipo de mujer que me interesa y otra que no me interesa. Yo creo que hay dos tipos de mujer, siempre generalizando, una es cuando los indios atacan el fuerte, se pone a gritar y se agarra al brazo de teniente y está la otra que coge el winchester y se pone a disparar por la ventana. A mí me interesa la del winchester, la otra no me interesa. ¿Por qué? Cada uno tiene sus gustos, me gustan mujeres, compañeras con las cuales te puedes dormir, mientras ellas hacen la guardia. Es que la vida es así, y sé que en la vida dormirte es peligroso, entonces, oye te toca a ti, vigila que yo me duermo y soy marino, navego a veces con alguna mujer y sé bien lo que digo, oye, quédate de guardia, me voy a dormir, en mitad del Mediterráneo con mercantes por todos los lados o del Estrecho o del Canal de la Mancha, entonces, claro, una mujer capaz de estar en el puente, al timón de un velero a las cuatro de la mañana rodeada de mercantes por todos los lados, mientras yo duermo en la camareta, vestido por si acaso, tranquiliza mucho. Es el tipo de mujer que a mí me ha interesado siempre en mis novelas y en mi vida y esa mujer es Lolita Palma, como lo es Teresa Mendoza, que por cierto van a hacer una teleserie, que empiezan a rodarla ahora en el mes de junio.
F.L: La Reina del Sur.
Arturo Pérez-Reverte: Sí, esa es otra historia.
F.L: Lo que pasa es que a Ulises, a Lobo y a ti mismo después de esas muchas guerras todavía les quedaban algunas batallas. A Ulises con los pretendientes de Penélope, a Lobo con lo que pasa en la novela y a ti con tu siguiente novela.
Camarón que duerme se lo lleva la corriente
Arturo Pérez-Reverte: Bueno o con la vida, o el artículo de esta semana o de la que viene, que aún no sé de qué diablos voy a escribir, quiero decir, hay una cosa que para mí es fundamental: mantenerte despierto. El viejo refrán de camarón que duerme se lo lleva la corriente que dicen en el Sur es verdad, creo que al ser humano solamente la lucha lo justifica, y hablo de lucha en el sentido vital, es decir, el estar despierto y sobre las armas, armas evidentemente imaginarias, simbólicas. Creo que el hombre muere cuando deja de luchar, creo que lo que nos justifica por lo que sea, por la gente a la que amas, por los hijos, por el trabajo, por lo que sea, por estar solo, por no estar solo… Creo que siempre para el que siente el ardor guerrero, en el sentido simbólico, frente a la vida siempre hay argumentos y mil banderas en las que alistarse aunque sea de manera mercenaria que es una causa tan noble como cualquier otra, y entonces, bueno, en mis novelas está eso, en mi vida también y aún tengo un par de causas por las que…
F.L: Varias novelas.
Arturo Pérez-Reverte: Varias novelas.
F.L: Oye, Arturo, yo creo que siempre estás buscando alguna cosa nueva para tus libros. De repente, los hechos violentos pasaban fuera de campo, hacías una elipsis y el hecho violento había pasado, o en esta novela metes diálogo dentro de la narración… Supongo que esto son necesidades de voy a inventar algo, voy hacer algo diferente.
Arturo Pérez-Reverte: Es que ese es el estilo, el estilo no es decir: Esa mañana el sol alumbró. No. El estilo es adaptar la herramienta del lenguaje a lo que quieres contar. Con este son 18 libros publicados, yo he desarrollado en mi vida como escritor, escribo todas las semanas un artículo, en mi vida como periodista que también escribía, y en mi vida como novelista he desarrollado contar las cosas, entonces, eso de insertar recursos narrativos, meter el diálogo dentro de la narración, utilizar un tipo de he utilizado el presente de indicativo, cosa que no es normal en mis novelas y, además es bastante difícil, para quien escribe sabe a qué me refiero, claro me plantea muchos problemas técnicos que el lector no tiene que darse cuenta. Todo eso está al servicio de la historia, mi estilo es la eficacia. Si para un artículo semanal, decir una palabrota en un momento determinado me hace contundente el argumento la utilizo sin el menor reparo. El otro día, hubo una señora que me paró y me dijo: ¿Ppues sabe lo que le digo? Que no es usted nada gamberro como en los artículos, que usted es un chico muy educado. Claro, es que en los artículos ese es otro, es que ese no soy yo, es que eso es un género literario, es una manera de contar las cosas que no corresponde con mi vida normal Se quedó la mujer muy sorprendida, pero es eso, quiero decir con esto el lenguaje, el estilo, no es más que una herramienta al servicio de la narración, yo no escribo para que me digan: ¡Qué bonito ha dicho este Pérez-Reverte! Yo quiero que el lector comparta el punto de vista de los personajes, viva lo que ellos viven, proyecte sus vidas en ellas, que el lector sienta el escalofrío, la soledad, el horror, que cuando cierre el libro lo cierre estremecido por lo que le contado y que al mismo tiempo que el lector se divierta y lo pase bien y que según el tipo de lector, uno encuentre en el libro una historia policiaca divertida y punto y otro encuentre reflexiones como las que estamos haciendo que están todas en el libro, pero no hay por qué ponerse uno dramático. Cuando un autor dice: Yo quiero que el lector haga un esfuerzo, que el lector sufra, ponérselo fácil, me parece que es engañar al lector, me parece una gilipollez. Cada uno debe hacer lo que quiera, por supuesto, pero decir que esa es la norma, que el lector debe sufrir y debe pelear… Yo prefiero que el lector se mueva con fluidez por la historia y eso requiere a lo mejor mucho más trabajo que lo otro. Y en este sentido el tipo de estructura, el párrafo corto, hay palabra punto, a veces es casi azoriniano el texto, muy, muy breve, a veces es más largo, atardecer, luz, tal… Además, claro los trucos del oficio, yo juego con ventaja, el lector moderno no es como el lector del siglo XVIII, del siglo XVII, tiene mucha cultura audiovisual, ha visto mucho cine y televisión, con lo cual yo no necesito contarle cómo es el decorado de Casablanca, sabe cómo es Casablanca en la película. Entonces, yo digo, Casablanca. El bar de Rick. Y ya me ahorro dos páginas, porque el lector proyecta eso, entonces, bueno, jugando digamos de una manera más sofisticada, más fina, con más deliberación con ese tipo de elementos, entonces, intento crear esos ambientes los cuales el lector quede atrapado. Y esta novela está llena de este tipo de situaciones, el inserto del lenguaje, esa manera de contar forma parte de esas herramientas del lenguaje como herramienta en pro de la eficacia que es realmente lo que yo quiero ser es un novelista eficaz. |