Resumiendo, creo que en ambos casos logré dar el primer paso, fundamental para llegar a culminar una historia: crear mi propio universo.
Yo, en un principio, no utilizaba la palabra universo para describir aquello que no era sino una intuición. Utilizaba la palabra “burbuja” (un término acuñado por mi amigo Ecequiel Barricart) Nada debía hacerla explotar, no debía contener alfileres en su interior.
El caso es que si hay lectores que se ha sentido identificados con mis personajes (a pesar de que todos ellos viven en un mundo extremadamente alejado a nuestro día a día) quizá sea porque estos personajes actúan de forma coherente dentro de esas dos burbujas, de esos universos imaginados que yo quería plasmar.
Os voy a contar otra experiencia creativa concreta de García Márquez que, para mí, resume perfectamente el goce de la creación literaria a partir de la creación de universos propios (en el caso de García Márquez, desde su realismo mágico). El genio cuenta que un día decidió hacer desaparecer al personaje de Remedios la Bella, y quería hacerlo desde la magia que desprende la novela. Primero se planteó hacerla desaparecer mientras estaba bordando en el corredor de la casa con Rebeca y Amaranta. Pero pensó que, de hacerlo así, se quedaría siempre por ahí. Entonces se le ocurrió hacerla subir al cielo en cuerpo y alma. Eso le convenció, pero no sabía cómo. Decía: “Estoy desesperado. No hay manera de hacerla subir”. Días después salió al patio de su casa y vio a una negra tratando de extender unas sábanas en una cuerda, mientras las agitaba el viento. Y pensó “ya está”. Las sábanas era el elemento aportado por la realidad. La haría subir al cielo agarrada a una sábana inflada por el viento. “Cuando volví a la máquina de escribir -dice Gabo-, Remedios la Bella subió, subió y subió sin dificultad”.
De esta experiencia podríamos extraer también la necesidad de que el creador se convierta en un observador de la realidad para convertirla en fantasía: se convierta en un observador de hechos, conversaciones, leyendas, recuerdos de personas que han pasado por tu vida… Por ello han sido (en mi caso) tan útiles los viajes y la música. Me vais a permitir que lea el párrafo en el que Remedios la Bella sube al cielo, el párrafo que yo quiero escribir algún día. Y lo voy a hacer porque ese párrafo lo tiene todo: universo propio, técnica, magia y belleza absoluta:
“…una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas habían empezado cuando Amaranta advirtió que Remedios la Bella estaba transparentada por una palidez intensa. ¿Te sientes mal?, preguntó. Remedios la Bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima. Al contrario, dijo, nunca me he sentido mejor. Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus poyerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer. En el instante en que Remedios la Bella empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios la Bella que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria”.
Son las palabras de un maestro de la creación, de un demiurgo de universos propios. Dado que este foro no es un taller de escritores, obviaré profundizar más en la parte de la charla dedicada a la segunda experiencia, la experiencia de publicar. Simplemente recordando que este segundo aspecto de la literatura, si bien poco romántico, es necesario para que el romanticismo de las palabras encuentre un cauce para llegar hasta los corazones de los lectores. Antes he dicho que el mercado editorial es, ante todo, un mercado. Y el momento actual de ese mercado puede parecer descorazonador. No hay peor panorama al que un escritor pueda enfrentarse que entrar en una librería. Por ello, si queremos que nuestra obra llegue a los lectores, los autores no tendremos más remedio que ser conscientes de ello, dejar de demonizar esa parte del proyecto, y obrar en consecuencia. Todo se resume en dos cosas: Trabajar sin descanso por la obra (nosotros mismos somos nuestro mejor agente de prensa, sabemos qué la hace diferente, cuál es su alma); y, sin perjuicio de ello, confiar en las personas que navegan profesionalmente por ese mercado.
Haciendo unas últimas referencias al universo de EL COMPOSITOR DE TORMENTAS, voy a referirme de nuevo al manual de Edward Morgan Forster, el cual tiene más joyas aparte de la que antes os he leído. Se trata de una referencia directa al paralelismo entre la literatura y la música, algo que yo he utilizado varias veces para explicar la esencia de mi novela porque, responde a una realidad. Forster dice así: “La música, aunque no emplea seres humanos y está gobernada por intrincadas leyes, ofrece, en su expresión final, una forma de belleza que la ficción puede lograr a su modo. Expansión: ésta es la idea a la que debe aferrarse el novelista. No conclusión. No rematar, sino extenderse. Cuando la sinfonía ha terminado, sentimos que las notas y los tonos que la componen se han ligerado, que en el ritmo del conjunto encuentran su libertad individual. ¿No es posible lo mismo con la novela?”.
Y refiriéndose a Guerra y Paz (León Tolstoi) añade: “¡Un libro tan desordenado! Y sin embargo, cuando lo leemos, ¿no empezamos a escuchar acordes musicales a nuestras espaldas? Y cuando lo hemos concluido, ¿no sentimos que cada elemento… mantiene una existencia más larga de la que parecía posible en su momento?” Yo, personalmente, me emociono cuando leo esto, ya que desde el día en que me senté ante el portátil para comenzar EL COMPOSITOR DE TORMENTAS tenía claro que quería escribir mi propia sinfonía. Ese era mi nuevo universo. Para terminar, he de recordar que no todo es tan idílico, si bien en ningún momento deja de ser satisfactorio.
Hay un manual de Francine Prose, novelista de éxito y profesora universitaria de literatura y escritura creativa, llamado CÓMO LEE UN BUEN ESCRITOR, en el que la autora, tras reflexionar sobre el enorme trabajo que supone escribir, la enorme paciencia y soledad que requiere al escritor que busca hacer bien su trabajo (los libros no se escriben “de seguido”, como piensan algunos), transcribe una entrevista realizada al escritor Isaak Babel en la que habla sobre la dura tarea de la revisión, diciendo:
“Trabajo como una mula de carga, pero porque quiero. Soy como un galeote que está encadenado de por vida a su remo, pero que ama el remo. Todo va de eso… Reviso cada frase una y otra vez. Comienzo por eliminar todas las palabras prescindibles. Uno ha de poner atención en eso porque las palabras son muy astutas, las que no valen para nada se esconden y tiene uno que sacarlas de donde estén (repeticiones, sinónimos, cosas que simplemente no significan ni aportan nada)… Reviso cada imagen literaria, cada metáfora y cada comparación para ver si son vigorosas, frescas y exactas. Si uno no puede encontrar el adjetivo adecuado para un sustantivo, hay que dejarlo sin él. Hay que dejar que el sustantivo se mantenga por sí sólo. Una comparación debe ser tan precisa como una regla de cálculo, y tan natural como el olor del hinojo… quito todos los participios y adverbios que puedo… Los adverbios son más claros y ligeros. Incluso pueden darle alas a uno en el camino. Pero demasiados adverbios hacen que el lenguaje pierda el nervio… Un sustantivo necesita sólo un adjetivo, el mejor escogido. Sólo un genio puede emplear dos adjetivos para un sustantivo o un nombre. La línea es tan importante en la prosa como en el gravado. Ha de ser clara y firme… Pero lo más importante de todo es no cargarse la historia a base de revisarla y revisarla. De otro modo toda la decisiva tarea de revisión habría sido en vano. Es como andar por la cuerda floja. Bueno, esto es, todos debemos hacernos el juramento de no echar a perder nuestro trabajo”.
Como veis, sobran más explicaciones. Todo se reduce a disfrutar con el enorme esfuerzo que requiere la formación de un universo completo en el que todo funcione. Dice al respecto Toni Morrison, la Nobel afroamericana, sobre el oficio de escritor: “Amo hasta sus momentos más penosos. La revisión, la corrección de pruebas. Por eso seguiría escribiendo aunque el sistema editorial despareciera…”
Yo siento eso ahora. Y sólo espero que si alguna vez llego a escribir una novela como su Beloved, siga sintiendo lo mismo.
Y espero en cualquier caso que la pasión se mantenga como ahora, sin alcanzar los niveles de necesidad de Kafka, quien escribía en su diario el 3 de Enero de 1991 que: “Cuando mi organismo se dio cuenta de que el escribir era el enfoque más provechoso de mi ser, todos mis esfuerzos tendieron hacia allí y abandonaron todas las facultades relativas a los placeres del sexo, de la comida, de la bebida, de la reflexión filosófica, de la música…”
Yo espero no renunciar a todos esos placeres al tiempo que genere universos a través de los cuales podáis meceros, dejándoos llevar por la dulce melodía de las palabras.
Gracias. |